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Ruta 26
En el 405 rumbo a casa

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Por Gonzalo Baroni ///

Desde febrero de este año concurro tres veces por semana al barrio Marconi, a la Escuela de Oficios Don Bosco. Allí, a través del programa Enseña Uruguay doy clases de matemáticas a chiquilines de primer año, de 12 a 14 años, adolescentes del barrio que día a día luchan por estudiar.

Es una batalla cotidiana: muchas veces les es difícil conseguir plata para el boleto, venir con la panza llena o poder realizar los deberes en sus casas. Deben lidiar con la falta de cariño o enfrentar situaciones difíciles en sus hogares, entre muchos otros aspectos que son básicos para tener la motivación y la alegría necesarias para no abandonar.

Para llegar al Marconi arranco a las 7.15 de la mañana y me bajo del 102 poco antes de las 8 en Aparicio Saravia y Mendoza. Allí tomo el 405, que me deja en la parada del Colegio Banneux, a cien metros de la Obra Padre Cacho y en frente a Don Bosco. Antes de cruzar, paso por el quiosco de la esquina para hacerme de unas galletitas. La respuesta cada mañana es la misma: “Buena jornada vecino”.

La Escuela de Oficios Don Bosco es una de las pocas instituciones que trabaja desde hace muchos años en el barrio. Cada diciembre, decenas de jóvenes salen de allí con un oficio en carpintería, electricidad, gastronomía o vestimenta.

Son muchos los educadores y profesionales comprometidos con la institución, un proyecto alternativo que busca incluir a gran cantidad de adolescentes que no pueden sostener un proyecto de educación formal –secundaria y UTU– por su rigidez y falta de conexión práctica con su realidad.

En ocasiones me toca conversar con padres involucrados con el crecimiento de sus hijos. A las reuniones asisten haciendo un gran esfuerzo, dada la enorme cantidad de horas que pasan fuera de su casa para alcanzar un salario digno.

Muchos de ellos –al igual que la mayoría de los vecinos–, viajan en el 405, la línea que luego de los incidentes del pasado viernes 27 de mayo dejó de circular por el interior del barrio. Durante semanas los vecinos tuvieron que caminar varias cuadras hasta el corazón de la zona, desde Aparicio Saravia y Mendoza o en la esquina con San Martín.

El liceo más cercano no lleva abierto tantos años como debería –hoy obtiene magros resultados–, y las escuelas tampoco están dentro del barrio, sino en la Cuenca Casavalle.

A muchas de las instituciones educativas que colaboran con la mejora del tejido social les faltan recursos.

La tasa de desempleo en el barrio ronda el 20 %, cuando en el país el promedio no supera el 8 %.

En el Marconi, muchos ocultan su domicilio cuando se postulan a un trabajo. Vivir en la zona no debería ser considerado un handicap, algo a esconder. Por el contrario, representa un esfuerzo enorme poco valorado.

El viernes 27 de mayo hubo una escalada de violencia en la zona. Un enfrentamiento a balazos entre dos jóvenes y la policía tuvo como resultado un muerto, cuatro heridos, 12 detenidos, un ómnibus y dos autos incendiados. Pudo haber sido la válvula de escape de una tensión que según varios chiquilines con los que converso se respira por los rincones del barrio.

La noticia nos llegó a todos en imágenes por televisión y por internet. Rápidamente tuvo repercusión en las redes sociales. Entre las reacciones, no eran pocos los que manifestaban su apoyo al corte de los servicios básicos en la zona, además de agregar algún que otro adjetivo.

Probablemente lo hicieron desde su teléfono móvil, en el ómnibus volviendo de trabajar o estudiar, y es probable que en la misma línea, pero en sentido inverso, se hayan cruzado con alguien que volvía a su casa en el Marconi y a quien seguramente no le haya gustado leer esos comentarios. Con lo que había visto en la televisión durante el día ya le alcanzaba.

Ni la solución ni la culpa la tiene una persona sola.

A 25 minutos de ómnibus de cualquier punto de Montevideo viven nuestros vecinos del Marconi. Un barrio como otros, pero que necesita la cara más humana del Estado: proyectos educativos, programas de salud, de capacitación, de ciudadanía y actividades culturales, sumado a un fuerte trabajo de estrechamiento de los lazos entre las instituciones que trabajan en la zona y el efecto por acumulación de las pequeñas acciones de todos.

Solo dos días después de los hechos de violencia, los salones de clases estaban abarrotados de jóvenes expresándose libremente en talleres de convivencia. Se notaba alegría y agradecimiento. “Pensamos que muchos de ustedes no iban a querer volver”, comentó una alumna.

Ahora más que nunca, dan ganas de volver todos los días.

El Estado, la sociedad entera y cada uno de nosotros no debe abandonarlos.

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Sobre este blog
Ruta 26 es el blog de Gonzalo Baroni en EnPerspectiva.net. Toma su nombre de una de las principales rutas que atraviesa transversalmente al Uruguay (y que llamativamente nunca ha estado en buenas condiciones). Actualiza los miércoles.

Sobre el autor
Gonzalo Baroni nació en Montevideo, en democracia. Economista por la Universidad de la República, militante universitario y sindical, integró el Consejo de Ciencias Económicas. Funcionario de Casinos del Estado, Ministerio de Economía y Finanzas, actual presidente de la Juventud del Partido Nacional y docente de Matemáticas en Secundaria. Lector compulsivo. Hincha de Nacional. Integrante de La Mesa de En Perspectiva.

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