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El diario del lunes
La hora de Javier Miranda

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Por Fernando Butazzoni ///

El electo presidente del Frente Amplio, Javier Miranda (52, casado, un hijo), es abogado y docente en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Fue directivo de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y director nacional de Derechos Humanos. Es hijo de Fernando Miranda, un militante comunista que también era docente en Derecho y que fue asesinado durante la dictadura; su arresto había sido en noviembre de 1975 y sus restos recién fueron hallados en el año 2006, enterrados en el Batallón 13. Todo el mundo recuerda la foto de Javier cuando, tras el velatorio realizado en un aula de la Facultad de Derecho, salió del recinto universitario con la urna que contenía los restos de su padre en brazos, cargándola como quien carga a un hijo.

Cuando asuma la presidencia del Frente Amplio, este hombre deberá enfrentar sin duda una enorme cantidad de problemas y desafíos.

El primero de ellos será combatir con buena fe la mala onda que le envían un día sí y otro también, desde diferentes tiendas políticas, para presagiarle turbulencias, trancazos, chicanas, zancadillas, parálisis y hasta rebeliones.

Pero más allá de esas expresiones de deseo de quienes no quieren –por razones políticas o por desmesurada egolatría– un Frente Amplio fuerte y dinámico, existe la otra cara de la moneda, aquella que muchos no desean ver y otros prefieren no mencionar. Me refiero a las fortalezas con las que abordará su gestión el nuevo presidente del FA.

La primera de ellas tiene que ver con la elección que lo llevó a la presidencia. Es verdad que la cantidad de votos fue menor que en las elecciones anteriores, pero también es cierto que casi 100.000 frenteamplistas se movilizaron en un inhóspito domingo de julio para elegir sus autoridades. No es una cifra despreciable, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos partidos políticos con representación parlamentaria no llegaron a ese número de votos ni siquiera en las elecciones nacionales, que además de ser obligatorias cuentan con un formidable aparato de publicidad y movilización.

La segunda fortaleza de Javier Miranda está vinculada con su trayectoria. Abogado, frenteamplista independiente a rajatabla, leal a los principios de la organización política a la que pertenece desde siempre, se halla en una inmejorable posición para establecer relacionamientos claros, francos y eficaces con todos los sectores que conforman la coalición. Se puede decir que él representa, incluso por su historia personal junto a sus queridas “viejas” de Familiares de Desaparecidos, la esencia misma de ese espíritu de coalición política, tan necesario para consolidar la imprescindible unidad.

La tercera fortaleza tiene que ver con la campaña electoral interna recién finalizada. Supo marcar sus posturas con la altura necesaria y la energía suficiente como para no desairar a sus oponentes ni decepcionar a los miles de militantes que reclamaban y reclaman firmeza, unidad y acción. Esa llave triple –unidad, firmeza y acción– fue la clave para que el mensaje del candidato ganador se abriera paso en las internas del partido y cosechara el triunfo.

Y la cuarta fortaleza que deseo subrayar es la clara visión que ha marcado respecto a las diferencias que deben establecerse entre el partido de gobierno y el gobierno en sí. Una mala combinación, fatal para la izquierda, es la ambición política mezclada con la cultura de aparato, que es la más pesada herencia de la vieja izquierda del siglo XX. Javier Miranda, a estar por sus dichos y por su trayectoria personal, tiene claro que la cultura de aparato vertical debe ser sustituida por la cultura de organización horizontal y que la ambición política –legítima y deseable en quienes tienen esa vocación– jamás debe usar la escalera del partido para subir a la azotea del gobierno.

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El diario del lunes es el blog de Fernando Butazzoni en EnPerspectiva.net. Como no podía ser de otra manera, actualiza todos los lunes.

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