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El Quijote III: Cervantes y sus urgencias

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Por Marcelo Estefanell ///

Firma de Cervantes

Cuando se publica la Segunda parte del ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, diciembre de 1615, Cervantes ya estaba muy enfermo; algunos biógrafos sostienen que padecía hidropesía, otros que tenía arteriosclerosis. Sea como fuere, todo hace pensar que él intuía su próximo fin porque no solo trabajó intensamente para culminar su vasta obra, sino que, a cuatro días de su muerte, escribió al Conde de Lemos:

Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, esta te escribo

Esta sería parte de la dedicatoria de su novela póstuma, titulada Persiles y Sigismunda, que su viuda, Catalina Salazar, se encargaría de que llegara al público en 1617.

Pero el mayor acicate que recibió nuestro escritor complutense para culminar la novela del Caballero de la Triste Figura, sucedió un año antes, en el otoño de 1614, cuando desde Tarragona aparece en el mercado de libros una versión apócrifa del Quijote, escrita por un tal Alonso Fernández de Avellaneda, nombre falso también, del cual aun hoy no se sabe a ciencia cierta quién fue.

Tan evidente fue el plagio de quién escondió su verdadero nombre, que comienza su novela en Zaragoza, tal como la había dejado Cervantes al final de la suya: "(…) el autor desta historia—escribió don Miguel—, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas: solo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha, que don Quijote la tercera vez que salió de su casa fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad se hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento".

Es más, como Cervantes había dividido su Quijote en cuatro partes y dos salidas, el falso Alonso Fernández de Avellaneda, se tomó el trabajo de explicitar que su obra era la quinta parte del Quijote y la tercer salida de aventuras; de esa manera, él se encargaba de continuar la novela con cierta coherencia orgánica y argumental.

Pero lo más grosero del falsario, lo que más ofendió a Cervantes, se encuentra en el prólogo del Quijote apócrifo, cuando el autor escribe de esta manera:

"(…) No le parecerán a él lo son las razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que él la comenzó y con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos, hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos. (…)"

En otras palabras lo trata de charlatán y duda que de sean ciertas las heridas recibidas por Cervantes en la batalla de Lepanto.

Por eso, nuestro hijo de Alcalá de Henares, cuando publica su verdadera segunda parte, desde prólogo le responde:

"¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote, digo, de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! Pues en verdad que no te he de dar este contento, que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido, pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya. Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados (…)"

Se está refiriendo a la batalla de Lepanto, claro está (1571). Batalla que su importancia aun en nuestros tiempos los historiadores resaltan, pues allí fue derrotada gran parte de la flota mediterránea del imperio Otomano por parte de la Liga Santa (España, República de Venecia, República de Génova, Estados Pontificios, el Ducado de Saboya y la Orden de Malta), dejando tan diezmadas a las fuerzas turcas que, desde entonces, comenzarían a retroceder ininterrumpidamente.

Lo notable de ese avejentado y valiente soldado que fuera Cervantes, convertido en escritor prolífico en sus últimos diez años de vida, es que cumple con lo prometido y no lanza jamás vituperios e insultos contra el autor apócrifo; por el contrario, a lo largo de su don Quijote, recién en el capítulo LIX comenzará la venganza literaria de don Miguel sobre el autor de nombre falso. Y lo hará con tal gracia y altura que aún hoy sorprende.

Pero esto será tema de otra columna.

Viene de…
El Quijote en diez clicks, por Marcelo Estefanell

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