Editorial

Chau, Venezuela

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

El Mercosur le dijo adiós a Venezuela. En realidad el Mercosur le dijo adiós a la Venezuela chavista luego de varios meses de idas y vueltas en una verdadera telenovela, que mostró cuánto le falta a este bloque en materia de  consolidación institucional.

Le dijo adiós de una forma dura, pues por la vía de los hechos, el gobierno de Nicolás Maduro está fuera de toda decisión del Mercosur. Le guste o no le guste, Brasil, Argentina, Paraguay y finalmente también Uruguay resolvieron terminar con esta crisis para tratar de darle al Mercosur un enfoque comercial que parecía definitivamente perdido.

Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay no solo le dijeron ‘no va más’ a la participación de otro país en un bloque comercial. También le dijeron ‘adiós’ a una forma particular de hacer política, que se puso de manifiesto desde el ingreso de Venezuela al bloque regional y que además fue admitida por la propia canciller venezolana: si no le abren la puerta, tratará de entrar “por la ventana”.

La verdad es que en este caso, la ‘ventana’ también estaba cerrada y el viaje de Delcy Rodríguez a Buenos Aires, como el que hizo un día después a Montevideo, de poco sirvió. El gobierno de Maduro puede pensar que esa forma escandalosa de relacionamiento con sus pares puede darle rédito. Pero en esta parte del mundo rinde más seguir los carriles normales y mantener el buen relacionamiento.

Caracas, por falta de habilidad política, se perdió la oportunidad de participar en un bloque comercial que podría, si no ahora, tal vez a futuro, haberle hecho un aporte interesante a su comercio exterior.

El problema arranca en la concepción: Venezuela, desde Hugo Chávez para adelante, nunca vio el Mercosur como lo que era desde su origen, esto es, un  conjunto de países asociados con fines comerciales. Desde el vamos, los discursos de Chávez, invitado al Mercosur, iban en un sentido distinto: el de la integración política latinoamericana por oposición a un supuesto ‘imperio’ que solo quería el mal para esta parte del planeta.

Esa fue la Venezuela a la que en 2012 Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y José Mujica hicieron entrar al Mercosur con Paraguay suspendido, y desde el vamos los tres podían imaginar cuántos problemas podía acarrear al Mercosur la incorporación de un país con agenda propia y objetivos tan distintos.

El ingreso de Venezuela, en esas condiciones y sin definir condiciones, terminó confirmándose como un error, no porque la integración regional lo sea, sino porque contribuyó a profundizar la desnaturalización del Mercosur, que pasó de bloque comercial a plataforma político-discursiva y poco más.

Ahora Venezuela activó el Protocolo de Olivos y en los corrillos diplomáticos se comenta que de poco servirá. El canciller Nin Novoa dijo que el intento de su par venezolana de ingresar por la fuerza al Ministerio argentino de Relaciones Exteriores fue un hecho “grave”. Y tiene razón. Huelgan las explicaciones.

También fue un hecho contraproducente para los intereses venezolanos en el Mercosur, porque no hizo sino mostrar el total desfasaje entre las formas de concebir la relación entre países entre los cuatro socios que crearon el Mercosur y el actual gobierno venezolano.

Ahora el Mercosur tiene un enorme desafío por delante, mientras determina si Venezuela queda con algún estatus que le permita, a futuro reincorporarse a los trabajos del grupo. El Mercosur tiene el desafío de consolidarse para abordar las negociaciones con la Unión Europea; de definirse sobre su flexibilización para que los socios puedan encarar negociaciones bilaterales; y de terminar de limar las asperezas que quedaron del frustrado traspaso de la presidencia pro témpore de Uruguay a Venezuela.

Esa tarea le tocará a Argentina, que asumió la conducción del grupo.

Al gobierno de Tabaré Vázquez, en tanto, le tocará maniobrar entre el interés del país por sacar al Mercosur de la parálisis, y esa suerte de bipolaridad que exhibe el Frente Amplio al apoyar al mismo tiempo, sin miramientos, al gobierno de un país que por motu proprio cierra puertas. Y ventanas.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 21.12.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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