El corresponsal itinerante

Al otro lado del mundo: Contacto con el Corresponsal Itinerante de En Perspectiva desde Busan, Corea del Sur

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Gabriel Díaz/EnPerspectiva.net

Gabriel Díaz, Corresponsal Itinerante de En Perspectiva, en comunicación desde el otro lado del mundo, más precisamente desde Busan, en Corea del Sur, compartió sus primeras impresiones sobre Corea y los coreanos y también sobre edificios emblemáticos de esa ciudad puerto como el templo Beomosa y el Salón de Cine de Busan.

Corresponsal Itinerante
Jueves 5.11.2015

ROMINA ANDRIOLI (RA) —¿Cómo fue la llegada a Corea del Sur luego de pasar un mes en Tokio?

GABRIEL DÍAZ (GD) —La distancia geográfica con Japón no es mucha pero el contraste sí que lo es. Busan es una ciudad puerto, con unos 3,6 millones de habitantes. El puerto ha marcado la historia de este lugar, lo sigue haciendo. Esta característica se nota en el comercio, por supuesto, en los mercados que hay por toda la ciudad, y creo que también este constante ir y venir de personas y productos de toda clase marca la identidad de este pueblo, se nota que está más acostumbrado al encuentro con el desconocido.

RA —Se trata por lo visto del puerto más importante de Corea del Sur.

GD —Sí, es el puerto más importante y según pude leer, es uno de los principales del mundo, con alto nivel de productividad y movimiento comercial. Y además no podemos pasar por alto que Busan es un enclave estratégico para Estados Unidos y su posicionamiento militar en la región y ese no es un tema menor para esta ciudad, que por estar de cara al mar es testigo del pasaje de miles de soldados americanos. Estados Unidos tiene en la zona a dos aliados clave, Japón por un lado y Corea del Sur por otro.

RA —Esa es una zona del mundo que está marcada por la alta tensión.

GD —Así es, porque recordemos que Corea (antes de la Segunda Guerra) era colonia japonesa, y dejó de serlo tras ese conflicto. Luego de la guerra la URSS pasó a controlar el norte y EEUU el sur. Lejos de llegar la paz, este país vivió una guerra cruenta entre 1950 y 1953, una guerra que solo tuvo perdedores, y de la que surgieron estos dos países: Corea del Norte y Corea del Sur, y que muchos de sus pobladores consideran uno. Decías que es una zona de alta tensión, y en efecto es así, porque los coletazos de la guerra fría llegan hasta hoy: tenemos a una Corea del Norte aliada con China, con sus más y sus menos, y a Corea del Sur y Japón con Estados Unidos. El gigante asiático y el americano pugnan por el liderazgo militar en la zona, mientras Corea del Norte es visto como la principal amenaza nuclear en esta parte del mundo. Pero bueno, acá estoy para contarles las primeras impresiones de esta llegada a Corea del Sur.

RA —Dale, vamos a ellas.

GD —Tengo que serles bien sincero, se extrañan las bicicletas de Tokio. Llegar acá fue como pegar un salto enorme de la noche a la mañana. Crucé el charco y me encontré con una Busan bastante ruidosa y relajada, en el sentido de que no están tan pendientes de los detalles como los tokiotas, y es verdad que es una ciudad del sur: hay más color, más ruido, la gente habla más fuerte, se tocan más, y los niños son más desobedientes…Acuérdense que en Tokio a los niños se les enseña a no gritar ni llorar en público. Bueno, acá lloran y protestan, la gente viste con muchos colores y te habla, te ofrece ayuda, sin que le preguntes nada.

RA —Resultan más extrovertidos.

GD —Siempre es bueno aclarar que los japoneses son muy educados y respetuosos, pero reservados y distantes. Al menos en Tokio. Un detalle que me llamó la atención acá es que en los puntos informativos turísticos te atienden abuelos o jubilados dicharacheros y no a jóvenes como ocurre en muchos lugares del mundo.

RA —¿Cómo es eso?

GD —Sí, es un detalle que quería destacar, porque tanto en el metro, subte, o en las principales atracciones turísticas, hay jubilados que trabajan como voluntarios, ayudando al viajero, que generalmente viene de otras ciudades de Corea o China, porque Busan tiene playas muy visitadas también. Ayer mismo conversé con uno que está en el templo de Beomosa, un lugar histórico y que atrae a miles de peregrinos.

RA —Contanos del templo y de ese encuentro.

GD —El templo budista o el complejo de templos, pagodas y ermitas, fue construido hace más de 1300 años, está situado en una montaña y rodeado por montañas que en este momento ofrecen un espectáculo único, porque estamos en otoño y el concierto de colores es fascinante. Esa hermosura es difícil de fotografiar pero allí están las fotos para acompañar esta crónica. Bueno, allá en las alturas me encontré con un voluntario, un hombre de 75 años, que se acercó y me contó la historia del lugar; este hombre llamado Yung es uno de los voluntarios que trabaja algunas horas por semana y debo decir que se quedó bastante impresionado de encontrarse con un uruguayo…De hecho no es la primera vez que me pasa, mucha gente te trata como si fueras una rara avis, como uno de esas especies raras de pájaros que nosotros podemos ver en Tristán Narvaja.

RA —¿Qué te dijo?

GD —Bueno, él como muchos me pidió permiso para hacerse una foto, porque era el primer uruguayo que veía en su vida. Para nosotros es muy normal ser uruguayos, pero para el resto del mundo no, sobre todo en estos parajes coreanos, aunque también me pasó en Bombay o en Irán. Me preguntó mucho sobre el país, Uruguay, en un inglés perfecto, porque Yung había sido empleado del ministerio de exteriores. También hizo hincapié en que el templo milenario donde estábamos había sido incendiado por los japoneses en el siglo XVI, país con el cual según nuestro interlocutor las relaciones son hasta hoy “muy raras”.

RA —¿En qué sentido?

GD —Porque si bien entre ambos países existen relaciones diplomáticas normales, no dejan de estar muy marcadas por la historia reciente, por hechos dolorosos. Como me pasó ayer con Yung, los coreanos recuerdan en el relato espontáneo o en los periódicos o programas de televisión algunas de las heridas no curadas que vienen de la ocupación japonesa que llegó hasta la Segunda Guerra. Uno de los asuntos más delicados es el de las llamadas “mujeres confort”.

RA —¿De qué se trata?

GD —La expresión “mujeres confort” refiere eufemísticamente a las miles de niñas y adolescentes que fueron tratadas como esclavas sexuales durante la Segunda Guerra mundial por los soldados japoneses. Estas mujeres, que hoy son ancianas, reclaman un reconocimiento claro y específico por parte de Japón sobre este hecho, que hasta hoy no se ha producido. En Seúl hay un museo dedicado a este drama, que como les decía todavía no ha sido debidamente reconocido por Japón. Esto me lo contó Yung, por casualidad o no, debajo de uno de los majestuosos techos del templo Beomosa, y por recomendación suya desde allí seguí hacia el Salón de Cine de Busan, otro punto imperdible de la ciudad, del que también van a ver fotos.

RA —Adelantos qué vamos a ver.

GD —El Salón de Cine fue inaugurado en 2011 y forma parte del libro Guiness de récords por su techo, que es el voladizo más grande del mundo. Este voladizo es una estructura imponente que parece estar suspendido en el aire, es una obra majestuosa, imponente, que fue difícil de captar en una fotografía. En ese lugar tiene lugar, una vez al año, el festival de cine más importante de Asia.

RA —Antes de cerrar por hoy, ¿con qué imagen o postal de Corea del Sur nos despedimos?

GD —De lo que he visto hasta ahora, la imagen es la del pasado reciente y este tiempo nuevo en el que la tecnología ha sido avasalladora y sobre todo acá en esta parte de Asia. Ver cómo conviven los rostros angulosos y curtidos de las mujeres y hombres que han vivido la guerra de Corea y otras penurias, rostros que a mí me recuerdan mucho a los pintados por el maestro argentino Antonio Berni, con las nuevas generaciones de jóvenes estudiantes, pegados a sus celulares súper inteligentes, la imagen viva de la Corea que destaca en el panorama mundial por su avanzado desarrollo tecnológico. Pasado y presente, sentados juntos en el metro.

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Foto: Grupo de liceales en el barrio de Namsan, en Busan, Corea del Sur. Crédito: Gabriel Díaz/EnPerspectiva.net.

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