Por Fernando Butazzoni ///
El magnate parece haberle montado una buena emboscada a la política estadounidense. Si los republicanos no lo nominan en las primarias, él va a tirarse con lista propia, le quitará muchos votos al partido y propiciará así la victoria demócrata en 2016. Si lo nominan, entonces sus correligionarios deberán tragar sapos y culebras para sostener una candidatura presidencial que, según muchos expertos, está de antemano condenada al fracaso.
Pero se equivocan los que dan por imposible un triunfo de Trump. Hasta hace pocas semanas, casi todos los analistas se burlaban de su peinado y de su programa de televisión. El propio Obama lo tomó para la chacota. Ahora tienen que enfocarse en rebatir sus argumentos, los que a primera vista son tan ridículos como su jopo. El periodista Andrés Oppenheimer, que ha criticado con severidad el discurso racista del millonario, arremetió desde su columna en El Nuevo Herald contra los otros precandidatos republicanos, quienes en un reciente debate no rechazaron con suficiente energía los ofensivos planteos de Trump sobre la inmigración. Eso es todo un síntoma: la democracia estadounidense no sabe qué hacer con uno de los suyos, el más extremista de todos.
Según las encuestas el tipo sube como un cohete en las preferencias del público. Es verdad que todavía no le alcanza, pero se ha convertido en una máquina de captar voluntades en los sectores más recalcitrantes del nacionalismo. Eso es una mala noticia para todo el mundo, no solamente para los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos.
El mensaje de Trump es básico, pero impacta en muchas personas dentro y fuera de los Estados Unidos. Él es misógino, racista, autoritario, soberbio, vanidoso y chabacano. Y se muestra tal cual es. No esconde nada. Con una retórica patriotera, ha dicho que piensa deportar a 11 millones de “ilegales”, que planea construir un gigantesco muro para separar a Estados Unidos de México y que ese muro lo pagarán los mexicanos. También aseguró que acabará con el terrorismo islámico en unos meses y que al Papa Francisco, pese a que lo respeta, va a tener que asustarlo un poco.
A golpes de escena, con declaraciones altisonantes y el ego tan inflado como siempre, Trump ha logrado colocarse a la cabeza de los precandidatos republicanos. Lo que al principio parecía un chiste ahora comienza a perfilarse para algunos como una inquietante posibilidad. Contrariamente a lo que piensa la mayoría, creo que ese hombre no es solo un bufón adinerado sino alguien de verdad peligroso, incluso para la propia sociedad norteamericana.
En su discurso de lanzamiento de campaña prometió un renacimiento casi mesiánico: “Si soy elegido presidente, traeré de regreso el sueño americano. Será más grande, mejor y más fuerte que nunca antes. Haremos a Estados Unidos grandioso de nuevo". También ha dicho que va a fortalecer a las Fuerzas Armadas, para hacer que nadie en el mundo quiera tener problemas con ellos. El hombre tiene los pantalones bien puestos: le ponemos música de Wagner y listo. Si gana, cosa que puede ocurrir, vamos a tener que prepararnos para lo peor.
