Concurso de Cuentos

Cuentos infantiles sobre comunicación y respeto: Conocé a los nominados por el jurado y votá por tu favorito

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el “premio de los oyentes”. Aquí están publicados los cuentos enviados bajo la consigna “Cuentos infantiles sobre comunicación y respeto” nominados por el Jurado. Al final de la página se encuentra el formulario para votar.

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 26.10.2020 a las 12.00 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

Edición: cuarto llamando, octubre de 2020
Consigna: Emergencias y desastres en Uruguay
Jurado: Juan Grompone, Alcides Abella, Gonzalo Pérez del Castillo, Alejandro Abal y el equipo del programa Oír con los ojos.

 

Cuentos nominados

Título: Sin título
Seudónimo: Amartí

Cuando tu papá te pide que saques la ropa de la lavadora, metés la mano adentro, tocás algo que se mueve, lo sacás pensando que es tu hámster y descubrís que es una extraterrestre, tu vida cambia para siempre.

Y ahí mismo se te llena la mente de preguntas.

¿No se marea en los lavarropas?

¿Habrá helados en su planeta? ¿Y galletitas?

¿Qué hay más allá del universo?

¿Dónde podré tomar clases de extraterrence?

Entendernos fue un poco complicado al principio, pero con el tiempo descubrí que cuando algo la hace feliz cierra sus tres ojos y suspira tan profundo que ¡achís!, siempre termina estornudando.

También comprendí que está mejor en el agua. La que no logra entenderlo es mi vecina que el otro día la encontró nadando en su bañera.

-¡Juaaan!, ¡Sacá a tu marciana de mi bañooo!- gritaba.

En fin, mi amiga sí que me entiende. Cuando me duele algo, sin que yo se lo diga, me acerca su mano de tres dedos y me alivia enseguidita. Yo creo que tiene superpoderes.

A veces me mira fijo, muy fijo, como tratando con todas sus fuerzas de comprender lo que le cuento. Y eso a mí me basta.

Ayer descubrí su nave escondida en el galpón del fondo.

El domingo nos vamos de pícnic a su planeta. Yo, por las dudas, llevo helado y galletitas.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Ampa

Un nuevo día de sol y el canto de los capuchinos amanece conmigo.

Otra aventura, sorpresas, desayuno… ¡allá voy!

Soy Félix, no Feliz con Z, aunque a veces me siento así, mi nombre es con X y me
encanta.

Vivo en una bonita casa en un barrio con muchos vecinos, algunos amables y otros no tanto; creo que les falta reír un poco más y preocuparse un poco menos.

¡Toc, toc! Alguien golpeó la ventana de mi cocina y me saludó.

-Hola niño, soy Cereza, como las de arriba de tu mesa, y si doy un salto de princesa quizás pueda llegar hasta allí, ilesa. ¿Me preparas un jugo por favor? Vengo del Planeta Rojo que queda a miles de años luz de distancia y tengo sed.

-Sí, claro, le respondí.

Mientras preparaba el jugo recordé que el Planeta Rojo era Marte. Era una Marciana y yo un Terrícola. ¡Qué raro suena! ¿Cómo puede ser que llamemos a todo el que vive en otro planeta “extraterrestre”? ¿Y si en realidad nadie sea “extra”, sino habitantes de diferentes lugares?

A Cereza, que rima con tristeza, aunque a veces se siente así, su nombre le encanta.

Ella me enseñó palabras nuevas, y yo le conté que no lograba conversar ni conocer a las personas que viven aquí, en mi planeta.

-Acércate a ellas con un rico jugo para compartir, será el mejor encuentro, me dijo.

Yo vine hasta aquí y aprendí de ti que no importa el lugar de donde venimos, o como somos; lo más valioso es mirarnos con respeto, escucharnos sin interrumpir y celebrar la diversidad en una mesa.

-Gracias, Cereza, ¡sos la mejor sorpresa!

Título: Sin título
Seudónimo: Laberinto

Todos en la familia de Diego creían que le gustaba tener secretos. Pero él no estaba de acuerdo. Solo que a veces, era mejor no contar algunas cosas, porque no le creían. Ya le había pasado. Por eso no le dijo a nadie sobre la amiga nueva.

Apareció de noche. Diego no la escuchó, pero igual supo que estaba en su cuarto. Se sentó en la cama, despierto y sin nada de miedo. Aunque la luz estaba apagada, pudo verla porque tenía un brillo propio, que se movía con ella como si miles de luciérnagas la acompañaran siempre. La rodeaba un resplandor azul, de noche estrellada.

—¿Cómo te llamás? —le preguntó.

Nada.

—¿De dónde venís?

Silencio total.

Pero no era un silencio enojado, ni de quien no quiere contestar. La niña empezó a flotar por el cuarto. Diego le mostró los camiones y los dinosaurios. Le tiró la pelota y ella hizo un ruido parecido al de una caja de fósforos cuando se agita. Se estaba riendo. La pelota rebotó antes de tocar su cuerpo y volvió a la otra punta del cuarto. Jugaron un rato a eso, después al rompecabezas del sistema solar. Ella movía las fichas sin tocarlas, solo apuntaba su único dedo delgado y violeta, lo movía apenas, y la ficha se colocaba en el lugar.
No venía todas las noches, solo algunas. Cada vez la pasaban mejor. La niña también traía juegos.

—Mamá, quiero invitar a Maia a casa, a quedarse a dormir.

—Pero— dijo la madre con cara de sorpresa— si siempre me decís que no sabés cómo jugar con ella porque no te puede escuchar.

—Sí, eso era antes. Ahora ya sé.

***

Título: Sin título
Seudónimo: PDM?

Cerré bien fuerte los ojos y con las manos apreté fuerte mis orejas, no abrí la boca, intenté no respirar. Fue imposible mantenerme así por más de cinco segundos y tampoco sirvió de nada, por más que intentara bloquear mis sentidos su presencia me inundó, y no era algo malo. Solo seguí respirando y dejando que su luz brillara dentro de mí, me dijo que se llamaba Zul, que en su mundo es una niña y me había encontrado en un sueño, sin haberme visto, tocado, oído o experimentado mi olor o gusto. Quería tener más amigos y me encontró sin buscarme, quiere jugar y correr, reír y aprender de otras niñas y niños de todos los lugares, quiere saber qué tamaño tengo, cuántas manos en cada dedo, cuántas piernas para volar o cuántos pies para pensar, si los pelos dentro de mis ojos me ayudan a ver o si mi nariz está dentro de mi boca, si cuando me río cambio de color o cuando me pongo triste me lleno de lunares.

Quiere saber si somos muchos y nos queremos, si jugamos y nos comprendemos, si nos cuidamos cuando el otro está enfermo.

Si somos todos iguales o eso no importa.

Preguntó: Juan, ¿puedo volver mañana a jugar contigo?

***

Título: Sin título
Seudónimo: Sol

Una tarde Martín y sus amigos salieron a jugar a la pelota en la canchita del barrio, cuando de repente se acerca una niña muy especial. No era una niña como todas, Martín se acerca muy despacio y la ve a los ojos dándose cuenta que no era humana si no que era extraterrestre.

Le comenta a sus amigos, los cuales comienzan a burlarse de ella,. Martín enojado toma la mano de la niña y le dice a sus amigos que burlarse de alguien aunque sea diferente estaba muy mal. Alejándose de sus amigos Martín trata de comunicarse con la niña la cual no hablaba como él, al llegar a su casa toma una libreta y un lápiz y dibuja un niño y le pone su nombre, ella lo mira y hace un dibujo de una niña y escribe Uma, entre dibujos se van comunicando y entendiendo.

Martín la acompaña hasta su nave donde la esperaban sus padres para regresar a su planeta, Uma muy agradecida por haberla defendido le regala una piedra color rosa muy brillante que si la aprieta fuerte comienza a brillar.

La nave se aleja muy rápido y Martín no podía creer lo que había visto, fueron pasando los días cuando recuerda la piedra que le había regalado Uma, va a su cuarto y toma la piedra muy fuerte cuando de repente es tan fuerte el brillo que no podía ver muy bien que Uma salía de él jugaron toda la tarde y así las tardes siguientes hasta el día de hoy.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Ternura

Rumores en el fondo. Atrás del arbusto. Sí. Hay algo ahí. De noche. En mi larga vida de 7 años nunca sentí tanto pánico. Y curiosidad. ¿Quién está ahí? Se me acerca alguien. Ahhh, ¡pero si es una niña! Ella no parece tener miedo. Su piel es verde. Sus ojos saltones. Su boca enorme… y no tiene ropa, pero sí, no hay dudas de que es una niña. Ahora ya está a mi lado. Le busco un juguete, sí, ese autito que dejé ahí anoche tirado. Pero me parece que no le gusta. Con la mano le digo que me espere. Entro corriendo a la casa y agarro una muñeca de mi hermana menor. Se la doy. Eso sí le gusta porque la abraza y le acaricia el pelo. Ella parece esbozar algo parecido a una sonrisa. Un perro ladra y parece asustarse. “No, no te asustes”, le digo. Y le acaricio el pelo Sigue abrazada a la muñeca. Voy a buscar agua. Tal vez tiene sed. Cuando vuelvo, mi amiga verde desapareció. Con la muñeca en sus brazos.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Terry

Ramiro está enojado, todo se ha suspendido, su cumple, las clases. Por la pandemia hay que hacer cuarentena.

Tomó su cel, no tenía Internet, buscó la compu, no se conectaba.

Salió buscando señal y comenzó a sentir extraños sonidos, imágenes borrosas y de pronto, apareció la cara de una niña desconocida, con cabellos largos y blancos, de ojos grandes y grises.

-¡Hola! Pareces de otro mundo, dijo en broma.

-Es que lo soy.

-No te creo ¿Quién eres?

-Soy Xyla, de un planeta lejano.

Ramiro casi ni respiraba temiendo perder esa comunicación increíble

-¿Y como nos comunicamos?

-Queríamos hacerlo. Nuestro planeta era igual al de ustedes, avanzamos mucho en tecnología, pero olvidamos respetar la naturaleza. El agua se contaminó y se evaporó por el calor.

-¿Tan serio es?

-Más de lo que te imaginas, vivimos en cuevas, sin ventanas, sin ver el cielo. Han pasado varias generaciones, dejamos de pensar en el Yo para pensar en el Nosotros. ¡Y fue bueno! Aprendimos muchas cosas importantes, como comunicarnos por señas para ayudarnos entre todos.

-¿Y ustedes juegan?

-Sí, y cantamos con los mayores. A veces nos dejan usar la gran compu que regula todo y nos permite comunicarnos con el exterior ¡Hoy me tocó a mí!

-¿Y qué podemos hacer?

-Habla con tus amigos, advierte lo que pasará si no se cambia. Ésta pandemia puede hacerlos razonar. ¡Están a tiempo! Me despido pero pronto nos volveremos a ver.

-¿Y si no lo logramos?

-¡Sí, lo haremos! Y tú también podrás convencer a los demás, tienes el video de nuestra llamada.

***

Título: Alliuska
Seudónimo: Alelí

El perro salió disparado por la puerta entreabierta.

Sus ladridos no habituales despertaron la curiosidad de Romel, quien lo siguió hacia la espesura del monte.
El niño vio un gran destello de luz que descendía entre el follaje.

Su perro avanzó cauteloso rastreando en el aire una presa invisible.

De pronto apareció una niña con un traje resplandeciente.

El perro se acercó a olfatearla y ella le tocó su cabeza. De inmediato el animal comenzó a dar saltos y ladridos de alegría, como reconociendo a una vieja amiga.

Romel quedó estupefacto.

La desconocida avanzó hacia él, levantando una mano a modo de saludo. Romel intentó una tímida imitación, aún presa del estupor inicial.

Ella le dedicó una sonrisa que él jamás olvidaría.

Sin dejar de sonreírle le apoyó una mano sobre su cabeza, lo que le produjo una pequeña descarga eléctrica y un escalofrío.

Él sintió como en un flash o rapidísimo video, cómo se cargaba en su memoria toda la información relativa a la niña.

Su nombre era Alliuska y provenía del lejano planeta Krom, en son de paz y amistad.

Pero necesitará de un gran aliado para cumplir su objetivo. Y Romel ha sido el elegido.

Mientras él, aún asombrado, asimilaba la información y ella seguía sonriendo, el perro le orinaba a Alliuska las platinadas botas de su traje espacial.

En otro momento Romel lo hubiese reprendido duramente por tamaña falta de respeto.

Pero ahora los tres sabían que, ese gesto amistoso, era la forma en que un perro debe homenajear a un viajero que llega de lejos.

***

Título: Cosa y Teo se conocen
Seudónimo: Mintaja

Teo amaba la Astronomía, pero como sus padres no podían comprarle un telescopio, debía estudiar el universo en su computadora.

Una noche, mientras exploraba la constelación de Orión, una lucecita saltó de la pantalla y se posó sobre su mano.

¿Cómo te llamas?, preguntó la lucecita.

Teo dio un salto atemorizado. Cuando se repuso, respondió vacilando, me llamo Teo, y antes de que pudiera salir del asombro, la lucecita le dijo: yo me llamo Cosa.

¿Cosa? balbuceó Teo ¡Qué nombre tan raro! COSA es cualquier COSA.

¡Yo no soy cualquier COSA!, protestó la lucecita.

Disculpa, no quise ofenderte, es que Cosa puede ser muchas COSAS, explicó Teo.

Sí, tienes razón, Cosa es un nombre muy versátil.

¿Versátil?, titubeó Teo.

Sí, versátil porque puede transformarse en muchas COSAS. Se puede convertir en SACO para abrazarte con amor en CASO de que sientas frío, o en una bandada de OCAS para llevarte volando donde tú quieras.

Y en ASCO, rió Teo, ¡como la sopa!

Veo que aprendes rápido y que no te gusta la sopa. Sin embargo te hará crecer y ponerte fuerte.

¿Y podré ir a Orión?

Claro ¿quieres ir? La conozco muy bien.

No tiene CASO, Cosa, dijo Teo con tristeza, no sé volar y no tengo OCAS.

No importa, Teo. Sólo tienes que ponerte el SACO, cerrar los ojos y desearlo con fuerza.

Teo dudó un instante, pero hizo CASO, cerró los ojos y pensó en Orión con mucha fuerza.

*

Esa noche, la Luna les sonrió cuando los vio pasar tomados de la mano.

Era una luna grande y redonda, como la luna de los cuentos.

Título: Elpis y mi mamá ausente
Seudónimo: Esperanza

Yo sé cómo se siente mi mamá cuando la miro y ella me inunda de besos húmedos. A veces la extraño, porque está conmigo y es como si no estuviera, aunque esté bien cerquita. Otras veces, pasa muuuucho tiempo en el trabajo, y yo me acuesto y me levanto y me vuelvo a acostar, y ella no viene. Si lloro por eso, mis abuelos me dicen que ya falta menos para que vuelva. Entonces, me siento a jugar en la ventana, para ser el primero en verla doblar la esquina.

Lo que los abuelos no saben es que yo recibo sus mensajes todas las noches. Mi amiga Elpis me los pasa despacito, porque la estrella donde vive está lejos y llega cansada. Aunque es una niña, maneja con destreza su nave brillante y la estaciona en el patio. Y luego, en sólo dos saltos, atraviesa paredes, llega a mi cama y me toca el corazón. Porque en su estrella, las personas no hablan con la boca. Al principio, pensé que no le entendería. Pero, luego, fue como si yo siempre hubiera vivido allá arriba, con ella. Anoche me dijo que mi mamá se está curando, que en la estrella la cuidan mucho, que cada día necesita menos de esas pastillas mágicas que toma para estar contenta. Que todos la quieren, que allá es lindo ser distinto y que nadie la mira raro, como en el barrio, cuando paseamos tomados de la mano.

Yo quiero a Elpis, porque sólo con tocar mi corazón, logra que mi mamá me acaricie con su aliento. Ella es mi mejor amiga y en cada visita suya, crezco unos cuantos centímetros.

***

Título: Encuentro
Seudónimo: Entreveraditos

Desde el momento en que la nave aterrizó en el patio de su casa, Kosa había sido su mejor amiga. Nunca le preocupó su pequeño cuerpo verde y brillante, que con una enorme sonrisa se le aproximó y le tendió la mano. Desde ese momento fueron inseparables compañeros de juegos y aventuras y solo tomó conciencia de la forma en que se comunicaban, cuando ella quiso saber por qué los seres humanos discutían tanto y parecía que no se escuchaban.

Entonces Gabriel recordó la vez que durante una excursión, se encontró ante una entrada de pilares de piedra que sostenían un cartel en el que se leía: RESIDENCIA PARA PERSONAJES DE CUENTOS ABANDONADOS.

Era una enorme casa de madera donde Gepetto le contó que Pinocho transformado en niño, creció y se fue, dejándolo muy solo. Con el leñador que había liberado a la abuela de Caperucita hicieron la casa y poco a poco fueron llegando Cenicienta y la madrastra, La Bella durmiente con Rapunzel, la zorra y el cuervo, la mona Chita y Tarzán y hasta Ali Babá con los cuarenta ladrones.

Gabriel no entendió, al principio, como todos esos personajes vivían en armonía siendo que todos hablaban en idiomas diferentes. Gepetto le explicó, que alcanzaba con tener un objetivo común y voluntad para resolver los problemas y de ese modo, los tristes personajes abandonados habían formado una alegre comunidad.

Cuando uno acepta al otro tal cual es, se establece la comunicación con el corazón y las palabras dejan de ser necesarias.

***

Título: Fiesta
Seudónimo: Inocente

Ese año, en el campo, se organizó una gran fiesta.

Los niños disfrazados a su antojo arremolinados en el bosque, jugábamos a las escondidas,
cuando un integrante nuevo hace su aparición de la nada.

Al principio nadie lo reconoció, pero aún los menores le extendieron su mano para invitarlo a unirse a la diversión.

Es que el disfraz estaba buenísimo. Descalzo se podían ver sus seis dedos muy largos tanto en pies como en manos.

Además, hablaba sin mover la boca, y hasta mi hermanita Sofía, que no puede oír, lo escuchaba muy bien.

La cosa estaba brutal. Desaparecía en instantes delante de nuestros ojos, y por más que no perdonábamos árbol sin revisar, nada. Y de golpe, ¡zas! Ahí otra vez.

Esto se repitió una y más veces hasta hacer su aparición el primer adulto, que al verlo, y con un alarido terrorífico, lo asustó de tal forma, que se escondió para siempre y nunca más lo volvimos a encontrar.

***

Título: Gigante
Seudónimo: Lucrecia

La veo y me sorprendo. Una niña como un edificio de seis pisos. Una gigante. Si no fuese por su tamaño se parecería a Mariana, una compañera de clase. Pero Mariana es apenas más alta que yo, una niña común y corriente, aunque algunos se burlan de ella porque es muy grande.

La gigante me descubre.

–¡Un bicho asqueroso! –grita.

–¡Nada de bicho, soy una persona! –protesto.

Me estudia con atención.

–¿En este planeta hay seres inteligentes?

–Algo así.

–Ya veo –dice–, no conozco este mundo. Nuestra nave se averió y, mientras mis padres la reparan, salí a caminar.

–Ahora me explico. Venís de otro lugar, por eso sos tan grande.

–¿Grande?

–Sí, grande y un poco gordita.

Al principio se enoja, pero enseguida reacciona.

–En mi planeta el raro serías vos; un niño flaquito del tamaño de un insecto.

“El raro soy yo”, pienso, “¿Mariana diría lo mismo?”.

–Estás callado –observa la gigante.

–Pensaba en las diferencias.

–No entiendo.

–Bueno, resulta que en mi clase hay una niña que se llama…

En ese momento se escucha una voz y, aunque no logro oír bien, sé que la están llamando.

–Tengo que irme –dice mientras se aleja corriendo.

Después una estela de fuego cruza el cielo.

Hoy llegué temprano a la escuela. Cuando vi a Mariana me acerqué y le di el dibujo que había hecho. Era una nave espacial con una niña que se parecía mucho a ella.

–¿Por qué me lo das? –preguntó sorprendida.

–Quiero ser tu amigo.

Ella sonrió.

–Gracias.

–Gracias a vos –respondí–. ¿Sabés una cosa? Anoche soñé contigo.

***

Título: La bruja
Seudónimo: ET8

A Gabriel siempre le había asustado aquella casa. El pasto crecido, las telas de araña que colgaban de las ventanas y, sobre todo, aquella silueta misteriosa detrás de la cortina. Una tarde de otoño decidió invitar a Cosa, que nada sabia de brujas, a escudriñarse en el jardín. Arrancaron juntos hacia aquel extraño lugar, él corriendo y Cosa, bueno, ella dando saltos. Al llegar, Gabriel se escondió detrás del pequeño muro y luego, sigilosamente, y casi de rodillas, comenzó a avanzar. “¡Shhh!”, le advertía Gabriel a Cosa, quien, debido a sus saltos, hacia más ruido de lo esperado. De repente, al acercarse a la ventana vieron que algo se movía. Gabriel se espantó, y al escuchar el ruido del cerrojo gritó: ¡vamos Cosa, vamos! Cosa no se movió. De pronto, la puerta se abrió y ahí estaba. “No se asusten”, dijo la anciana. “Nunca recibo visitas. Entren, tengo galletitas”. Gabriel quedó paralizado, nunca había visto a la bruja tan de cerca. Cosa, en cambio, no parecía sorprendida y guiñándole un ojo a la anciana, dio un salto al frente. A Gabriel no le quedó más remedio que acercarse y finalmente aceptar la invitación. Esa tarde comieron ricas galletas de chocolate, mientras su vecina les contaba sobre sus dificultades para mantener la casa limpia y el jardín arreglado. Antes de marcharse, Gabriel y Cosa ayudaron con la limpieza de las telarañas y con el barrido de las hojas. Prometieron volver.

***

Título: La cometa de Mili
Seudónimo: Pluf

Mili observaba, junto a la ventana, la cometa que acababa de dibujar. Estaba contenta. Le había quedado superlinda.

De pronto, una ráfaga de viento le arrancó el dibujo de las manos. Mili, sin poder hacer nada, vio cómo se alejaba volando. Con rabia se sentó en el suelo y decidió quedarse allí hasta que el enojo desapareciera.

Pero no tuvo que esperar mucho.

Una nueva ráfaga de viento entro por la ventana sacudiéndola. Levantó la cabeza y encontró en el medio del cuarto a un ser extraño, flaquito, que le llegaría a la cintura. Ese ser raro, de color verdoso, le había traído el dibujo, y parecía amigable. Hablaba en un idioma extraño que Mili no comprendía. Por sí entendía los gestos que hacía con el cuerpo, como en el juego de dígalo con mímica. Cada vez que Mili acertaba, los dos reían. Así supo que se llamaba Greg y que era un niño extraterrestre.

Cuando vio a Greg mirando por la ventana, preocupado porque no había viento para regresar a su planeta, tuvo una idea. Descolgó la cometa de la pared y le hizo señas para que se ocultara detrás de una varilla del armazón, estirando su cuerpo como si fuera un fideo.

Entonces, salió corriendo a buscar a la abuela. Le dijo algo en el oído y ella la siguió al cuarto, donde Greg las esperaba oculto en la cometa.

Abuela y nieta fueron al parque a remontarla. Y cuando a Mili le pareció que estaba bien alta soltó el hilo y ambas quedaron mirándola hasta que fue un puntito en el cielo. Un puntito que se perdió entre las nubes.

Título: Lea  niña
Seudónimo: Manuela Cangallo

La maestra Amalia presentó a la niña al salón de clase. Todos quedaron asombrados. No se parecía en nada a los humanos. Les comentó que ella venía del planeta Próxima B. A la niña le tocó sentarse al lado de Juanito.

—Vo, gurisa, ¿por qué tenés una cola de ratón y orejas como de elefante? —preguntó Juanito Rosi.

—En Próxima B todos somos así. ¿Por qué aquí nadie tiene colas ni orejas grandes?

—Porque no somos ratones ni elefantes… somos humanos —respondió Juanito.

—Todos ustedes son feos —dijo Rafael.

—Feo serás vos… Deja a la niña tranquila. Ella es… es… es distinta.

—Horrible… —arremetió Rafael y le sacó la lengua.

La maestra Amalia quiso interrumpir, pero esperó a ver la reacción de Juanito. Juanito caminó hasta donde estaba la niña. Le tapó los oídos.

—No la insultes. ¿Por qué es horrible? ¿Por qué es de otro planeta?

La maestra hizo que se callaran. Hizo que todos se pusieran en círculo. Entre ellos había niños y niñas de distintas realidades sociales. Hizo que cada uno dijera su nombre. Les pidió que se pusieran las máscaras que ellos habían fabricado, días atrás, con goma y papel. Los niños reían. Nadie podía reconocerse.

—¿Y ahora? ¿Quiénes somos?

—Somos nosotros —gritaron.

Apenas se les veían los ojos a través de las máscaras.

—Niña, ¿te parecen feos?

—Sí —respondió.

Cuando terminó la clase, la niña se vio rodeada de sus compañeros. Reían. Nadie se insultaba.

***

Título: La visita
Seudónimo: Cantinella

El abuelo y Tino pescaban en la escollera.

La tarde estaba clara aún y la luna como una naranja brillante y sedosa subía al cielo que se apagaba
poco a poco incrementando su inmensidad.

De pronto cayó una estrella fugaz.

Resultó ser un bus intergaláctico.

Al rato, se bajaron varios tipitos un poco mareados por lo agitado del trayecto.

Estiraron las piernitas y comenzaron a dispersarse a lo largo del lugar.

Una niña del grupo se aproximó al muelle, saludó y dijo que se llamaba Rit.

Perplejos, se miraron ambos pescadores en silencio.

Rit explicó que venían de Ceres, un asteroide enano pero de corazón grande.

Al descenso vieron tamboriles, fuegos y gente alegre bailando por lo que descartó que sería un lugar
fantástico para visitar.

Una vecina suya le había recomendado que no dejara de probar la garrapiñada y los refuerzos de
mortadela.

Además, le gustó mucho la idea de subirse a la rueda gigante que desde el cielo parecía un maravilloso anillo de luces girando cerca de la playa.

Muy confiada, Rit pidió permiso para intentar suerte con la caña y para sorpresa de todos, pescó.

Tanta suerte le dio risa y al rato, reían los tres.

Metieron las patitas en el agua fresca y hablaron de amigos, música y banderas.

Conversaron largo rato hasta que Tino tuvo sueño.

Se despidieron, deseándose abundante fortuna y varios viajes.

De regreso y algo contrariado, Tino le dijo al abuelo que Rit era una suertuda.

“Primera vez y pesca”, murmuró.

***

Título: Lo esencial
Seudónimo: León

¡Hola Cosa! ¿¡Qué te pasó!?

¡Hola Gabriel! Nada, ¿por qué preguntás?

¡Es que tu piel está de otro color hoy!

¡Ah, sí, claro! Es que en mi planeta las persona cambiamos de apariencia cada tanto.

¿¡En serio!?

Sí, a veces somos de color blanco, otro día negro, otro amarillo, rojo, verde…

Puedo aparecer un día alta y al otro bajita.

Gorda o flaquita.

Con pelo lacio, muy enrulado o sin pelo.

Un día ser una nena y al otro un varón, o algo diferente.

Pero, pero… ¿cómo es posible eso?

¡Ah! La naturaleza nos hizo evolucionar así para que no nos dejemos engañar por las apariencias, para que nos respetemos entre todos, aunque nos veamos diferentes. ¡Y valoremos la belleza de la diversidad!

¿Y… cómo se reconocen?

Es que los ojos siempre nos engañan, ¡sólo se ve bien con el corazón!

Ah, ¡es verdad! Yo ya sabía eso… Vení que te quiero mostrar mi libro preferido, ¡te va a encantar! Y ahora que lo pienso, ¿tu planeta está cerca del asteroide B612?

***

Título: Previsión
Seudónimo: Pocomí

La niña presionó un botón en el comunicador intergaláctico y aguardó.

─¿Andrómeda?, escuchó la voz de su amigo Earth.

─Sí, contestó. ─Recibí tus imágenes electrónicas sonoras, de afinidad ultravioleta. Aprendí mucho sobre la vida de los horneros que viven en tu jardín. Aquí son desconocidos.

─¿Puedes enviarme un mensaje relatando lo que viste y oíste?, ─preguntó el niño. Así estaremos seguros que captaste todo.

En tiempo real, Earth recibió el siguiente audiotexto encriptado en código de Uruguay.

–o–

La pareja de horneros camina alerta sobre el cuidado césped, mirando hacia un lado y otro y picoteando aquí y allá. En ocasiones, sus picos se alzan vacíos. Otras veces, descartan lo recogido y continúan buscando.

A partir de un trino constante del macho, la pareja interpreta un coordinado dúo de notas metálicas. De pronto, con la velocidad del rayo, Papá hornero extrae de la tierra una sabrosa lombriz. Llama a la Mamá para entregarle el tesoro descubierto. Ella lo recoge en su pico y vuela rauda hacia la casita de barro construida en el poste de luz vecino.

Ambos están seguros de que sus tres polluelos disfrutarán de un suculento desayuno.

Sin demoras, el macho retoma su paso marcial y continúa la búsqueda de más alimentos. Sabe que sus pequeños son voraces y que la jornada diaria es larga e incierta.

Papá hornero jamás olvida el sabio consejo de la hormiga amiga: “quien guarda, tiene”.

–o–

De inmediato, Andrómeda recibió la respuesta:

─Está perfecto. Nos comunicamos pronto. Beso.

***

Título: Qu
Seudónimo: Homo sapiens

Al detenerse el rayo-transporte pudieron ver las estrellas y planetas más cercanos.

El padre de Qu, al verla nerviosa le explica que es normal, se detiene para hacer algunos ajustes y luego continuar.

Qu, enciende su Hológrafo de muñeca para ver su ubicación:

Sistema solar, 9 planetas, 12 lunas, cometas y miles de asteroides, orbitando al Sol.

Un planeta titila, lo toca con el dedo:

Planeta Tierra clase M, atmosfera, nitrógeno al 78% y oxígeno al 21% y otros

-Papá, puedo ir al planeta Tierra, si.

-Bueno, pero solo vas al campo.

Llega a una verde penillanura levemente ondulada, el Hológrafo le indica:

Árboles: Scutia buxifolia, Acacia Caven

Aves: Vanellus chilensis, Rhea americana, Nothura maculosa

Mamíferos: Equino, Homo sapiens

Montado en su caballo, Gabriel va a la Escuela Rural y se topa con Qu que se sorprende al verlo tan diferente y enciende el traductor universal.

-Hola, soy Qu.

-Buen día, soy Gabriel.

Entablan una conversación muy amena y ambos aprenden muchas cosas. Gabriel le muestra los útiles que lleva a la Escuela, lápices, escuadra, cuadernos, libros y enciende la Ceibalita.

Qu le muestra su Hológrafo y se dan cuenta que ambos tienen toda la información en sus aparatos electrónicos.

Salen de las sombras del Quebracho y el Espinillo, juntos corren y ríen por el campo espantando a los teros, los ñandús y las perdices.

Cuando Qu tiene que partir, le regala a Gabriel una pulsera de piedras de su planeta y Gabriel le regala unos lápices de colores fabricados en la Tierra.

***

Título: Un balcón con tizas de colores
Seudónimo: Barranco

Está quedando bien, pensó Matías mirando la pared. La cabeza comenzaba a verse igual, con esos cabellos lanzados al aire. Al oír a su mamá, corrió las plantas para tapar el dibujo y escondió las tizas de colores.

Días después, descubrió que habían completado su obra; pero el lado derecho de la cabeza estaba calvo, y tenía un ojo enorme y alargado.

¿Quién podría haberlo hecho? No venían amigos a jugar a casa. Intrigado, dibujó sólo el lado izquierdo del tronco. Con el brazo flaquito, igual al suyo.

Días más tarde el tronco estaba completo, y tenía un brazo derecho largo que terminaba en tres dedos, finos y algo curvos. ¿Cómo habría llegado alguien a su balcón, tan lejos del suelo?

Culminó el lado izquierdo del dibujo. Incluyó la mitad izquierda de la silla de ruedas. Si iba a dejar su retrato a los futuros inquilinos, debía dibujarse tal cual era. Por esos días apareció la pierna derecha, un poco corta y algo cómica.

Ya era algo personal. Pintó su lado del dibujo, y empezó a dormir con un ojo abierto. A la cuarta noche sintió ruido de macetas deslizándose. Se acercó, sigiloso, al balcón iluminado por la luna. Alguien, que le pareció una niña, dibujaba sobre la pared.

Encendió la luz. La niña giró la cabeza, calva, al otro lado del vidrio. Lo miró con ojos enormes. Levantó la mano derecha y le mostró, sujeta entre los tres dedos, la tiza de color verde. Sonrió, y Matías le devolvió la sonrisa. Terminó de pintar su lado del dibujo. Después se perdió en el cielo de la noche.

***

Título: Una luz en el camino
Seudónimo: Fiona

Como todas las mañanas, Juancito tomaba la chocolatada que su mamá le dejaba antes de ir a trabajar. Guardaba sus cuadernos y la cartuchera en la mochila, sin olvidar las dos galletitas para la merienda. Esa mañana, camino a la escuela, notó una claridad diferente a los demás días, pero era tan hermosa que no podía dejar de admirarla. En el largo camino que debía recorrer, no había ninguna casa, solo un pequeño estanque, donde nadaban algunos patos salvajes. Ese día algo lo hizo detener junto al espejo de agua. Una pequeña figura rubia y etérea, montada sobre un cisne lo miraba. La luz que irradiaban no parecía real. Se acercó a ella y le preguntó quién era y qué hacían allí. -Soy Tinka y él es King. Bajamos a conocer este hermoso lugar y descansar del largo vuelo que nos espera. -¿Quieres unirte a nosotros?

***

Título: Venida de otro mundo
Seudónimo: Adalia

Nico fue a clases desganado. Quería quedarse a ver una serie de ciencia ficción que le fascinaba, pero sucedió algo extraordinario. En su salón había un ser extraño con ropas muy raras como las de las películas de batallas intergalácticas que miraba su hermano mayor.

Tenía cara y cuerpo cubiertos con su ropaje. Igual, Nico pudo ver sus grandes y brillantes ojos verdes observando todo con extrema atención.

Se asustó!. Por lo que sabía, parecía ser un extraterrestre y estaba aquí en la Tierra entre nosotros!.
Iba a correr lo antes posible pero cuando vio a la maestra pensó que debía advertirle y salvar a los demás.
Vio películas donde agentes especiales se encargaban de los extraterrestres y su hermano le contó que esos oficiales y científicos existían. ¿¡Cómo contactarse con ellos?!

La cabeza le daba vueltas!. Sorpresivamente la maestra posó su mano sobre el hombro de aquella figura delgada y alta descubriéndole la cara con cuidado y todos pudieron ver el rostro de Adalia, su nueva compañera. Contó que venía de un país lejano donde ella y su familia ya no podían vivir… Eran tiempos difíciles y “su mundo” había cambiado demasiado. Esperaba algún día volver pero igual le gustaba estar acá y conocerles. Adalia y Nico tenían mucho en común: les encantaba mirar las estrellas por la noche y no tanto dormir siesta.

Nico tenía la rara pero obvia sensación de que no había distancia, frontera o “diferencia de mundos” entre él y Adalia después de haber conversado con ella.

***

Enlace relacionado
Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores

Foto: Nicolás Celaya / adhocFOTOS

Comentarios