Editorial

Irreductibles orientales

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Por Daniel Supervielle///
@cololinoneptuno

En 2016 me tocó compartir junto con colegas de todo el mundo un programa para profesores de comunicación en Estados Unidos. Allí conocí a nepalíes, rusos, chinos, estonios, ghaneses, sudaneses y rumanos entre otras 18 nacionalidades, cada cual más interesante.

Una de las colegas con quien entablé gran amistad fue la profesora de India Mausumi Bhattacharyya, de la Universidad Visva-Bharati, fundada por el escritor y premio Nobel Rabindranath Tagore. Durante el período de adaptación en Ohio University, cada profesor debía realizar una presentación de su país. Mi amistad con Mausumi se inició en el almuerzo luego de presentar a Uruguay. Recuerdo que, con gran educación, se sentó en la mesa y me dijo que le llamó la atención el número de la población de Uruguay. Me preguntó si era correcto lo de 3.400.000 personas. Sugirió que me había faltado un cero. Acto reflejo miré los papeles: según el censo de 2013 el número mencionado estaba bien. No somos treinta millones como creía Mausumi.

Al ver que la información era correcta, me dijo: “Es una población más pequeña que un pequeño barrio de Nueva Delhi”.

Un comentario inocente que me quedó picando.

India es el segundo país más poblado del mundo. Según datos oficiales finalizó el 2015 con una población de 1.300 millones (1.311.050.527) habitantes, un aumento de 15 millones y medio (15.758.984) de personas en relación a 2014.

Para tomar conciencia del tamaño de nuestra población, busqué información comparativa. Comparto algunas cifras que encontré: Acá cerca, en Brasil, la ciudad de Sao Paulo posee una población de poco más de 12 millones de habitantes (datos de 2016). Pero vaya otro dato: según revistas especializadas los fanáticos del FC Barcelona en el globo se estiman en alrededor de 340 millones. Busquemos otros rubros: Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado en 2014, en el mundo había unos 285 millones de personas con discapacidad visual, de las cuales 39 millones son ciegas y 246 millones presentan baja visión.

Y, para cerrar las comparaciones, busqué un tema de actualidad por el choque de civilizaciones que vivimos: el islam. No existe unanimidad en cuanto a la cifra exacta de musulmanes que hay en la actualidad. Las estimaciones varían entre la visión moderada de 800 millones y la excesiva que los sitúa cerca de los 1.500. Posiblemente, el número real deba estimarse en torno a 1.000 millones, según varias fuentes consultadas en Internet. Danza de millones de personas con cortes diferentes: censos poblacionales, fútbol, salud y religión.

Como en Asterix, la genial historieta francesa de René Goscinny y Albert Uderzo, cada vez más nos parecemos a su pequeña aldea de irreductibles galos. Nos parecemos por la descripción, pero no tanto por lo de valientes para enfrentar los desafíos del porvenir. Nos parecemos por pequeños en todas sus acepciones; somos un puñado de orientales atascados en la discusión de nuestros pequeños grandes problemas irresolutos como lo es la voracidad desmedida de nuestro Estado, la discusión eterna sobre la educación pública, la aversión al riesgo de nuestros empresarios y la ausencia de una visión que entusiasme sobre el país que queremos ser.

Las poblaciones de los países vivos en el mundo se multiplican, crecen y se reinventan. En ese escenario vamos los uruguayos con nuestro atrofiado estado batllista a cuestas, estudiando en la Universidad de la República con la aspiración de irse del país o de trabajar en un ente público y -para peor- teniendo pocos hijos. Una visión nada alentadora, pero lo suficientemente provocadora como para hacernos reaccionar y darnos cuenta de que si nuestro país, con una población de tan solo 3.400.000 personas no se une para zanjar sus diferendos, no habrá en el futuro poción mágica que nos salve de ser –literalmente– igual que un barrio pequeño de Nueva Delhi.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 15.02.2017

Sobre el autor
Daniel Supervielle es periodista, analista político y profesor universitario. En sus tiempos libres escribe novelas de ficción.

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