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Tres que no eran nada tontos

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Por Eduardo Rivero ///

Era el tiempo de la vuelta a la democracia. El tiempo de Sanguinetti presidente (por primera vez) y los coletazos del polémico Pacto del Club Naval. El tiempo de la amnistía general e irresctricta y el regreso de Wilson Ferreira Aldunate a la vida política tras su prisión en Trinidad.

Era el tiempo del desexilio y la vuelta de Zitarrosa, Los Olimareños, Viglietti y Carbajal. Era el tiempo del regreso al Uruguay de Hugo y Osvaldo Fattoruso y el legendario recital del Opa en el Cine Plaza. El tiempo de Jaime y el Canario y Brindis por Pierrot.

Era el tiempo, todavia, de una polémica idiota entre “acústicos” y “eléctricos”, vale decir, entre quienes hablaban de música latinoamericana con guitarras españolas y los amantes del rock electrificado.

Era el tiempo en el que Silvio Rodríguez y Pablo Milanés eran venerados como dioses. Era el tiempo de Charly García y su Parte de la religión y Fito Páez y Ciudad de pobres corazones.

Era el tiempo de Alfonso Carbone encarando una renovación total en la cartera de artistas del sello Orfeo de Palacio de la Música, a la vez que conducía su programa de videoclips en Canal 5. Era el tiempo de El Dorado FM y sus programas rockeros.

Era el tiempo de una generación de pibes vestidos de negro, con sus raros peinados nuevos sacudiendo el ambiente con su rock filoso y sus letras fuertemente contestatarias. Era el tiempo de los Estómagos, Los Traidores, Zero, Neoh 23… Y en mi memoria, fundamentalmente, era el tiempo de Los Tontos.

Se me dirá que Los Estómagos fueron más rockeros o que Los Traidores más contestatarios y es posible que así haya sido, pero Los Tontos, apelando a la sátira y el humor y una música con sonidos claramente basados en The Police, se convirtieron en la banda más popular del Uruguay, generando una auténtica idolatría, vendiendo muchísimos discos y hasta conduciendo un programa de televisión donde tuvieron su lugar la mayor parte de las bandas de aquel movimiento dark de los ochenta interesante, fértil e inolvidable.

En Argentina ya estaba el rock con humor de Pipo Cipolatti y Los Twist. Aquí ya había empezado a grabar nada menos que Leo Maslíah y estaba por empezar a despegar el Cuarteto de Nos. Pero las letras de Los Tontos tenían una mezcla de diversión y salvajismo que las hacía irrestibles. Letras que pegaban en la matadura de una sociedad todavia demasiado pacata y, por cierto, afectada por la reciente dictadura.

Como los Tontos no eran precisamente tontos, supieron darle a su música elemental pero con enorme gancho, y a sus irresistibles letras el condimiento de una presencia escénica muy particular. Aparecían con lentes negros y se dirigían al público con actitud descontraída y antisolemne que, de algún modo, también iba a contramano de las otras bandas del momento, con su gestualidad agresiva y su cara de malos permanente. Y tenían divertidos seudónimos: Leo Baroncini era ahora Trevor Podargo, Fernando Rodríguez era Calvin Rodríguez y Renzo Guridi, Renzo Teflón.

Les fue más que bien. Les fue, en realidad, notablemente bien, por más que hoy las nuevas generaciones no hayan oído siquiera hablar de ellos.

Era octubre de 1984 cuando Los Tontos debutaron en la Asociación Cristiana de Jóvenes con una integración bastante diferente a la que sería definitiva: Leonardo Baroncini en batería, Renzo Guridi en voz y guitarra y Santiago Tavella en el bajo.

Leo Baroncini cultivaba el pluriempleo: tocaba con Fernando Cabrera, el Cuarteto de Nos y Los Estómagos. Recién a mediados de 1985 pudo dedicarse de lleno al nuevo trío. Para ese entonces ya Santiago Tavella se había incorporado definitivamente al Cuarteto de Nos -donde permanece hasta hoy- y Renzo Guridi se había pasado al bajo porque la guitarra estaba a cargo de un nuevo integrante, Fernando Rodríguez.

El hecho es que el nuevo trío fue invitado por Carbone y el sello Orfeo a participar de un disco colectivo llamado Graffiti. La canción que eligieron era una coautoría de Leo Baroncini y Alberto “Mandrake” Wolf llamada pomposamente Himno de los conductores imprudentes, que se convertiría en el mayor hit de ese álbum y en una de las canciones uruguayas más exitosas de todos los tiempos. Todo el mundo la cantó, todo el mundo vio el videoclip, y todo el mundo la bautizó como El Puré.

"Quiero puré, me encanta el puré
adoro el puré, me fascina el puré
puré de huesos, puré de sesos…"

De esa intervención en Graffiti fueron directamente a su primer álbum, Los Tontos, editado en 1986. Un disco medio mal grabado y medio mal tocado pero que resultaba excelente por todo lo que pasaban en esas canciones divertidas y de infalible puntería, cantadas por Renzo con una voz peculiar, a veces a grito pelado, con una suerte de fingida rabia irresistible.

Allí estaban Ana la del quinto, Pasame la escoba, El gerontocida, El indecente, La gordita 103, Elmer el gruñón, ¿Conoce Ud. a Fuko? y también la irreverente Mi guatercló azul (ayer se me perdió), que parodiaba con total desparpajo a uno de los himnos “serios y poéticos” de la época, Mi unicornio azul (ayer se me perdió), de Silvio Rodríguez. Por supuesto, también incluía El Puré. Si tuviera que elegir un fragmento de todas esas letras descaradas, divertidas y filosísimas, eligiría el comienzo de El gerontocida.

"El asesino de viejas
las espera agazapado
por la puerta que da a Sierra de la DGSS
para ahorcarlas contra un muro
y quitarles sin apuro toda la jubilación
Y más tarde se va al cine con la guita mal habida
se la gasta en bebida y convida a una amiga
a una noche divertida/en un hotel de terror…"

En junio de 1987 grabaron su segundo álbum, Los Tontos al Natural, en Buenos Aires. La versión en cassette de audio se vendía en una suerte de lata de arvejas. Entre julio y diciembre de ese año, condujeron el programa sabatino La cueva del rock en Montecarlo TV. A esa altura habían empezado las diferencias entre Baroncini y Guridi con motivo del que sería el tercer disco, que se llamaría Nunca pasa nada en Islandia.

Un momento clave en el fin de la banda fue, sin embargo, su presentación en el masivo festival Montevideo Rock II en el Estadio Luis Franzini. Olvidaron, tal vez, que estaba en este bello país donde el éxito es mala palabra, y entonces recibieron abucheos y una lluvia de objetos que iban desde piedras a frutas y bizcochos. Renzo, especialmente -y lo sé por haberlo charlado con él largo y tendido- nunca se recuperaría de ese hecho tan bochornoso como injusto. Sería su penúltima actuación. El show final tendría lugar en Tacuarembó pocos días después. Y así los tres pibes de lentes negros que eran idolatrados por los preadolescentes y que firmaban autógrafos donde quiera que fueran, terminarían cajoneados y archivados en la historia del rock.

Hoy Baroncini y Rodríguez viven desde hace muchos años en el exterior. Renzo arregla computadoras y enfrenta con suerte diversa sus demonios interiores. Allá por 2012 sacó un disco en dúo con Nacho Peñas llamado Fachos a Go-Go, donde parte de la vieja magia y de las letras irreverentes pareció asomar. Pero no pasó de ser una estrella fugaz, un tenue espejismo.

Cada tanto vuelvo a escuchar su primer álbum. Y me vuelvo a reír con El gerontocida o Ana la del quinto. También, lo confieso, a indignarme con el recuerdo de Montevideo Rock II. Pero olvidarme de Los Tontos jamás. Eso sí que sería una gran tontería.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

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Foto: Imagen de portada del disco Los Tontos, editado por Orfeo. Crédito: Orfeo.

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