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Urquiza esq. Abbey Road
George Martin: El quinto beatle

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Por Eduardo Rivero ///

Siempre pensé que en el terreno del arte, quienes realmente se destacan y sientan una nueva escuela son aquellos capaces de ser las ovejas que escapan al rebaño para no volver nunca a él. Los talentos únicos capaces de burlar a la realidad imperante, derrotar al establishment y sorprender con algo nuevo y emocionante.

En la historia de la música popular del siglo XX, las ovejas más fugitivas fueron cinco: John, Paul, George, Ringo… y George Martin. Este último fue el elemento clave para que The Beatles, una banda solo conocida en el norte de Inglaterra y rechazada por todos los sellos grabadores de Londres tuviera la oportunidad de mostrar la semilla de su genio imperecedero, y que luego esa semilla lograra florecer con una obra única y sorprendente aún hoy, medio siglo después.

Tras miles y miles de audiciones The Beatles me siguen sorpendiendo. Todavía descubro, detrás de esas locas orquestaciones de bronces y cuerdas, ese delicioso terrenito baldío pleno de sol, o escondidas entre las voces del coro de fondo, esas fragantes flores abriéndose a la primavera de los sentidos. Si, aún es posible descubrir, aprender y, ciertamente, disfrutar. ¿Cómo definir a este hombre cuya muerte a los 90 años, el pasado 8 de marzo, sentí como si de un familiar cercano se tratase? Vayamos al cenagoso territorio de los adjetivos: sólido, intuitivo, talentoso, desprejuiciado, revolucionario.

George Martin nació en Londres el 3 de enero de 1926 y fue un músico con una formación técnica que incluyó estudios de composición y orquestación, y largos años de aprendizaje en su instrumento original, el oboe, en la Guildhall School of Music, bajo la tutela de la oboista Margaret Eliot, que casi llegó a ser suegra de Paul McCartney, siendo madre de Jane Asher, novia de Paul entre 1963 y 1968 y a quien McCartney dedicó canciones maravillosas como And I Love Her y Here, There and Everywhere. Su sólida formación le llevaría a trabajar en el sector música clásica de la BBC y a partir de 1950 en la EMI, siendo responsable de producción del sello Parlophone.

La relación entre Martin y The Beatles comenzó el 13 de febrero de 1962, cuando Brian Epstein, el manager de la banda, le hizo escuchar la cinta grabada en enero de ese año en los estudios del sello Decca. Martin intuyó “ese algo” particular en una grabación hecha de apuro, en una toma y con Pete Best en la batería, sin el sonido inconfundible y la firmeza rítmica del gran Ringo Starr. El 6 de junio de 1962, a instancias suyas, The Beatles hicieron su primera grabación en los estudios de la EMI, luego bautizados “Abbey Road”.

Cuando esa sesión comenzó, Martín dejo a cargo a su ayudante Ron Richards en la producción y a Norman Smith como ingeniero de sonido y se fue a almorzar en la cantina del estudio. La música empezó a sonar y Richards, asombrado, lo mandó llamar de urgencia. George Martin volvió a escuchar “ese algo” bien especial y el resto es historia. Y entre las primeras medidas que tomó –intuición mediante– recomendó sustituir a Pete Best y así llegaría Ringo a la banda, a fines de agosto, antes de la primera sesión oficial de cara al primer simple del grupo, Love Me Do/P.S.I Love You, el 4 de setiembre.

Pese a su nula experiencia como productor de rock (había grabado discos de comedia con actores como Peter Sellers o Dudley Moore), fue Martin quien descubrió y desató el potencial asombroso de la banda, la suma de los talentos de Lennon y McCartney tanto vocal como autoralmente, y dejó fluir ese talento y lo apuntaló sin que su edad notoriamente superior influyera en su juicio crítico.

La música de los Beatles fue avanzado disco a disco, haciéndose cada vez más compleja, más audaz y más genial y Martin aportó sus orquestaciones, dándole a la banda con sus guitarras, su bajo y su batería un marco refinado y de una creatividad pasmosa.

Hagamos un rápido repaso de algunos de sus aportes a la discografía del grupo: fue Martin quien les planteó aumentar la velocidad de Please, Please Me, su segundo disco simple, que inicialmente era una canción más cansina y bluesera, para transformarla en dinamita pura y, dicho sea de paso, en su primer número uno en los rankings. Fue idea de Martin el empezar She Loves You desde el estribillo y no desde una introducción y una “parte A”. Fue a iniciativa suya que la impresionante A Hard Day’s Night arrancara con un insólito golpe de guitarra atronador. También propuso que Eight Days a Week arrancara desde cero y fuera subiendo gradualmente de volumen, en el primer “fade in” en la historia del rock.

George Martin tocó el maravilloso solo de piano barroco en In my life y su piano también es clave en la increíble Lovely Rita. A Martin le pertenece la idea de que Yesterday –una de las canciones más versionadas de todos los tiempos– fuera una interpretación solista de Paul en guitarra y voz y que tuviese un genial arreglo de cuarteto de cuerdas, escrito por él mismo, al igual que sucedió en la no menos memorable Eleanor Rigby. Fue de Martin la idea de que en For No One hubiese un primoroso solo de corno francés a cargo de Alan Civil, y que en Penny Lane el solo de trompeta piccolo lo tocase el músico sinfónico David Mason.

Martin también ayudó con su increíble orquestación de cuatro cellos, dos trompetas y un coro de 12 voces, para que el loco tema de Lennon I Am the Walrus se convirtiese en una obra maestra. Suyas son las orquestaciones de maravillas como Strawberry Fields Forever o A day in the life.

George Martin fue desprejuiciado al extremo: aprendió de esos jóvenes dotados de un talento mágico y se dispuso a acompañarlos en su viaje por rutas nunca antes transitadas. También fue revolucionario por haber cambiado el mundo del sonido grabado con innovaciones que aún hoy sorprenden por su osadía. De Martin fue la idea de grabar el solo de piano de In My Life a mitad de la velocidad normal, para que luego, al pasarlo a la velocidad correcta, se escuchase una suerte de clavicordio, un nuevo e inexistente instrumento.

Revolucionario por agregar guitarras invertidas y “loops” realizados con trozos de cinta grabada escogidos al azar para Tomorrow Never Knows, un tema de Lennon que tiene un único acorde –do mayor– y que corona el disco Revolver en base a genio químicamente puro, con la voz de John pasada y filtrada a través del parlante de un órgano, ya que éste le había pedido a Martin que su voz sonara como “cantando desde la cima del Himalaya”. La lista de bellezas y milagros donde Martin está involucrado podría seguir y seguir.

Luego de The Beatles, produjo discos del trío America –como el excelente Holiday– y de talentos como el guitarrista Jeff Beck, Elton John o Dire Straits. Pero nada sería igual a su labor como productor, consejero, amigo y arreglador de The Beatles, tarea donde fue una mezcla de Sigmund Freud, David Copperfield y el Maestro Tabárez.

Para el final, una reflexión personal. Si George Martín no hubiese estado allí, intuyendo y guiando a The Beatles, mi vida hubiese sido bastante diferente. Y seguramente yo no estaría en este momento delante de la pantalla, salpicando a los lectores con mi amor sin fisuras, mi entusiasmo de fan y mis adjetivos torrenciales y desmelenados.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

Video: The Beatles

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