Blogs

Urquiza esq. Abbey Road
Carlevaro para todo el mundo

Facebook Twitter Whatsapp Telegram
Abel-Carlevaro-mosaico-videowerk-li-ok-ok

videowerk.li

Por Eduardo Rivero ///

A la memoria de Amílcar Rodríguez Inda, mi maestro.

—¡Increíble! ¡Increíble! —gritaba una y otra vez Jorge en el teléfono—. ¡No te hacés una idea lo que es esa liquidación de discos! ¡Por lo que cuesta uno te llevás diez! ¡Y hay miles de discos barrocos!—concluyó con el entusiasmo a tope.
—¿Dónde es?
—¿Viste el local de Antar en 18 y Roxlo, ese de frente angostito y que sigue y sigue para el fondo? Bueno, es ahí. ¿Vamos hoy?

Era el invierno de 1971 y la música barroca empezaba a interesar a un núcleo cada vez mayor de pibes aspirantes a ser músicos, con muy poco conocimiento de causa y no poco esnobismo. Pero también con ganas de aprender y disfrutar. Y lo que ocurría es que el sello Antar-Telefunken, lanzado en 1957, había cerrado sus puertas, tras editar a nombres sudamericanos esenciales de la música popular como Atahualpa Yupanqui, Astor Piazzolla, Horacio Salgán, Ariel Ramírez y músicos uruguayos como el pianista Luis Pasquet y el guitarrista Abel Carlevaro, además de representar a importantes sellos europeos de música culta, y entonces en la disquería de 18 y Roxlo liquidaba todas sus existencias a precios realmente ridículos.

Esa tarde, Jorge Galemire y yo, arrasamos con todo. Nos surtimos de barroco y algunas otras cosas y nos tomamos un 103 de regreso al barrio, cada uno con una regia pila de long plays bajo el brazo. Nos hicimos de una versión memorable de Las cuatro estaciones de Vivaldi por Los solistas de Zagreb, y por la misma orquesta, música de Mozart como la divina Eine kleine nachtmusik.

Galemire se compró un disco llamado El advenimiento del estilo clásico que resultó ser maravilloso y que yo no compré, lo que me valió ser blanco de sus burlas de por vida. Descubrimos que el barroco italiano no se agotaba en Antonio Vivaldi, y así conocimos obras delicadísimas de Arcangelo Corelli, Giovanni Battista Pergolesi, Pietro Locatelli y Benedetto Marcello. De Vivaldi llevamos también los doce conciertos que forman L’Estro Armonico.

Pero sobre todo descubrimos a Bach a través de un álbum de dos discos con una fantástica versión de los seis Conciertos brandenburgueses nada menos que con Jascha Heifetz como violín solista. La imperecedera música de Bach, con su estructura racional y arquitectónica y a la vez la puerta de acceso a ese punto exacto donde la matemática se toca con la poesía, de inefable belleza, profunda religiosidad y celestial armonía, nos cautivó para siempre.

Dentro de ese descubrimiento, desempeñó un papel fundamental el más modesto de todos los discos comprados ese día. Modesto no por la música –sublime– ni por el intérprete –descomunal– sino porque estaba ensobrado en una triste tapa de emergencia y no en la original: con la menos imaginativa de las tipografías y sobre una pobre cartulina gris decía simplemente "Abel Carlevaro 2° Recital de Guitarra".

Hice de ese disco mi favorito entre todos los adquiridos esa tarde. Lo escuchaba una y otra vez. Pero no el disco completo, curiosamente: más que nada la cara uno, ocupada por cinco piezas de Bach para laúd traducidas para guitarra, dejando de lado los autores latinoamericanos como el paraguayo Agustín Barrios, el brasileño Heitor Villa-Lobos y el propio Carlevaro, que estaban en la otra cara de la placa.

Carlevaro-Antar-Telefunken-portada

Portada original del disco 2º recital de guitarra de Abel Carlevaro editado por el sello Antar.

Había algo mágico en esas cinco piezas de Bach –Preludio, Bourrée, Zarabanda, Gavotte en Rondeau y Allegro– que Carlevaro tocaba en un tempo relajado, señorial, con un sonido de una nobleza exquisita y una articulación perfecta, leyendo las notas y lo que está detrás de las notas, contenido latente que muchos intérpretes, fascinados por la habilidad circense de los dedos lanzados a velocidad, olvidan leer.

Yo era un pibe de 19 años que nunca había oído a Bach, pero la interpretación de Carlevaro me llenaba los ojos de lágrimas. Es curioso, porque hoy día, se sigue valorando a Abel Carlevaro como docente y técnico revolucionario en el arte de la guitarra, pero de algún modo se ha dejado de lado el elogiarlo como el guitarrista único que fue.

Me tiraba en la cama, apagaba la luz y dejaba que Bach y Carlevaro me llevaran a descubrir nuevos mundos. Juré que algún día estudiaría guitarra “en serio” y que ello me permitiría tocar la Gavotte en Rondeau, que era de las cinco la pieza que más me emocionaba por su cantarina y etérea belleza. Pude cumplir ambas cosas, aunque muchos años después. Sentado con mi guitarra frente a mi maestro, el inolvidable Amílcar Rodríguez Inda en el consevatorio Falleri-Balzo, logré tocar esa pieza y, mientras lo hacía, pude comprobar que la vida valía la pena.

Amílcar me enseñó durante cinco inolvidables años, utilizando la célebre Nueva Escuela de Guitarra desarrollada por Abel, y que ha posicionado al Uruguay en el mundo con el mismo logro ecuménico que los goles de Luis Suárez.

Me volví loco hasta dominar sus fórmulas de arpegios, practiqué los ejercicios de mano izquierda y mano derecha, acaté sus recomendaciones de todo tipo para una postura perfecta frente al instrumento, y me regocijé especialmente con la sorprendente “técnica de pinzas” para eliminar el clásico ruido parásito de la mano izquierda al deslizarse sobre el entorchado metálico de las tres cuerdas superiores, que tanto molesta en las grabaciones de tantos guitarristas célebres.

Aprendí quién era Abel como docente y la repercusión universal de su técnica, que colocó a la escuela de guitarra uruguaya en lo más alto de la consideración mundial. Y mientras aprendía todo eso, seguía disfrutándolo inmensamente –como hasta hoy– con su talento de intérprete.

Carlevaro nació en Montevideo en 1916 –la cultura uruguaya festeja en este 2016 su centenario– y murió, en plena actividad de docente, concertista y compositor, en Berlín, en 2001. Fue discípulo del gran Andrés Segovia, el más fiel representante de la escuela clásica de guitarra, que Abel dinamitó cordialmente agregando el fruto de su infinito trabajo de investigación y logrando potenciar y actualizar el instrumento a niveles increíbles.

portada-abel-carlevaro-ok-300

Portada del libro Abel Carlevaro. Un nuevo mundo en la guitarra.

De él ha dicho la publicación Guitar Review: “Carlevaro desarrolló un sistema lógico y completo que no solo nos provee de soluciones elegantes para los más intrincados problemas técnicos de la guitarra, sino también ha abierto nuevos horizontes para la interpretación”. Su vida, su obra, su técnica ha sido abordada en forma especialísima por su discípulo y colaborador Alfredo Escande en su recomendable libro Abel Carlevaro. Un nuevo mundo en la guitarra.

Como investigador y docente no tuvo parangón, pero yo sigo admirándolo como virtuoso guitarrista. Ni sus contemporáneos como Segovia, Narciso Yepes, John Williams o Julian Bream, ni sus discípulos, entre quienes está el “quién es quién” de la guitarra uruguaya como Álvaro Pierri, Eduardo Fernández, Juan Carlos Amestoy, José Fernández Bardesio o César Amaro, entre muchos otros, han logrado emocionarme como el propio maestro, con su sonido noble, grandote, exquisito y de tanta perfección técnica como sabia lectura del alma de los autores.

Recientemente el sello Ayuí reeditó sus viejos vinilos en una impresionante serie de discos compactos entre los cuales están Recital de Música Española, 20 microestudios –de su autoría– y el monumental disco doble Abel Carlevaro en estudios de grabación que entre muchísimas otras obras trae la versión remasterizada de mis adoradas cinco piezas para laúd incluidas en aquel disco editado originalmente en 1960 y que yo compré en la memorable liquidación de cierre del sello Antar-Telefunken. Dicho sea de paso, la Gavotte en Rondeau todavía me demuestra que vivir vale la pena.

***

Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

Enlaces externos
Se inicia el año del centenario de Abel Carlevaro, Emisora del Sur
Centenario de Abel Carlevaro, programas 1, 2, 3 y 4, Emisora del Sur
12 Cuerdas, un documental sobre Abel y Agustín Carlevaro (dir. Enzo Casiraghi, Inés Errandonea, 2009), partes 1, 2, 3 y 4

Foto principal: Abel Carlevaro, mosaico de imágenes del documental A Guitar Lesson with Abel Carlevaro, de Oliver Primus y Patrick Zeoli, grabado en Winterthur, Suiza, 28 de mayo de 1997. Crédito: videowerk.li.

Comentarios