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El libro de Jorge
Objeto: Fuego

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Traducciones del alemán

Objeto: Fuego

Cuando el oxígeno se desacata se producen bomberos y campanas y vehículo color sangre y esquinas sorprendidas con gente que corre formando un precipitado. Esta reacción química se llama incendio y viene acompañada de alboroto.

Hay otros excesos en los cuales incurre el oxígeno pero son menos graves: ondulan por la vereda bajo el dulce nombre de rubias oxigenadas y si bien provocan cierto alboroto, rara vez son extinguidas en la vía pública.

Cuando la hoguera es verde y de combustión muy lenta se está en presencia de animales indiferentes a quienes algunos autores insisten en llamar árboles. Sobre un fuste de columna o tronco principal apoya la copa o modo de pincel o antorcha. La copa de los árboles está llena hasta los bores de agua de mar, una marejadilla de lenguas verdes denominadas hojas, que en vez de arder dan sombra y fresco y cuyas brasas exprimidas a veces producen jugo de naranja.

Puede afirmarse, a ciencia cierta, que en todo incendio hay fuego y está asimismo comprobado que donde hubo fuego, cenizas quedan; y aún más: bajo una apariencia de manto de ceniza apagado y sereno pueden hallarse ascuas ardiendo, llagas que siguen quemando silenciosamente, calor y dolor, rubor, cangrejos de lumbre bajo la piedra gris de nuestros huesos.

Achtung: El uso de los incendios requiere grandes precauciones porque el menor descuido provoca volcanes. En los bosques, se recomienda hacer picnics en puntas de pie, dado que un ruido cualquiera, de pronto un susurro, puede provocar la estampida y al huir la manada de llamas destruye cuanto encuentra a su paso, haciendo pizarrón del prado más bonito. Es muy dolorosa, después, la cura de los arroyos que quedan corriendo en carne viva. Nunca debe permitirse, pues, la vecindad de chispas y maderas. Cualquiera que sobre un viejo escritorio de roble burocrático pensara intensamente, provocaría una conflagración. Felizmente, no hay peligro.

Klappendorf, Henrik (1882-1909) describe el caso de un violinista hamburgués al cual, en medio de su interpretación se le ocurrió algo chispeante (nunca se sabrá qué); se le incineró el Stradivarius contra la cara, siendo imposible, a posteriori, separar la identidad del occiso de la chatarra del violín.

Con todo, hay pequeñas cuotas de riesgo que vale la pena correr.

El fósforo es una gota de incendio que sirve a quienes se quedaron solos. Para fumar mirando el techo, con las manos en cruz detrás de la nuca, hay que empezar por el fulgor de esa cabecita roja que se raspa sin piedad contra el papel de lija, sublimando en ese acto la lástima por sí mismo al sentirse abandonado. La pequeña aclaración del fósforo y el humo consiguiente del tabaco iluminan poco a poco la cabeza del solitario, que está contra la almohada, y empiezan a proyectarse imágenes dentro de ella y van apareciendo ilustraciones a todo color y alguien se incorpora y va hasta la mesa y traduce; traduce para sentirse vivir, es decir: menos inútil en medio de la noche incendiada desde todo el universo por el resplandor de las estrellas.

Alguien que está solo traduce porfiadamente, procurando alumbrar las cosas, juntándolas por primera vez, como quien choca dos piedras con la esperanza de producir un incendio mínimo, un punto de luz donde esté la presencia del hombre en medio de un planeta cubierto por las sombras.

Atención, por favor: al usar la presente traducción léase: “Cristina” donde dice “fuego”.

Alguien pensó Cristina y escribió fuego por no atreverse a usar su nombre.

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De El libro de Jorge, Club del Libro n°1, agosto de 1976

El próximo viernes 24 publicaremos Objeto: Regadera

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