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Un trío llamado El Astillero

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Video: Bizarro Uruguay

Por Eduardo Rivero ///

Una vez –una inolvidable vez– en el escenario de un pub montevideano, Eduardo Darnauchans giró su cabeza en mi dirección y me dijo, con su deliciosa solemnidad de siempre:

—A ver Rivero, cansame una canción.

No sólo me hizo gracia lo de “cansame”; también me pareció un auténtico hallazgo.

“Cansar” una canción es sacarla del escondite de la memoria y del mutismo de la guitarra y volverla a la vida. Es despertarla de su letargo y hacer que deje el alma y largue todo el aire contándonos esa historia de tres minutos que vive en toda canción que se precie.

Los músicos amigos suelen, entonces, cansarse sus canciones cada vez que la ocasión lo amerita: livings y dormitorios en visitas de sábado de mañana (ya sé que existe el resto de la semana, pero por alguna razón, siento que el momento más musical es el sábado de mañana), pruebas de sonido en la tarde de los espectáculos, con teatros y pubs vacíos, estudios de grabación durante las frecuentes pausas.

En todos esos momentos –y muchos otros– los músicos cansan sus canciones mostrándose mutuamente de que vienen las nuevas historias de tres minutos que acaban de parir o que se encuentran en trabajo de parto más o menos fácil, más o menos doloroso.

El disco que el colectivo de artistas llamado El Astillero editó sobre fines de 2016 es, antes que nada, un típico momento en el que tres interesantísimos cantautores se cansan sus canciones.

Un video los muestra, precisamente, sentados en una suerte de semicírculo, mirándose los tres todo el tiempo, mientras se van alternando en la voz solista. No sólo se miran, en realidad, también, muy levemente, muy sutilmente, con delicado minimalismo, agregan desde sus guitarras pequeños detalles arreglísticos para complementar lo que va haciendo “el otro” que está cantando.

Lo mismo sucede, claro está, en el disco, que fue grabado “en vivo pero en el estudio” en apenas dos días, el 2 y 3 de julio de 2016 por Federico Langwagen en estudio Overhead.

Garo Arakelián, Diego Presa y Gonzalo Diniz –conocido como Franny Glass– tocan sus canciones, pero también se las muestran mutuamente, en un disco muy especial donde el minimalismo de la propuesta hace que no sobre nada, pero el talento de los tres músicos hace que tampoco falte nada.

Una gran canción, desnuda de un arreglo “grande”, de una orquestación elaborada, sigue siendo una gran canción cuando su riqueza melódica y la hondura poética de su letra así lo permiten, y es el caso de la totalidad de este disco bienvenido y entretenido en el más profundo de los sentidos: divierte porque sus canciones interesan y seducen.

Para alguien de mi generación, el disco de El Astillero representa la enorme alegría de constatar la continuidad de aquello que magistralmente retrataba Leo Maslíah en una de las más grandes canciones uruguayas de la historia, Biromes y servilletas:

En Montevideo hay poetas, poetas, poetas
que sin bombos ni trompetas, trompetas, trompetas
van saliendo de recónditos altillos, altillos, altillos
de paredes de silencios de redondas con puntillo…

Garo, Gonzalo y Diego demuestran que esa corriente de poetas montevideanos al servicio de la canción sigue generando nuevos talentos, músicos con la suficiente musculatura en sus brazos como para cargar la vieja y pesada antorcha que alguna vez aprendieron a empuñar Eduardo Mateo, Alfredo Zitarrosa, Eduardo Darnauchans o Jaime Roos.

Siguen surgiendo grandes cantautores. Siguen naciendo grandes canciones. Y este disco lo demuestra. Los tres son bien diferentes entre sí. Garo Arakelíán es quien produce melodías más lineales y con mayor “gancho” para que se conviertan en recordables. Franny Glass es quien tiene una voz de timbre más peculiar. Diego Presa es, en mi opinión, el talento más completo de los tres, tanto vocalmente –con ciertas parecido al timbre de Dino– como desde el punto de vista autoral. Pero los tres tienen mucho para mostrarnos y mostrase mutuamente; los tres tienen muy buenas canciones para ser debidamente “cansadas”.

El título del disco, como es obvio, hace referencia a una de las obras maestras de Juan Carlos Onetti y el encarte tiene un diseño de arte tan delicado y minimalista como la música que contiene.

Es importante resaltar que estos tres cantautores se hicieron un tiempo para este hermoso proyecto colectivo en medio de una agitada carrera como músicos.

Garo se encuentra en medio del exitoso revival de su grupo de siempre, La Trampa.

Diego Presa acaba de editar junto su banda original, Buceo Invisible, un último disco: El pan de los locos.

Gonzalo Denis también se encuentra abocado a la edición de un nuevo disco de su banda Mersey.

El disco es un muestrario de canciones propias, pero no por ello están ausentes las versiones de temas de otros autores. Dentro de los temas propios puedo señalar La música del bar o La visita de Garo Arakelián, El amor anda suelto y Bebedor y bailarín de Franny Glass y Venime a buscar y Mis incendios de Diego Presa. En las versiones se destacan la notable Lover lover lover del gran Leonard Cohen y Memoria azul, una vieja y entrañable balada uruguaya de Yabor.

Mis sesentones ojitos han visto de al ladito a Jorge Galemire ir armando sus bellas melodías, a Jaime Roos grabando en el estudio con su legendario perfeccionismo, a Eduardo Darnauchans escribiendo sus textos mágicos y alados. Y se sienten felices de ver, hoy, que la balada uruguaya persiste, vive y lucha y que dormirse en los laureles de un pasado glorioso sería una absoluta tontería. Ojalá El Astillero siga cansando sus canciones por mucho tiempo.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

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