Editorial

La cara de Uruguay

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Uruguay está a punto de ingresar a un selecto club de países que reciben tantos turistas anualmente como población tienen.

Considerando esta buena noticia, debería preocuparnos más el estado actual en el que se encuentra Montevideo, que es la principal puerta de entrada para el turista que llega al país.

Cuando hablo del estado actual de Montevideo no me refiero a los sprays vaciados al pasar en monumentos y paredes, que distan de ser intervenciones artísticas; tampoco hablo de las pegatinas habituales en muros cuyos propietarios o responsables ya los entregaron con resignación al dominio público. Hablo de lo tremendamente sucia que está la ciudad.

Una ciudad volcada al río, con edificios de valor arquitectónico innegable, espacios verdes que muchos envidiarían, está sumida en un mar de papeles, colillas de cigarrillos, restos de comida, bolsas de nylon, y salpicada de contenedores desbordados.

No puedo evitar preguntarme qué tenemos en la cabeza en estos tiempos que impide que veamos lo importante de mantener a la capital del país limpia porque…  créanme: el problema de la basura urbana en Uruguay se circunscribe en buena medida a Montevideo.

Lo fácil, en este punto, es sacar el hacha de guerra y hacer lo que están haciendo por estas horas algunos políticos de oposición: pegarle a la intendencia y al intendente Daniel Martínez. Eso es política y poco más. No me malinterprete: no le quito responsabilidad a esta gestión de Martínez, ni a ninguna otra de las anteriores del Frente Amplio.

En casi 30 años en la Intendencia el problema de la basura sigue siendo eso, un problema. El Frente Amplio y sus diferentes intendentes no han logrado construir no ya una solución, sino verdadera conciencia de que una ciudad es un espacio común y compartido. Fueron capaces de montar en pocos meses un sistema de fiscalización del tránsito de última generación, que ayudará o no a mejorar las estadísticas de siniestralidad pero que con toda seguridad engrosará las arcas públicas. Pero en casi tres décadas Montevideo sigue sucia como pocas capitales del planeta. Y el que piense lo contrario que se tome un avión, vaya y vea.

El problema no es solo de la Intendencia. Está quien abre un envoltorio y lo tira; quien toma una bebida y tira la tapita por un lado y el envase por otro, quien no le enseña a sus hijos a no ensuciar. La lista es larga y conocida y por cierto no es generalizable, porque no se puede poner a todos los habitantes de esta ciudad en la misma bolsa. Hay quienes hacen su parte y son muchos. El problema es que la desidia tiene más impacto.

Por otro lado es evidente que cuando se produce una medida de protesta que afecta la recolección de residuos el efecto es extremadamente distorsivo. Recuperar el tiempo perdido mientras la basura se pudre en la calle y la gente sigue sacando su basura a la calle convierte la tarea en una suerte de desafío exponencial.

Al problema se suma el hecho de que en muchas zonas de la capital, algunos comercios sacan sus residuos y los vuelcan en contenedores que son para basura doméstica. A mediados de año, la Intendencia comunicó que el número de comercios que presentaron la declaración jurada exigida por norma para la gestión de sus residuos –que permite explicar cómo se desharán de ellos- se duplicó entre abril y junio en relación a igual período del año pasado.

Es decir, más empresas se comprometen a colaborar cumpliendo esta disposición y a no obstruir el funcionamiento de los famosos contenedores. Claro que otras muchas se saltean olímpicamente el tema y cualquiera que recorra Montevideo con cierta frecuencia lo puede percibir.

¿Qué hacer? Como mínimo, una campaña masiva de concientización, despolitizada y desideologizada. Este no es un problema solo del Frente Amplio o de la Intendencia, por más que sean quienes deben rendir cuentas y buscar soluciones, antes que nadie. Es un asunto de toda la sociedad  montevideana. El tema debería ser el centro de la atención de la gestión de Martínez porque en ello le va la salud a mucha gente. Y por cierto, ya que tanto le apostamos al eslogan de “Uruguay Natural” para vendernos como país turístico, solucionar este asunto en Montevideo sería una forma de que tanto esfuerzo, no se vaya a la basura.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 14.12.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

Comentarios