Editorial

La hoguera de la inquisición

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

En estos días marcados por la falta de actividad y de hechos realmente importantes en la actualidad nacional, se viene procesando una discusión sobre la frase que colocó un comercio montevideano en un cartel delante de sus puertas, y que desató un furor generalizado en las redes sociales. El asunto, por cierto, terminó trasladándose a páginas de periódicos y mereció que incluso la intendencia de Montevideo se ocupara.

El episodio, que podría haber sido apenas anecdótico, terminó mostrando hasta qué punto algunos uruguayos que utilizan las redes sociales pueden llegar al paroxismo.

El café en cuestión colocó en su puerta, en inglés, la frase “no se admiten mexicanos ni perros”. Algunos lo vieron, y –permítanme tomar palabras prestadas- en un ejercicio de “literalidad” extrema, inmediatamente “ataron” a los propietarios del comercio a un poste y encendieron la hoguera virtual. Del otro lado, cuando algún erudito hizo ver que la infeliz frase provenía de un diálogo de la película de Quentin Tarantino “Los 8 más odiados”, aparecieron los defensores de la fracasada humorada.

Los responsables del local como mínimo subestimaron o tal vez incluso no consideraron la posibilidad de que el mensaje no se entendiera como una ironía fuera de su contexto geográfico original, y terminaron por herir sensibilidades. O en su defecto, sobreestimaron la cultura cinematográfica de los uruguayos.

En pocas palabras, le erraron y se metieron en un lío. De ahí a justificar lo que ocurrió después, hay una enorme distancia.

Que personas que ocupan u ocuparon cargos públicos de relevancia lanzaran una suerte de llamado al “escrache virtual”, con todas las consecuencias incluso violentas que eso podría acarrear, me sorprende.

Que un director de la Institución Nacional de Derechos Humanos como Juan Raúl Ferreira haya proporcionado la ubicación del local, me resulta todavía más increíble e inexplicable.

Porque en definitiva, si hubo algún ilícito en la actuación de los comerciantes al poner esa frase, debería determinarlo en todo caso la Justicia uruguaya. No las redes sociales. No se hace justicia ni se defienden los derechos humanos con actitudes que pueden alentar al desprecio, ni fomentando el escrache como forma de defender a aquellos a quienes se pretende salvaguardar. Es una incongruencia que pone a los santos a la misma altura que a los pecadores.

¿Qué va a pasar a partir de ahora cuando vengan los gritos discriminatorios, y esos sí, sin alusiones a películas, desde las tribunas de los estadios? ¿O moleste algún chiste en el teatro, en el carnaval, o en alguna caricatura?
¿Van a reaccionar igual cuando en las redes sociales, tribuna de lo explícito si las hay, se critique salvajemente a las familias sirias que protestan por sus condiciones de vida en Uruguay?

El intendente Daniel Martínez dijo que cualquier cosa que exprese cualquier forma de discriminación debe ser combatida. El problema, sin solución, es quién lo determina…

La frase, en la película que ahora los uruguayos deben preocuparse por conocer, es utilizada más bien en el sentido contrario al que comprendieron sus críticos locales. Es más, existe un libro que lleva ese título y que cuenta la historia de LULAC, la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, fundada en EEUU en el siglo pasado para defender los derechos de esta minoría tan discriminada en buena parte del país del norte.

El título completo de este ensayo es “No se permiten mexicanos, mujeres o perros. El surgimiento del movimiento mexicano estadounidense de derechos civiles”.

A mí no me gustó el intento de bromear del Coffee Shop. Y tampoco me gustan las películas de Tarantino. Al mismo tiempo, soy enemigo de la lapidación.

Pero, al fin y al cabo, vivimos en el país de los uruguayos y las uruguayas, de los ciudadanos y las ciudadanas, de los todos, y las todas, y los tod@s con arroba para que nadie se sienta discriminado y el orador no sea señalado con el dedo. Nos preocupamos del lenguaje en vez de reparar en los gestos propios o colectivos. Y en definitiva, nos quedamos cada vez más en la discusión superficial, mientras nos dirigimos sin freno –y sin mirarnos al espejo- hacia ese mundo de lo políticamente correcto que tanto se parece a la hipocresía.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 12.04.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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