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Ministra María Julia Muñoz: “¡Gracias, Maestro Carlos Maggi, por todo lo que nos dio!”

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En la mañana de ayer, tuvo lugar la despedida a Carlos Maggi en el Salón de los Pasos Perdidos. En la ocasión, hizo uso de la palabra la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, en representación del Poder Ejecutivo.

A continuación, sus palabras de “celebración” de la vida y la obra de Maggi:

Quiero comenzar esta intervención que me ha encomendado el Gobierno Nacional diciendo algo obvio: aunque estemos despidiendo a un grande de la cultura nacional, con el dolor que ello implica, pero en esta ceremonia de adiós,  debe prevalecer  la celebración.

 Porque hay vidas que deben ser celebradas y lo que conservaremos  SIEMPRE los uruguayos será el legado de la  maravillosa VIDA y OBRA de Carlos Maggi: esa vida intensa y extensa, esa vida tan rica y tan sana, esa vida tan plena de sentido, de compromiso, de amor por la humanidad y por ésta, su entrañable tierra, que compartía con sus hermanos   y con  todos sus compatriotas.

Por eso es que resulta muy evidente que le extrañaremos pero es también evidente que lo tendremos presente, entre nosotros,  que sus críticas sagaces y siempre constructivas, su sentido del humor, su talante amable y cálido nos acompañarán  en los buenos y en los malos momentos, ayudándonos a disfrutar más intensamente de los buenos y a sobreponernos y salir delante de los malos.

Hemos hablado de su humor y es que éste era un rasgo sobresaliente de su estilo. Aunque su ironía podía ser demoledora, estaba  siempre moderada por su bonhomía, por una actitud de respeto y visible afecto  que le era consustancial.

No es difícil convenir en que tuvo una vida bella y ejemplar ni tampoco en que su muerte es la que desearía tener cualquier ser humano en su sano juicio: lúcido, activo y vital hasta el último minuto

Lo verdaderamente difícil en una vida como la de Maggi es saber qué resaltar; en qué aristas de su multifacética y rica trayectoria creativa detenerse; cómo seleccionar episodios, estampas, obras, a la hora de articular el guión curatorial de ésta, su definitiva retrospectiva.

Ana Inés Larre Borges, en una entrevista que publicara en el semanario Brecha,  logró una formidable aproximación a la infancia y adolescencia de Maggi.

“Hay otra foto linda – le dice la periodista- en que se lo ve a los diez años, con su clase del Liceo Francés, junto a otros dos niños, Manuel Flores Mora y Emir Rodríguez Monegal. Tres futuros protagonistas de la generación del 45, de la que usted es ahora, junto con Ida Vitale, un lúcido sobreviviente. “Nunca creí llegar a ser un lúcido”  responde con picardía y riendo Carlos Maggi

Si hiciéramos un esfuerzo por objetivar su legado, los hitos insoslayables de su biografía intelectual, debiéramos comenzar por destacar  que estamos despidiendo a uno de los más brillantes integrantes de la generación del 45, aquella generación ya mítica en la historiografía literaria del Uruguay. El nombre de Carlos Maggi integra esa constelación de figuras icónicas de la literatura nacional junto a   Idea Vilariño, Mario Benedetti, Angel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa, José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Carlos Martínez Moreno, Ida Vitale, Manuel Flores Mora, Armonía Somers o Líber Falco por mencionar sólo a algunos de ellos. Por allí anda también Juan Carlos Onetti aunque es ligeramente anterior a ellos y posterior a Francisco “Paco” Espinola.  Aunque eminentemente literaria, también  integran la generación del 45 figuras de la plástica nacional como el gran “Tola” Invernizzi.

El crítico literario y ensayista Emir Rodríguez Monegal destacó hace ya muchas décadas que Maggi fue "de los primeros que lo intentó todo en su generación, desde el ensayo histórico de tipo revisionista hasta el humorismo tópico que tanto éxito tendría en localizar un nuevo público".

Buena parte de sus notas periodísticas han aparecido en  Marcha y en El País, donde escribió durante años su columna “El producto culto interno”. 

Como ensayista se destaca “El Uruguay y su gente” (1963), “Gardel, Onetti y algo más” (1964), “La República desoriental” (1996), “La reforma inevitable” (1994), o “El fin de la discusión”

Maggi es considerado también uno de los mejores dramaturgos de la historia uruguaya. Ana Inés Larre Borges, en la ya referida entrevista, le recordaba que él “era considerado un dramaturgo mayor de la cultura uruguaya desde hace mucho tiempo y que en Capítulo Oriental Angel Rama dice que es el dramaturgo número uno”. Maggi respondía riéndose y haciendo chistes sobre esa ponderación, pero cuando le pide a la periodista su opinión sobre el asunto, Ana Inés también suscribe aquellos juicios sobre la altísima significación de su dramaturgia, aunque agregando: “Pero pienso también que su identidad de gran dramaturgo ha ocultado a un intelectual de aristas peculiares.

 Con un perfil de humorista y otro de moralista, periodista toda su vida, hombre de radio, “un preocupado”, según Real de Azúa, y un intelectual integrado en la categoría de Umberto Eco.

En esta faceta relacionada con la dramaturgia se destacan, entre otras: "La trastienda", "La biblioteca", "La noche de los ángeles inciertos", "El patio de la torcaza", "Frutos",  "Un cuervo en la madrugada"  o “Esperando a Rodó”

Otro proyecto generacional que fue muy importante y lo tuvo como protagonista fue la edición de “Capítulo Oriental”, una historia de la literatura uruguaya que salió en 1968 dirigido por los tres Carlos: Maggi, Real de Azúa y Martínez Moreno. Fue una obra que marcó una época y centenares, tal vez miles de estudiantes se acercaron al estudio de la literatura nacional a través de sus páginas.

Como nada de lo humano le era ajeno, en 1964, ganó el Gran Premio del Festival de Bruselas por la escritura y dirección del cortometraje “La raya amarilla”. Recibió en varias oportunidades el Premio Florencio a la mejor obra de autor nacional. En 1989, su obra "Un cuervo en la madrugada", recibe el Premio Florencio Sánchez como mejor texto de autor nacional.

En el año 2002, la Cámara Uruguaya del Libro lo premió con el Bartolomé Hidalgo a la trayectoria. 

En el 2011, recibe el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura por su obra “El mejor teatro” en la categoría drama.

En el 2014 fue distinguido por el MEC con la Medalla Delmira Agustini en reconocimiento a su contribución de modo excepcional con la cultura y las artes.

Por supuesto y como todos sabemos, Carlos Maggi fue también abogado y llego a ser redactor de la Carta Orgánica del Banco Central. Fue destituido en la dictadura .

Y recordamos como en las entonces publicaciones de las fuerzas conjuntas lo tildaron de intelectual a cargo de una columna foquista. Maggi no se amedrentó, fue de inmediato a protestar.

Su pasión por la comunicación y el periodismo lo volvió muy conocido y entrañable en decenas de miles de hogares, y su participación en las Tertulias, conducidas por Emiliano Cotelo, escribió  páginas memorables en diversas etapas, acompañado por José Claudio Williman, Maurico Rosencof, Alberto Volonté, Carmen Tornaría, Matilde Rodríguez Larreta, o Juan Grompome, entre otros. También allí dio cátedra de civilidad y supo tanto ser duro en sus críticas como amigable y empecinado en la búsqueda de acuerdos y entendimientos. Siendo como era un batllista de ley, admirador de Batlle y Ordoñez y sintiendo en Luis Batlle Berres casi una figura paterna, tuvo siempre una enorme independencia que le permitió con igual coraje criticar o respaldar a sus antagonistas políticos aunque esto le granjeara incomodidades de toda índole, a veces con unos y a veces con otros.

Alcanzaba con escuchar a Carlos Maggi en la radio para entender algo muy elemental y que, sin embargo, tantas veces se pierde de vista: no se puede amar a la VIDA y a la HUMANIDAD en general si no se aman las cosas pequeñas y cotidianas, los detalles mínimos y contradictorios que las conforman. Por eso es que la emoción le quebraba la voz no cuando describía IDEAS o TEORÍAS, aunque ambas le apasionaban, sino cuando relataba pequeñas historias de seres comunes y corrientes, con las alegrías y los dolores que conforman el entramado mismo de la vida, con toda su riqueza y fragilidad.

Tuve, en lo personal, la oportunidad de tratarlo en infinidad de circunstancias. Le recordare siempre amable y caballero, con la mejor disposición para colaborar siempre, alejado de toda pequeñez que,  a veces, daña a la política. Eso forma parte de los tesoros y gratificaciones que me ha regalado la vida. Recuerdo por ejemplo cuánto significó para mí su respaldo cuando, siendo Directora General de la Intendencia de Montevideo, impulsé el acuerdo con UTE -presidida por el Dr. Alberto Volonté-, para la instrumentación de un programa de mejora de gestión. Sus públicas palabras de aliento las guardo en mi memoria y en mi corazón.

Recuerdo  su imagen elegante y feliz, en el estreno de” Il Ducce”, opera realizada en Uruguay por URUGUAYOS , Maggi y  Rosencof realizaron el texto y la  música de Federico García Vigíl ,coronó el espectáculo.

Y ahora me toca ser ministra de Cultura justo en el momento en que su hijo, el artista visual Marco Maggi, recibe un extraordinario reconocimiento en la Bienal de Arte de Venecia, en la que se encuentra representando a nuestro país. ¡Mucho orgullo nos han provocado, en estos días las noticias que nos iban llegando desde Venecia respecto a la recepción de su obra!

No deja de ser hermoso el hecho de que, estos, que a la postre vinieron a ser sus últimos días, hayan estado atravesados por esa intensa alegría de haber visto a su hijo rodeado de tan altas e importantes valoraciones en una de las más importantes Bienales de Arte del mundo.

Carlos Maggi, “El Pibe”, ya no estará entre nosotros y estará siempre entre nosotros. Esta afirmación, contradictoria y paradojal la logran volver cierta y esencial aquellos que viven como él vivió, es decir ajustado a aquel simple y hondo precepto de Santa Teresa de Jesús:

“Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”

Es esa la convicción que me anima a invitarlos a todos a cerrar este acto manifestando:  ¡Gracias, Maestro Carlos Maggi, por todo lo que nos dio! Reciba Usted este aplauso rotundo, cerrado y por siempre agradecido.

 

 

 

 

 

 

 

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