Editorial

Ancap, reestructura y combustibles caros: ¿Pedir disculpas?

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Por Emiliano Cotelo ///

El lunes pasado autoridades de Ancap y del Poder Ejecutivo convocaron a una conferencia de prensa para dar a conocer el balance de la empresa correspondiente al año 2016. Allí se confirmó que, después de cinco años consecutivos de pérdidas que sumaron 800 millones de dólares, esta vez el saldo fue un número positivo: 15 millones de dólares.

La noticia es, por un lado, un alivio: se cortó la hemorragia y empieza a dar resultado la reestructura que el gobierno de Tabaré Vázquez viene implementando desde comienzos del año pasado, luego que finalizó su trabajo la comisión investigadora del Senado y que se votó en el Parlamento una capitalización de 622 millones de dólares, imprescindible para sacar a Ancap del CTI.

Es, sí, un alivio. Pero un alivio agridulce. Y, también, el disparador de reflexiones de fondo que no siempre encaramos.

Pedir disculpas

Empiezo por un comentario que hizo Guillermo Fossati en La Mesa de este miércoles. Después de preguntarse si había algo para festejar, agregó: “Lo primero que correspondía era pedir disculpas” a la población por los precios altos de los combustibles que estamos pagando en el mercado interno (que se suma a la deuda por la capitalización que cargaremos todos en el futuro).

Esa idea, la de “pedir disculpas”, me pareció muy removedora.

Está claro que, aunque no es el único, un factor importante en la recuperación de los números de Ancap es la decisión política que se tomó de no rebajar las tarifas de los combustibles acompañando la caída, de 26%, que el petróleo tuvo el año pasado en los mercados internacionales. Esto no lo inventaron ni Fossati ni los dirigentes de la oposición. La propia presidenta del directorio, Marta Jara, lo reconoció en la (breve) entrevista de este miércoles, aquí En Perspectiva. Cuando yo le pregunté si en caso de haber trasladado el abaratamiento del crudo a los precios internos Ancap habría vuelto a tener números rojos, contestó: “Por supuesto”. Incluso avaló un cálculo del diario El País según el cual esa resolución le había permitido a Ancap “hacer caja” por unos 52 millones de dólares.

Comparaciones

Los uruguayos soportamos combustibles caros en la comparación internacional. Según datos de la consultora SEG Ingeniería, en enero pasado el gasoil uruguayo era el más caro de la región, US$ 1,46 el litro, contra U$S 1.07 en Argentina, U$S 1.00 en Brasil y US$ 0.76 (la mitad) en Chile. Y la nafta uruguaya era también la más cara: US$ 1.61 por litro, contra US$ 1,20 en Argentina, US$ 1,21 en Brasil y US$ 1.17 en Chile (28% menos por debajo de Uruguay).

Perjudicados

Y tarifas así de altas nos perjudican a todos, en primer lugar a la hora de desplazarnos, ya sea en ómnibus, en moto o en auto. Pero también nos afectan indirectamente, porque encarecen los costos de producción, y eso pega en muchos de los artículos que compramos. Y, por último, atentan contra la producción nacional en su competencia con importados y, ni que hablar…, en su competencia en los mercados internacionales, lo que pone en riesgo la continuidad de numerosas empresas y, como consecuencia, la seguridad de cantidad de puestos de trabajo.

Efectivo al toque

¿Había alguna alternativa que permitiera obtener ese dinero evitando, por lo menos, algunos de esos impactos, por ejemplo en los costos de producción? No lo sé.

Más deuda pública no podía contraerse. Entonces, si ese otro camino existía, seguramente implicaba crear o aumentar impuestos que fueran más focalizados. Y esa discusión iba a ser engorrosa y larga. La ventaja de recurrir a las tarifas de los combustibles es que se consigue “efectivo al toque” (como dice ese aviso de una financiera), sin necesidad de pasar por el Parlamento y sin el “costo político” de la introducción de un tributo más, cuando tenemos una presión impositiva tan alta. Pero, en el fondo, estamos hablando de lo mismo, porque, como decía hace pocos días el intendente Daniel Martínez, “no hay árboles que den billetes”, y acá se necesita billetes para enderezar a esta empresa que estuvo escorada y a punto de irse a pique.

Sinceramiento

Tal vez, entonces, no teníamos otra opción y era ineludible usar, una vez más, como ha ocurrido tantas veces en el pasado, a los combustibles como impuesto encubierto (o, si ustedes prefieren, como fórmula fácil de recaudación).

Por eso mismo no estaría mal que se pidiera disculpas a la población.

No es algo que los gobernantes o los políticos suelan hacer. ¿Alguien recuerda a gobernantes colorados o blancos pidiendo perdón por las consecuencias de sus errores? Pero, aún si existiese una tradición de hacerse los distraídos, vendría muy bien romperla y decirle a la gente: “Uruguayos, les pedimos disculpas. A nuestra fuerza política se nos fue de las manos la conducción de Ancap, y hoy por hoy no tenemos otra alternativa que hacerles pagar a ustedes el costo del saneamiento de la empresa, sacándoles dinero de la billetera y poniendo en riesgo, incluso, varios de sus empleos.”

Alguien paga el voluntarismo

De paso, el caso de Ancap permite comprobar otra cosa, que puede parecer obvia pero que no se discute con honestidad: El voluntarismo en la conducción de un ente autónomo no resulta inocuo. Tiene costos y esos costos los paga la gente.

Como habrán notado, en este editorial yo no hablé siquiera de la eventualidad de corrupción. Eso, en todo caso, está investigándolo la justicia. Lo que indiscutiblemente ocurrió en Ancap fue que, incluso esgrimiendo objetivos loables y bienintencionados, sus directores “se pasaron de la raya” e hicieron que esa empresa asumiera compromisos desmesurados, más allá de sus posibilidades y las del Estado mismo.

Bueno, esas confusiones no son gratis. En algún momento recaen en la población, incluso en aquellos sectores que, supuestamente, se pretendía apoyar con algunas de las medidas que se adoptaba.

Esperanza condicionada

Yo celebro que el nuevo directorio de Ancap esté trabajando con seriedad, ajustando cada uno de los tornillos de esa organización, como explicaba la ingeniera Jara.

Por citar un caso, Alur, una de las subsidiarias de Ancap, tuvo en 2016 pérdidas por US$ 9 millones, cuando en años anteriores había tenido ganancias. ¿Y por qué sucedió eso? Porque, al igual que en otros sectores, se decidió ajustar a la realidad el valor de los activos “en función de su capacidad de generar ingresos”, computando los deterioros que hubiere que aceptar.

Son varias las medidas sensatas de ese tipo que se han adoptado, como la de vender Caba, otra de las empresas privadas hijas de Ancap, que se dedicaba a la producción de bebidas alcohólicas y hasta perfumes, un absurdo que se toleró mucho más allá de lo razonable; o el manejo de la deuda, que permitió, ya en el primer año, ahorros sensibles en el monto de los intereses.

También destaco el hecho de que Marta Jara lleva apenas nueve meses en funciones, que el directorio actual recién se completó en junio, y que hubo que esperar hasta octubre para incorporar, por concurso, un gerente general que faltó durante años.

Y me ilusiona escuchar que en la unidad de producción de cemento portland, que sigue dando pérdidas, se está preparando un plan “que nos va a permitir conseguir un ahorro genuino”.

Pero, al mismo tiempo, sé que este directorio no hace lo que quiere. Que los criterios de eficiencia empresarial no pueden aplicarse de manera automática. Que sus pasos están filtrados por consideraciones políticas que llegan, en primer término, del Poder Ejecutivo y, más allá todavía, de los sectores del Frente Amplio y hasta del PIT-CNT. Y eso me lleva a poner un signo de interrogación sobre la profundidad de la reconversión de ANCAP que se está ejecutando.

Por ejemplo, ¿habrá espacio para analizar sinceramente y con frialdad si cerramos o no la producción de cementos? ¿Y para preguntarse si tiene sentido mantener la refinería o conviene más importar las naftas ya prontas? O para preguntas más incómodas aún, como la mirada estratégica que proponía Teresa Herrera sobre si el modelo de negocios de Ancap es viable en el mundo que se viene. O la que planteaba el miércoles un oyente, Juan José, que advertía: “Ancap no es el futuro”: “El petróleo es finito. ¿Se justifica seguir invirtiendo en una empresa como esta cuando el futuro pasa por otras energías?”

Por lo menos, agradecimiento

Vuelvo entonces al comienzo: Yo creo que vendría bien pedirle perdón a la población por el precio alto de los combustibles. Y si el gobierno no se anima a tanto, por lo menos agradecerle a la gente el esfuerzo que está haciendo, obligada, debido a decisiones y planes sobre los cuales no se le consulta.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 31.03.2017, hora 08.05

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