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Urquiza esq. Abbey Road
Dylan encuentra a Sinatra

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Portada de Shadows in the Night, de Bob Dylan. Crédito: bobdylan.com

Portada de Shadows in the Night, de Bob Dylan. Crédito: bobdylan.com

Por Eduardo Rivero ///

¿Puede alguien que canta con la voz de un pato engripado ser considerado un gran cantante? En el mágico mundo de la música popular es perfectamente posible, un mundo donde no solo las voces educadas hacen carrera. Bob Dylan –el tal pato engripado– es un cantante maravilloso, pese a su timbre metálico, sus inflexiones locas e impredecibles y su entonación extravagante y a veces al borde de la desafinación. ¿Que no canta “lindo”? Claro que no. Pero no por ello deja de ser excepcional.

Si algo le faltaba era inscribirse dentro de la enorme corriente de gente surgida en el rock que ha sucumbido al embrujo de lo que suele llamarse el Great American Songbook, el incomparable e imbatible cancionero de standards del pop estadounidense. Compositores como Cole Porter, Rodgers y Hart, George e Ira Gershwin, Jerome Kern, Irving Berlin o Johnny Mercer generaron entre los años 20 y los 50 cientos de canciones de una hermosura eterna, popularizadas en musicales de Broadway o inmortalizadas en filmes de Hollywood. Canciones tan inmensas como Anything Goes, My Funny Valentine, Night and Day, Love is Here to Stay, Manhattan, The Way You Look Tonight o Laura, por citar apenas unas pocas.

Desde Rod Stewart hasta Lady Gaga, pasando por George Michael, Sinéad O’Connor y hasta el mismísimo Paul McCartney, han sido seducidos por este cancionero descomunal y han registrado, con mayor o menor suerte, su álbum de standards. Nadie esperaba, sin embargo, que Bob Dylan hiciese el suyo, pero está aquí y se llama Shadows in the Night, editado por Columbia en febrero de este año. Es el álbum de estudio número 36 en la carrera de Dylan y el más sorprendente de todos. Junto al de McCartney figura, por lejos, entre los mejores intentos de sumergirse en ese catálogo incombustible.

Video: BobDylanVEVO

Dylan eligió diez canciones que alguna vez fueron cantadas por Frank Sinatra, sin incluir las más famosas, y las grabó –junto a otras 13 que no entraron en el álbum– en el mismo estudio de Capitol Records en Los Angeles donde la Voz grabó en sus años más fértiles, y tocando en vivo junto a sus músicos y sin auriculares, como se hacía hace muchas décadas. Rodeó su peculiar voz con orquestaciones que nada tienen que ver con las que Nelson Riddle o Billy May escribían para Sinatra, utilizando bronces y maderas en un tono sombrío y no brillante, y sustituyendo los violines por una fantástica guitarra pedal-steel a cargo de Donny Herron.

El resultado de esa peculiar instrumentación aplicada a estas diez baladas oscuras, sumada a la voz del Dylan de siempre –ahora en un tono más bajo y ciertamente dramático– es irresisitble. El disco es maravilloso, y ha sido unánimente elogiado por la crítica. De I’m a Fool to Want You que lo abre a That Lucky Old Sun que lo cierra, pasando por temas memorables como What’ll I Do o el clásico francés Les feuilles mortes, el disco es un extraño e increíble homenaje a Sinatra, de quien ha dicho Dylan: “Frank es la montaña que hay que escalar”.

Video: BobDylanVEVO

Más allá de cualquier juicio que pueda hacerse sobre el modo en que Dylan encara estas canciones, me emociona escuchar a un Dylan diferente, en el último tramo de su vida, cantando con su voz de papel de lija, con esa infinita ternura y esa sabia melancolía que solo alguien que ya ha vivido puede volcar, soltando su voz desde dentro de esa mochila de viejas dichas pero también dolores, cuentas pendientes y heridas no cerradas que todos cargamos. Mucho más que un nuevo disco de Dylan, entonces. Sencillamente ineludible.

Shadows in the Night, de Bob Dylan
Columbia, 2015

Video: BobDylanTV

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza todos los miércoles.

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