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Travesía visual de un uruguayo en Buenos Aires

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Por Juan Miguel Petit ///

No pienso en Buenos Aires y Montevideo como dos entidades separadas. Las imagino conformando una única ciudad que tiene, en lugar de una avenida o plaza central, el río más ancho del mundo como arteria principal. El río es una metáfora de agua sobre la historia de la región. Según los momentos: une o desune, calma o aterroriza, ayuda o complica. Se disfruta, se padece, se vive. De un lado “la ciudad luz del sur”, del otro “la tacita de plata”.

Rivales y hermanos, unidamente enfrentados, empapados por una mezcla de celos, competencia y cariño, los habitantes de ambos lados son tan distintos e iguales que solo ellos manejan el catalogo de matices que distinguen la gente de un lado y del otro. A veces alcanza una palabra, un gesto, el aderezo de una comida, un color. Otras veces se requiere un estudioso para separar dónde empieza la historia de uno y dónde termina la del otro.

Hace unos meses, debí pasar varias semanas en esa parte de esta ciudad bifronte que llaman Buenos Aires. A mis espaldas quedaba la parte donde vivo habitualmente, Montevideo. Me sentí en un mundo extraño y conocido a la vez. Por momentos, estaba en mi barrio. En otros, en un planeta del que no tenía registro ni mapa. En todo momento, en un escenario apasionante y sorprendente. Fue un viaje sobre mí mismo. Sobre otra ciudad y sobre mi propia ciudad. Sobre lo que se ve y lo que siente. Sobre la piel de las ciudades y sus personas y, también, sobre sus células escondidas.

Como siempre, traté de registrar algo de este recorrido con mi máquina de fotos, fiel invento para rescatar segundos y sentimientos. La máquina, el ojo y el corazón pudieron salvar en forma de metáfora lo que viví en esos días en esa parte de “mi ciudad”, Buenos Aires, que quiero tanto como a la otra parte de “mi ciudad”, Montevideo.

El registro contiene breves relatos sobre el río que está en el medio, puentes, uniones, mundos subterráneos, caminantes pensativos, soledades, amores, escaleras, íconos de ayer y de hoy, la política incomprensible, algunas de las inagotables sorpresas de un metabolismo urbano y cultural surrealista. Es la mirada admirada de un habitante de la otra punta del río. Que comprueba qué iguales y qué distintos que somos. Y que encuentra cosas que, en su galaxia de origen, no existen.

Esta selección de emociones –porque la fotografía callejera es eso– es mi modesto tributo a Buenos Aires. Ciudad que quizás todos sentimos ajena y propia, que nos agrede y nos abraza. Pero que invita siempre a descubrir –con sus infinitas contradicciones, en sus calles, en sus venas, en sus vericuetos– nuevas dimensiones del fenómeno humano.

Mi agradecimiento a todos quienes visitan esta muestra y a quienes la hicieron posible. Espero que el recorrido les deje, al menos, algo de todo lo que pude experimentar.

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Enlace
Video sobre la inauguración de la muestra Travesía visual de un Uruguayo en Buenos Aires, de Juan Miguel Petit, Galeria de Arte Buenos Aires Sur

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