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Urquiza esq. Abbey Road
La noche que Ray Charles demolió el Plaza

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Por Eduardo Rivero ///

Todo ocurrió a velocidad de vértigo. Allá por la primavera de 1992 apareció una noche en la televisión un aviso escueto y mal realizado anunciando a Ray Charles en el Cine Plaza para apenas tres o cuatro días después. El resto, como era de esperarse, lo hizo el boca a boca. La noche indicada el Plaza lucía lleno de bote a bote, por tratarse de quien se trataba: según Frank Sinatra, “el único genio auténtico en la historia de la música popular”.

El hombre que combinó como nadie el gospel con el jazz, el soul y los ritmos latinos. La monumental voz de What’d I Say y Georgia on My Mind. ¿Cómo estaría esa noche? ¿Cómo sería la experiencia de tenerlo allí adelante? Flotaba en el aire esa corpórea y peculiar atmósfera de las grandes ocasiones. ¿Ray Charles en Montevideo? ¿Sería posible?

La big band que lo acompañaba con sus radiantes instrumentos de bronce arrancó tocando un standard de jazz tras otro para calentar un ambiente que en realidad ya hervía. Hasta que apareció Ray, conducido hasta el teclado por un ayudante. Lucía desmejorado, con su pelo totalmente blanco y su cuerpo notoriamente delgado, enfundado en un saco de lentejuelas que parecía haber sido usado por los parodistas Los Klapers en el carnaval de ese año. Su decadente aspecto presagiaba lo peor.

Antes de posar sus dedos en las teclas saludó al público con las manos cruzadas sobre el pecho, mientras lucía su inmensa sonrisa y sus eternos lentes negros. Lo que sucedió después, nadie que haya estado allí lo olvidará jamás. Apenas terminó su saludo y tomó asiento ante el teclado se transformó en un gigante sin edad, tan energético como invencible.

La banda arrancó al triple del volumen utilizado en los standards previos y Ray se acercó al micrófono y soltó la voz más impresionante que todos quienes estábamos allí hubiésemos escuchado nunca en esta vida:

Unchain my heart
baby let me be
unchain my heart
‘cause you don’t care about me…

Esa no era simplemente una gran voz. Era una mezcla de terciopelo, acero, ternura, salvajismo, grito animal, jadeo, respiración, cuerdas vocales asombrosas; una voz capaz de llevar inserta en su esencia felicidad y dolor, placer y desesperación al mismo tiempo; la voz de un cantante de lujoso salón y a la vez de un esclavo en las plantaciones algodoneras de Alabama: simplemente un milagro.

Video: Concord Music Group

Todos lloramos. Estoy seguro que absolutamente todos, apenas recibimos esas frases iniciales de esa canción inicial. Todos quedamos petrificados pero, eso sí, moviendo los pies rítmicamente bajo las butacas mientras Ray se balanceaba a un lado y al otro como un poseído. Sus manos recorrían el teclado con una energía tal que parecía que estaba viviendo varias vidas a la vez, mientras desde un costado tres chicas, las legendarias Raelettes, hacían impresionantes coros.

Hasta los espectros de quienes alguna vez ocuparon la venerable pantalla del Cine Plaza se conmovieron. En ese sublime momento, John Wayne dejó de esquivar las flechas de los sioux, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman desanudaron su beso, Bette Davis abrió con asombro sus célebres ojos encapotados, Marlon Brando suspendió sus sabios consejos a Al Pacino acerca de como manejar la mafia de Nueva York y Woody Allen detuvo su caminata por Manhattan. Todos escucharon al genio con reverencia.

No faltaron luego de ese inicio What’d I Say y Hit the Road Jack. Tampoco Georgia on my mind, himno de su carrera y de la música negra en el mundo y I Can’t Stop Loving You, original del que tal vez sea su mejor album: Modern Sounds in Country and Western Music, y hasta el bolero Quiéreme mucho –ese que dice “cuando se quiere de veras/como te quiero yo a tí”– en demoledora versión en inglés.

Justamente: Ray Charles demolió el Plaza. Nada quedó en pie. Y por más que silbamos, gritamos y pataleamos, tras el último tema se fue sin dar ningún bis. ¿Para qué si lo había dado todo y las dos horas en que lo tuvimos allí adelante fueron un milagro reluciente y perfecto? En estado de shock fuimos saliendo por los pasillos hacia la calle. Ya cruzando la Plaza Cagancha, el viejo amigo que había ido conmigo me pidió una opinión. Me negué a dársela.

—Preguntáme otro día —respondí—, todavía sigo sin habla.

***

Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

Video: Eagle Rock

Video: Concord Music Group

Video: Concord Music Group

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