Editorial

Esas de nenas no tienen nada

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Por Fernanda Boidi ///

La tradicional calma noticiosa de principios de año se vio abruptamente interrumpida por la información del procesamiento de varias personas por explotación sexual de menores. El lamentable episodio que suscitó amplia cobertura en una época donde usualmente hay poco para reportar, contaba con todos los ingredientes para despertar el interés, el morbo y las reacciones más viscerales de la audiencia.

Los hechos y el tratamiento mediático y social dejaron sobre la mesa varios temas para la reflexión.

De acuerdo a la información de público conocimiento, y pese a que algunos de los actos que llevaron al procesamiento fueron perpetrados en las propias unidades de la empresa, la justicia no encontró responsabilidad de Cutcsa en los hechos. Es más, la empresa rápidamente deslindó responsabilidad, negó asistencia legal a los implicados, y más tarde despidió a los trabajadores procesados, mientras que reportó continuar con las investigaciones internas. No tengo particular simpatía por Cutcsa, pero creo que vale la pena cuestionarse si está bien que el nombre de la empresa haya aparecido en cuanto titular y cobertura mediática hubo sobre el tema, quedando por tanto asociado a un hecho negativo. Era información contextual, de relevancia para entender la noticia, se dirá. Puede ser. Pero al menos me parece que amerita detenerse un minuto a pensar sobre las consecuencias de las asociaciones y declaraciones públicas que muchos de nosotros hacemos muy sueltos de cuerpo.

Mucho más que la afectación o no de Cutcsa, me preocupan las extendidas  reacciones de condena a las víctimas y la violación de la privacidad en redes sociales amparados en el anonimato.

Los matices que se ponían a la culpabilidad de los ahora procesados se apoyaban en “evidencia” de videos de contenido sexual explícito de las chicas implicadas, y que rápidamente se viralizaron. Sigo sin entender cómo podemos seguir apropiándonos de material privado, analizarlo y difundirlo como si se tratara de un programa de televisión, como si la conducta de cada uno de los que reciben, abren, comentan y comparten estos videos no tuviera consecuencias terribles sobre el destino de las personas cuyas vidas quedan expuestas al público y que, precisamente por ello, cambian para siempre.

En este caso se trata de material vinculado nada menos que a un delito, pero lo mismo corre para cualquier foto o video íntimo que termina volviéndose viral al margen de las intenciones de sus protagonistas. Lo privado se vuelve público, descontroladamente público, pero sólo porque muchos individuos son artífices anónimos, impunes, de esa bola de nieve, sin sentirse responsables por ello, ni por serlo ante la justicia. Me parece que en este ámbito hay mucho por discutir, por conscientizar y por reglamentar.

Volviendo al centro del asunto… “Esas de nenas no tienen nada”, “A esta edad las gurisas vuelan ahora”, rezaban algunos de los comentarios en portales de noticias y redes sociales ante los artículos sobre el caso, pero también en más de una charla de bar o de playa. El eje de la cuestión era que las conductas de las menores no eran típicas de adolescentes “bien criadas”, y que además resultaba claro que habían otorgado su consentimiento y hasta sacado algún partido de su conducta.

Responsabilizar a las menores vulneradas de la situación a la que fueron expuestas no hace más que revictimizarlas. Su pasado, su conducta, sus valores, carece de relevancia cuando se cruza la línea del abuso por parte de los adultos.

Qué valores tienen los jóvenes hoy, cómo llegaron las víctimas a esta situación, qué responsabilidades caben a los padres, son todas discusiones muy válidas que deberían también darse. Pero, mientras no se cambie la legislación modificando la mayoría de edad, las nenas son nenas, y es responsabilidad del Estado (quisiera pensar que aún también de la sociedad) protegerlas.*

*¡Claro, los nenes también son nenes y aplica la misma lógica!

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 01.02.2015, hora 08.05

Sobre la autora
Fernanda Boidi es doctora en Ciencia Política por la Vanderbilt University, EEUU, directora de Insights Research & Consulting y coordinadora regional para el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP). Integra de La Mesa de Politólogos de En Perspectiva.

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