Editorial

Bergara y las redes con alambres de púa

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Por Emiliano Cotelo ///

A veces las redes pueden transformarse en mallas de alambre, y tener púas también.

Para graficar esa metáfora debe haber mil ejemplos mejores, más duros y más crudos. Pero el que voy a comentar, que muchos pueden considerar menor, tiene la ventaja de haber ocurrido entre nosotros y hace muy pocos días.

Pienso en el curioso giro que terminó teniendo un comentario realizado por el presidente del Banco Central, Mario Bergara, el lunes 22 durante un foro celebrado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y que el semanario Búsqueda recogió el miércoles 24, justo antes del feriado por la Declaración de la Independencia. Me da la impresión que muchos aprendimos un poco más sobre redes sociales a partir de ese episodio.

Los dichos de Bergara habían pasado casi desapercibidos hasta que llegó el fin de semana largo y alguien enfocó la misma noticia con un ángulo levemente diferente, con lo cual se echó a andar a todo vapor la máquina ingobernable de la “viralización” en Twitter, Facebook y los portales web.

En Búsqueda la nota –de apenas seis párrafos– apareció en la página 30 con este título: “Bergara criticó a las calificadoras de riesgo: son ‘un mal necesario’”.  Pero la frase completa del jerarca, que figuraba adentro del artículo, era más larga y contenía una expresión ajena al lenguaje técnico. Fue ahí que, con el correr de las horas, se enfrascaron las redes. La expresión entera de Bergara había sido: las calificadoras  “son como una esposa en un matrimonio. Son un mal necesario. Uno puede discrepar, y normalmente discrepamos, sobre todo cuando nos miden a nosotros mismos”. Fin de la cita.

Bergara es uno de los componentes más importantes que ha tenido el equipo económico en los tres gobiernos del Frente Amplio. Preside el Banco Central desde 2008 con excepción de un período en que encabezó el Ministerio de Economía, entre diciembre de 2013 y marzo de 2015. Antes ya había estado en esa cartera, como subsecretario, entre 2005 y 2008. A pesar de toda esa trayectoria, y de todas las conferencias en las que ha participado como autoridad de gobierno, difícilmente una declaración suya haya generado tanto ruido como en este caso, que ocurrió en un evento a 2.500 kilómetros de aquí.

Estamos de acuerdo. La broma no fue buena y la elección del lugar para realizarla fue bastante desafortunada. Pero también tendremos que convenir que, más allá de lo infeliz del planteo, las reacciones resultaron desmedidas. No me refiero a los comentarios analizados de a uno, que hasta podrían ser compartibles en algunos casos; me refiero al conjunto de todos ellos.

Es decir, ¿era necesario que las redes se prendieran fuego para declarar a Bergara persona no grata por algunas horas? ¿El caso lo ameritaba?

En un hecho como este, ¿qué diferencia termina habiendo entre la discrepancia y el escarnio? ¿Hasta dónde llega el llamado de atención y dónde empieza la lapidación, en estas nuevas plazas públicas llamadas redes sociales?

Twitter y Facebook son medios de expresión fabulosos, pero también encierran en su lógica algunas trampas mortales. Una de ellas es la capacidad ilimitada de distorsionar los temas de debate. Por ejemplo, nadie duda que la violencia de género es un flagelo grave que arrastra la sociedad uruguaya. Pero… ¿realmente alguien piensa que Bergara estaba fomentándola con aquellas palabras? Sin embargo, eso llegó a escribirse y decirse, enfáticamente.

Después de todo… si encontramos agresiones en cada acto o declaración de la vida pública, ¿no estaremos banalizando este problema de la violencia de género?

Sé que el lenguaje es, en cierto modo, un campo de batalla más para dirimir algunas tensiones subyacentes en cada cultura. Y acepto que eso lleva a que se ejerza cierto nivel de vigilancia ante los posibles desvíos que puedan darse en el manejo del lenguaje. Pero también creo que los mejores líderes no son quienes ganan todas las peleas sino quienes consiguen mantener la paz por más tiempo. Y a las redes sociales les falta mucha paz.

Entonces, puedo entender  –en todo caso– las primeras reacciones de reprobación, que en definitiva fueron las más genuinas y originales. Pero ¿se justifican todas las que llegaron después y que convirtieron la palabra “Bergara” en “tendencia” en las redes durante varias horas?

Como dije al principio, este caso, el de Mario Bergara, es solo un ejemplo. Igual o peor la han pasado figuras de distintos partidos políticos y otras del deporte o del mundo del espectáculo, acá y, por supuesto, en otros países del mundo.

¿Es justo para quien comete un error recibir el juicio sumario de la multitud, en un medio en el cual es tan difícil ensayar una defensa? ¿Está bien que uno utilice permanentemente la fagocitación del otro para construir su personalidad virtual en las redes? ¿No es esa otra forma de violencia?

La “viralización” somos nosotros. Y tan importante como tener una opinión en las redes es saber cómo va a sonar nuestra voz, como parte de un coro gigante que muchas veces grita, desafina y no tiene el menor interés por la música.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 02.09.2016, hora 08.05

 

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