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Entrevista central, lunes 5 de febrero: Eduardo Blasina

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EC —O sea, usted, que es partidario del matrimonio igualitario, por ejemplo, dice, por otro lado: “Ojo, no discriminen a esta gente que trabaja en el campo”.

EB —Absolutamente, que están lejos de todo, no pueden ir al teatro, los pica una crucera y tienen que ir por un camino destrozado a un sanatorio, y hay un discurso de decir “estos son terratenientes, lo que quieren es joder a todo el resto, lo que quieren es más privilegios”. Hay un discurso satanizador, pero cuando uno conoce a la gente ve que es tan indefendible satanizar a alguien por sus afectos o sus gustos eróticos que satanizar a alguien porque tiene vacas y tiene que trabajar ahí, alguien que si lo agarra una seca pierde toda la ganancia del esfuerzo de todo un año, si no llueve el próximo viernes pierde todo. Y lo dicen unos tipos superburgueses que se sientan en Twitter a burlarse, burlarse y burlarse. Entonces estamos a favor de la inclusión de unos pero nos viene bien excluir a otros porque electoralmente capaz que nos resulta agitar a las masas contra los oligarcas. Y los oligarcas son tipos que laburan todo el día, que tienen que cargar las bolsas de fertilizante, que hacen un trabajo físico que creo que nosotros ya no podríamos hacer. Me parece que es un caso más de discriminación, que hay una asignatura pendiente de Uruguay que es reencontrarse con la gente que trabaja con vacas y ovejas, con trigo, que es uruguaya como nosotros, labura como todos. Pero hay gente que se regodea en excluirlos.

EC —Para agregar un elemento más a su perfil, ese que lo coloca en una posición un poco original en este debate, hay gente que lo considera de izquierda. Usted en alguna entrevista ha dicho que fue blanco, que fue votante del Partido Nacional, pero que después ha ido votando distintos partidos. ¿Cómo es eso?

EB —Sí, desperté a la vida política con 15 años en el 80, con el plebiscito, en el que naturalmente estuve por el no, y luego los casetes de Wilson me parecían algo muy compartible, me gustaba la idea de la Convergencia Democrática, de hacer una unidad nacional en la salida de la dictadura. Luego fui perdiendo el entusiasmo. Cuando el pacto del Club Naval pasó algo muy gracioso, estábamos todos enfervorizados contra el pacto y se habían hecho unas pintadas “Pacto es traición”, pero como el grupo en el que yo estaba, que era la CPN, estaba aliado con el Partido Comunista, vino un discurso de arriba “‘pacto es traición’ es demasiado”, entonces salieron a tachar el “es traición”, lo corrigieron por “no al pacto”, y quedaron unas pintadas muy ridículas, corregidas. Ahí me di cuenta de que la militancia político-partidaria no era lo mío, que el mundo no se cambiaba por ahí, se cambiaba por decir: “¿Qué quiero? Ríos que tengan agua absolutamente limpia; vamos a trabajar por eso”, no importa si es de izquierda, si es de derecha. Entre Trump y Obama, me quedo con Obama; sí, soy de izquierda. Ahora, si me dicen Maduro, estoy deseando que termine esa dictadura cruel; entonces soy de derecha.

No sé, no me siento muy identificado como izquierda o derecha. ¿La agenda para que la gente que es gay o lesbiana o trans o lo que sea tenga idénticos derechos que el resto y sea respetada idéntico que el resto es de izquierda? No sé, me parece que es ser culto, tus gustos sexuales son tu vida privada, a mí me da igual, si te querés casar con alguien de tu mismo sexo te casás. Sí soy muy defensor de la laicidad, ahí no transo ni medio milímetro, no me gusta que Sturla opine sobre este movimiento, por ejemplo, me parece que resta un montón. Y también porque soy defensor de la laicidad no me gusta llevar agua a ningún molino, no me interesa hacer de esto algo que favorezca a tal partido o perjudique a tal partido o tenga una agenda oculta de hacer esto porque después voy a hacer tal jugada de ajedrez. Esto tiene que ser laico también en ese sentido.

EC —Por todas esas características, da la impresión de que a usted lo eligieron muy bien para que fuera uno de los oradores del acto del 23 de enero. Porque por otro lado, aparte de la proclama en sí, otro discurso fue el del Serrano Abella, un prestigiosísimo comunicador del interior del país, pero quizás sí más identificado con lo que se considera lógico, clásico, tradicional en el periodismo agropecuario.

EB —El Serrano es como hueso de bagual, y es una apelación muy emotiva. Yo no tengo esa emotividad.

EC —Lo suyo es más racional.

EB —Sí.

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