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Entrevista central, miércoles 19 de julio: Juan Raso

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EC —Usted advierte que a nivel mundial hay en marcha un retroceso en materia de derechos laborales. ¿Este de Brasil sería, entonces, un caso más?

JR —Este es un caso más, yo recuerdo que este proceso… si fuera meteorólogo diría: se avecina un frente muy frío, muy polar, que empieza en España en 2011, con una reforma laboral de cuño antisindical, sigue en Italia en 2011, en Francia en 2016 -y Emmanuel Macron ahora anuncia nuevas reformas- y México en 2017. Todas tienen esta particularidad: son reformas dirigidas a lo antisindical. Una curiosidad que yo apuntaba esta mañana mientras venía: yo recordé que me han invitado en noviembre a un evento en Valparaíso, Chile, un evento organizado por técnicos operadores de organizaciones sindicales, y el título es llamativo: “El actor sindical en tiempos de antisindicalidad global. La antisindicalidad como vector global de las sociedades actuales”. Entonces, el tema de Brasil no es un árbol porque creció en un descampado, es un árbol que se agrega a un conjunto de árboles que ya está muy consolidado.

EC —Si lo llevamos al terreno ideológico, ¿cómo califica este tipo de reformas?

JR —No es muy lindo abusar de la palabra neoliberalismo, por lo cual no voy a hablar de neoliberalismo, diría que son reformas que en un contexto de sociedad global nacen, evidentemente, de un modelo postindustrial en el cual el sindicato no es funcional. Hoy en día son reformas que apuntan a prestar más atención al trabajador individual, eliminando algunas garantías y concediendo otras, pero al mismo tiempo con una clara postura antisindical.

EC —¿Y usted cómo se coloca?, ¿usted es pro sindicatos, es asesor de sindicatos? Pregunto para que el oyente termine de ubicarse.

JR —Es gracioso… Para que a mí me ubiquen, yo decía hace poco en un evento al que había convocado [el ministro de Trabajo, Ernesto] Murro que yo tenía la particularidad de ser un abogado histórico de algunos sindicatos, los marítimos, y ser asesor de empresas, entonces concluía: estoy bien con Dios y con el diablo. No es tan así, es que yo asesoro a las dos partes como un abogado asesora a un hombre o una mujer que se divorcian, eso me permite ver las situaciones con claridad, sin abanderarme ni con las empresas ni con los sindicatos, porque cada uno tiene su porción de razón. Yo respeto mucho a los sindicatos, pero también, precisamente en base al respeto, hay señalamientos que hay que hacerles y que tienen que entender en esta época de antisindicalidad global.

EC —A propósito de la calificación que usted hacía de esta reforma, de la ubicación en este proceso de otras reformas en otros países del mundo en los últimos años, mi consulta es: la crisis económica por la que está pasando Brasil, ¿no requiere, de algún modo, adoptar medidas drásticas para encaminar una salida?

JR —Pero ese es el razonamiento de todos los países que hicieron reformas: la crisis es la motivación de establecer nuevas reglas que, en definitiva, abaratan el trabajo y limitan la presencia sindical, que es siempre dirigida a mejorar los derechos sindicales, con lo cual aumentan los costos laborales porque cada beneficio significa un costo.

EC —Esta ley no está sola en Brasil, forma parte de un programa de ajustes que procura recuperar la confianza de los mercados y sacar al país de la recesión. Hay otras, como la congelación del gasto público durante 20 años que fue promulgada el año pasado, el ajuste del régimen de jubilaciones que se está tramitando de forma enlentecida en la Cámara de Diputados, etcétera.

JR —Hay una cuestión a nivel de economía global, de crisis, de los temas que usted está planteando, que es de extrema importancia en el mundo actual y no se habla de eso: las cadenas globales de suministro. Hoy en día el modelo productivo del siglo XXI está formado por una empresa multinacional que no tiene producción, ni fábrica, tiene know-how y patente; esa empresa, como en la vieja cadena de montaje de Charles Chaplin, va produciendo a través de una cadena, pero es transnacional. Una empresa de vestimenta va a coser las camisas en un lugar, colocar los botones en otro, etcétera. En esa cadena mundial de suministro ese producto después vuelve a la cadena principal, que tiene un distribuidor que lo vende. El terrible desafío de estas décadas es que las cadenas mundiales de suministro son una oportunidad de trabajo para los países subdesarrollados pero, al mismo tiempo, van a los países que tienen costos más baratos y menos poder sindical, etcétera, entonces se crea un efecto dumping impresionante por el cual todos empezamos a competir contra todos. Un Estado como Brasil dice: atraigamos las inversiones, busquemos soluciones, seamos pragmáticos…

EC —Está en una situación realmente difícil Brasil, necesita dar pasos en esa dirección.

JR —Está en una situación realmente difícil Brasil, necesita dar pasos, es un país fuerte y evidentemente […] dice: Y no, qué me importa una ley en Brasil, Temer… Y no, la ley es muy importante porque tiene un efecto dumping sobre la región.

EC —Usted ya está adelantándose en la respuesta a una de las preguntas que yo planteaba al principio: más vale que le prestemos atención por lo menos por el lado de la “competencia” que implica para Uruguay.

JR —Yo creo que es importantísimo hoy en día, más que nunca, porque vivimos en una época de globalización donde usted con la computadora llega a cualquier lado, conocer la realidad que nos rodea. Tapar los ojos a esa realidad, darla vuelta, invocar elementos ideológicos para decir que es mala y con eso me quedo, es muy reductivo para cualquier experiencia productiva o sindical. No solo hay que protestar, yo entiendo que el sindicato proteste fuertemente contra la reforma, pero también después, a puertas cerradas, la ley cambió las reglas de juego en un país tan importante como Brasil, ¿qué se puede hacer para compensar ese efecto dumping?

EC —Ese efecto dumping, en términos prácticos, quiere decir que puede ser que Brasil produzca determinado artículo a un precio mucho más conveniente que Uruguay por estas nuevas reglas de juego.

JR —Exactamente, yo tengo una fábrica de papel, tengo problemas con los sindicatos, los Consejos de Salarios, los proveedores, los insumos, cierro la fábrica y me vuelvo un comerciante del papel, yo sigo trabajando en el papel, lo sigo vendiendo en plaza pero no tengo tantas responsabilidades como tenía antes. Lo mismo con las tecnologías, que son un competidor terrible porque no se pueden sindicalizar, ese es un tema, ¿no?

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