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Entrevista central, lunes 5 de febrero: Eduardo Blasina

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EC —¿Cómo hay que entender su relación con el movimiento? ¿Está a un costado?, ¿es un comunicador de apoyo? ¿Cómo llamarlo?

EB —Soy alguien que al movimiento le pareció que podía comunicar bien la problemática que quería expresar, luego cuando la vigilia alguna gente de Tacuarembó tenía interés en que yo hiciera una segunda intervención…

EC —A eso iba, han continuado invitándolo a actividades de los autoconvocados…

EB —Sí, y por razones periodísticas, naturalmente, y porque tengo algún amigo que está participando allí, tengo la obligación de estar enterado de lo que va pasando y con alguna gente converso: “No lo partidicen, sean respetuosos”. Cuando surge la idea de decir “vamos a no dejar ni una botella de plástico”, bárbaro, es por ahí. Ese puede ser un ejemplo, ser lo que debe ser una protesta: no molestar a terceros, no ensuciar, no sectorizar, no politizar, no enfrentar una gente con otra… Pero son conversaciones totalmente informales. Tengo un amigo de facultad que después se fue a trabajar al medio del campo y nos vemos muy ocasionalmente, que recuperamos, es como recuperar amistades de juventud. Simplemente converso con ellos sobre cómo me gustaría que fueran las cosas. No tengo la menor incidencia.

EC —De alguna manera participa; aunque lateralmente, hace llegar opiniones, sugerencias. ¿Entiende que puede haber llegado a moderar el discurso o la acción de los autoconvocados, que en algún momento se temió que tuviera desbordes?

EB —No lo sé. Así como en Durazno el mensaje era pedirle al gobierno que le diera una chance a la producción nacional, el mensaje que quería dar en Tacuarembó era “denle una chance”, el presidente ofrece mesas de trabajo, que se supone que no son mesas de conversación sino de trabajo, denles una chance a las mesas de trabajo. Es simplemente lo que me parecía que tenía que ser el mensaje central en cada ocasión. Pero nadie me dijo “¿qué te parece que habría que hacer en Durazno?”, ni me parece que hubiera correspondido. Simplemente, si alguien me llama doy mi opinión, de la misma manera que si me llama alguien del gobierno y me pide mi opinión se la doy. Mi obligación es dialogar con todo el mundo.

EC —Pero da la impresión de que desde ese papel, que usted acota muy bien, sin colocarse como referente del movimiento, sin colocarse como vocero ni delegado, ninguna de esas cosas, le viene bien al movimiento Uruguay Unido, porque su figura se escapa bastante del estereotipo del dirigente gremial del agro y diría incluso del estereotipo del comunicador de temas agropecuarios tradicional en Uruguay.

EB —Claro, porque soy de Montevideo, vengo de una familia de trabajadores del Cerro, a la vez creo que he hecho algunos kilómetros de carretera y conozco bastante del interior…

EC —Sí, pero tiene otros componentes bastante singulares en contra de ese estereotipo. Mencionaba recién su campaña por la legalización del mercado del cannabis, su propia peripecia de… ¿cómo llamarlo?, ¿hippy?, ¿rebelde?…

EB —Sí… me crie en dictadura, y sí, siempre digo que el rock me resulta una influencia ideológica más fuerte que El capital de Marx o esos textos que ponen la libertad en un segundo plano.

EC —Su defensa de los llamados “nuevos derechos”.

EB —Totalmente, creo que lo que pasa con el agro también tiene que ver con eso, porque pareciera que en un país que avanzó mucho en no discriminar, discriminar a alguien porque trabaja 300 hectáreas o 500 hectáreas de tierra estaría bien. Me parece que son víctimas de una discriminación absurda, son uruguayos que están diciendo “tenemos un problema”.

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