Editorial

¿Uruguayos en extinción?

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Por Daniel Supervielle///
@cololinoneptuno

Cuando el viernes 3 de febrero leí en un bar de Montevideo el suplemento cultural del diario El País, creí que el tema de su portada iba a ser conversación obligatoria entre los líderes de opinión del Uruguay. Con ingenuidad, creí que nuestra clase gobernante iba a acusar el impacto y decir algo. Soñé con voces que discreparan, iniciaran un debate, o sencillamente refutaran las afirmaciones del historiador uruguayo Benjamín Nahum.

Nada de eso sucedió. Silencio de muerte.

¿Qué fue lo que dijo el prestigioso investigador? Dijo: “los uruguayos vamos a desaparecer”. Lo dijo a los 80 años, sin pelos en la lengua, valiente, con una honestidad brutal, directo en la cara como una trompada: “Los uruguayos vamos a desaparecer”.

A lo largo de la entrevista, parado en el lugar sagrado que ocupan los viejos de la tribu, afirmó su preocupación sobre el destino del país que quiere y de los ciudadanos que lo habitamos. “Veo trabajar al obrero acá y me doy cuenta que este país está liquidado, porque el ritmo al que trabaja ese obrero no trabaja ningún otro en Estados Unidos, en Europa, ni hablar el Lejano Oriente. En el mundo un obrero calificado produce cien, acá produce treinta. Así no competimos con nadie. Absolutamente”, sostuvo. Y enumeró todos los problemas que nos han hundido en el pantano del que no queremos salir: el fracaso de las políticas de educación, la longevidad record de nuestra clase dirigente, el terrible problema de las corporaciones sindicales que tienen en jaque la iniciativa y gobernanza del Estado, la carencia de motivación para innovar en Uruguay y la baja natalidad: “Los nacimientos no cubren la tasa de mortalidad de la población uruguaya ¿Eso qué quiere decir? Que se puede hacer la cuenta matemática para saber cuándo los uruguayos vamos a desaparecer”.

Cuando la desesperanza y una visión más propia del no future punk provienen de una voz como la de Nahum no puedo permanecer indiferente y trato de detenerme ante cada palabra. No es la primera vez que alguien plantea el problema de la viabilidad de Uruguay como país y busca provocar una reacción positiva. Lo hizo en 1967 Alberto Methol Ferre en su libro El Uruguay como problema. Allí Methol discrepa con la vocación rentista del Uruguay y la incapacidad nacional de agregar valor a la materia prima. Una nación donde la riqueza no se multiplica, sino que se atomiza cada vez más, no puede nunca generar el espacio para que una población crezca vigorosa.

Los uruguayos se siguen yendo a buscar el futuro afuera y tienen pocos hijos.

Para el statu quo imperante, poner a Paraguay como ejemplo es políticamente incorrecto. La economía del país mediterráneo crece a ritmos por encima de la región y una de sus explicaciones está en que su población económicamente activa es la más alta del continente sudamericano. Paraguay poseía en 2014 el mejor bono demográfico de la región, es decir, su mano de obra es la más joven de todas y esto es un atractivo para los inversionistas extranjeros que dinamizan la economía. Los paraguayos, con toda su terrible historia de sangre detrás, van al frente en este tema.

La entrevista de Nahum debería servir de campana de alarma para nuestros intelectuales y políticos. Porque a sabiendas del problema, ¿cuál es el sentido de seguir apostando con el mismo discurso vacío a un país y a una nacionalidad como si no estuviera en vías de extinción? O: ¿no debería ser diferente el enfoque político y estratégico para una especie –en este caso una nacionalidad y un país– que estarían corriendo el riesgo de desaparecer?

Los problemas del presente en Uruguay están tan sobre diagnosticados como ausentes una propuesta de país para dentro de 30 años. Estamos enfrascados en discusiones sobre un avión presidencial o el mote para referirnos a un nuevo aumento insano de impuestos, o si Netto es o no la reencarnación de José Pedro Varela. Sin embargo, no nos damos tiempo para discutir con pasión sobre el mejor futuro posible y al mismo tiempo vamos aceptando cabizbajos la mezquindad del futuro de la inercia en el que estamos insertos.

Ojalá que la frase revulsiva de Nahum oficie como disparador para elevar el nivel de la discusión pública y nos provoque a todos una reflexión sobre el futuro para que nuestro país no desaparezca por falta de amor.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 08.02.2017

Sobre el autor
Daniel Supervielle es periodista, analista político y profesor universitario. En sus tiempos libres escribe novelas de ficción.

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