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Entrevista central, lunes 21 de noviembre: Roberto Savio

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EC —¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?

RS —Porque en cuatro años Trump no va a poder hacer muchas de las cosas que quiere hacer. Por ejemplo, él entra en Washington, que es una ciudad que no tiene nada que ver con él, con una burocracia que no tiene nada que ver con él, porque los burócratas tienen un sueldo seguro, no tienen ninguno de los dramas que tiene la gente que ha sido desplazada y postergada en el interior del país. No va a ser fácil. Cuando Lenin entró en Rusia y la transformó en la Unión Soviética –y queda claro que no hay punto de comparación entre Lenin y Trump– tuvo que organizar un sistema y la primera cosa que hizo fue pedirle a Trotsky que se ocupase del Ejército, no porque Trotsky fuera un militar sino porque era una persona segura. Y Trotsky creó la Checa, que era un instrumento de información para ver quién de la burocracia estaba en una línea correcta y quién no. Trump no puede hacer la Checa, Trump va a tener un tiempo muy largo para que las ideas que tiene se conviertan en performance, en actuación.

EC —Pero usted tiene la expectativa, supongo, de que con Trump y con otros fenómenos similares en Europa la globalización entre en crisis.

RS —La globalización hoy está en crisis, está en crisis desde hace mucho tiempo, por una sencilla razón: no dio lo que prometía.

EC —Pero ahora cabe la posibilidad de que gobiernos de países del hemisferio norte tomen medidas de reforma, de modificación de esa globalización.

RS —Sí, y ahí está el problema, porque corremos el riesgo de tirar el niño con el agua sucia. Una cosa es la globalización, que era un diseño de contenido muy preciso: vamos a hacer del mercado y del capitalismo sin controles el modelo de crecimiento y de homogenización del mundo. Esa era la globalización. Otra cosa es la internacionalización, en la que trabajamos en un mundo interdependiente y por lo tanto tenemos reglas comunes. Por eso digo que la última vez que hubo un intento de gobernabilidad de la globalización fue en 1973, cuando la Organización de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad la idea de un mundo que cooperaba con reglas de desarrollo que se llamaba nuevo orden económico internacional. En 1981 la llegada de [Ronald] Reagan y [Margaret] Thatcher a la reunión de Cancún, donde se encontraron los jefes de Estado para poner en marcha este plan de acción, significó el fin del multilateralismo. O sea, el fin de la idea de la cooperación internacional.

EC —Aquí entramos en otra de sus inquietudes: la gobernanza.

RS —La gobernanza estaba hecha en este diseño que funcionó para muchas cosas. Estuvo el Consenso de Washington, donde el Tesoro americano, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial decidieron que había que hacer ajustes estructurales en América Latina, África y Asia para eliminar el Estado interventor y regulador para dejar que el mercado fuera el único motor del crecimiento sin ningún control y con la menor regulación posible. La caída del Muro de Berlín en el mismo período en que la idea de que haya un debate político desaparece, porque hay un solo modelo de crecimiento, que es el capitalismo sin control.

Y la eliminación de la separación entre finanzas y economía, de lo cual nunca se habla, pero que para mí es el fenómeno económico más significativo. Porque hoy si usted tiene US$ 968.000 billones puede comprar los productos de bienes y servicios de todo el mundo. Esos US$ 968.000 billones es lo que produce el hombre. El mismo día las transacciones financieras son US$ 40 trillones de dólares. O sea, US$ 40 dólares de operación financiera por cada dólar de producción humana. Las finanzas no tienen ningún organismo que pueda regularlas o coordinarlas. El resultado es que en cuanto se ha hecho esta eliminación de la separación entre banco de depósito y banco de inversión que hizo [Bill] Clinton, después de un largo proceso empezado por Reagan, hemos tenido que pagar US$ 4 trillones de dólares en el mundo para salvar los bancos, porque se han puesto a especular de manera dramática. Todavía quedan US$ 800.000 millones de títulos tóxicos y desde la última crisis económica, la del 2009, los bancos han pagado US$ 280.000 millones de penalidades por actividades ilegales o criminales. Estamos frente a un mundo tan gigantesco que ha salido de la economía real y tiene vida propia por primera vez en la historia. Es el factor de mayor poder en la relación entre economía y política hoy.

Todas estas cosas juntas han creado un mecanismo en el que la política ha sido marginalizada.

EC —Entonces, ¿puede pensarse que incluso alguien como Donald Trump tiene escaso margen para actuar en esa materia?

RS —Donald Trump en este momento tiene una idea muy sencilla, que es que la economía siga el camino de la especulación.

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