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El diario del lunes
Diyab: Algo habrás hecho

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Por Fernando Butazzoni ///

La situación del exrecluso de Guantánamo Jihad Diyab ha generado todo tipo de preocupaciones, además de una ola de rumores, malos entendidos, amagues de xenofobia y misterios varios. Unos se preguntan cómo hizo para llegar a Venezuela, otros afirman que el tipo es un desagradecido, otros más le ruegan que abandone la huelga de hambre y enseguida otros, en la vereda de enfrente, retrucan que esa huelga de hambre es trucha, que todo es una especie de montaje preparado por “el sirio”. Se llegó a escribir que “el que confía en irresponsables, pierde”.

Pocos son los que enfatizan, en cambio, el costado humano del asunto. En general se ha preferido recorrer la senda de la especulación política, el oportunismo para darle palos a Mujica y su decisión de acoger a los seis prisioneros como refugiados, la crítica –cuándo no– al ministro Bonomi por supuesta negligencia de los aparatos de seguridad, y al canciller Nin Novoa por no resolver el asunto de una buena vez.

Pero todos se saltean el comienzo: Diyab es un hombre que estuvo durante doce años encerrado en una de esas jaulas que instaló George W. Bush en Guantánamo. Estuvo allí, con otros cientos, en un limbo no sólo jurídico sino incluso geográfico. Fuera del territorio de EE.UU, fuera de toda legislación, sin derecho a conocer los cargos que contra él se presentaban, sin derecho a la defensa y sin juicio.

La cruda verdad es que Diyab estuvo secuestrado durante doce años, al amparo de la llamada “guerra contra el terrorismo”, la misma guerra que provocó la invasión de Irak para buscar las “armas de destrucción masiva” que supuestamente tenía Sadam Hussein. Como todo el mundo sabe, Hussein terminó colgado en un patíbulo, las únicas armas de destrucción masiva que aparecieron fueron las norteamericanas y el terrorismo no ha hecho más que incrementarse desde entonces.

Hay quienes alegan que este hombre, tratado como un perro durante doce años, podría ser un peligroso miembro de Al Qaeda, extremo que no solo nunca fue confirmado por la inteligencia de EEUU, sino que al final fue descartado por esos mismos servicios.

La ficha elaborada por los evaluadores norteamericanos en 2008 y después filtrada por WikiLeaks es significativa por la enorme cantidad de errores que presenta, y también por el sostenido énfasis en la “alta peligrosidad” del prisionero y el “alto valor” que tenía para los analistas de inteligencia.

Luego resultó que Obama ganó la presidencia de EEUU y la peligrosidad de Diyab pasó de alta a enana, y su potencial valor informativo fue desechado. Parece que los norteamericanos descubrieron que les habían pasado gato por liebre, pues los “contratistas” que capturaron al sirio –y a muchos otros musulmanes– simplemente hicieron negocio y cobraron por conseguir chivos expiatorios.

Diyab tiene su historia personal, su familia, su lengua y su religión. Ese hombre, entonces, es el que tenemos aquí en huelga de hambre trucha o verdadera. Un hombre de quien todos se atreven a opinar, inferir, especular, sospechar y hasta se permiten calumniar. La triste y célebre frase “algo habrá hecho” vuelve a la vida tras su vergonzosa sepultura.

Podemos ver a Jihad Diyab como un extraño, un irresponsable desagradecido o incluso como un potencial enemigo, pero aun así nunca deberíamos olvidar que se trata de un ser humano. De eso se trata.

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El diario del lunes es el blog de Fernando Butazzoni en EnPerspectiva.net. Como no podía ser de otra manera, actualiza todos los lunes.

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