Editorial

En busca del tiempo ganado de Daniel Vidart

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Por Emiliano Cotelo ///

“… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando…”
Juan Ramón Jiménez

Ustedes, los oyentes y lectores de En Perspectiva, saben que en estos días murió Daniel Vidart, uno de los intelectuales uruguayos más brillantes, rigurosos, accesibles y bien humorados.

Es muy probable que muchos hayan leído alguno de su centenar de libros o atendido sus precisiones históricas o antropológicas en las entrevistas que concedía.

Sobre Daniel Vidart se han escrito en estos días numerosos artículos de prensa y se han publicado aún más comentarios en las redes sociales. También ha habido cantidad de notas en la televisión y en la radio. Aquí mismo, en Radiomundo, en la mañana y en la tarde, hemos producido distintos enfoques sobre este antropólogo, historiador, docente, pensador y muy prolífico escritor.

Como no podía ser de otra manera en nuestro país, del profesor Vidart se está hablando mucho y bien … y mucho y mal. Es que se expresó favorablemente sobre la legalización de las drogas y no era un teórico sino un usuario cuidadoso, que explicaba el tema desde su práctica personal. Es que, para escándalo de otros tantos, despachó el politizado “charruísmo” con la contundencia del conocimiento histórico, advirtiendo que solamente por ignorancia o mala fé se puede erigir algo más que mitos y leyendas sobre los charrúas y su presunto genocidio. Escribió y demostró que los indígenas que predominaron en lo que hoy llamamos Uruguay eran mayormente guaraníes y que ellos sí mataron más de quinientos charrúas del otro lado del río, lo que fue una masacre, no un genocidio; y remarcó que la matriz definitoria de nuestro presente está en el flujo por oleadas de inmigrantes europeos. Aclaró una y otra vez que la peripecia de palestinos e israelíes debe culminar con dos estados. Pregonó que el saber y la tolerancia son las raíces de cualquier futuro para la humanidad… Y así, con una erudición amable pero rigurosa, fue por la vida desmontando prejuicios.

Pero, aunque resulte sorprendente, estas palabras no son para hablar sobre Daniel Vidart. O, mejor dicho, a partir de la despedida a Daniel Vidart quiero plantear una inquietud. Quiero detenerme en el valor de la buena conversación, la dedicación que la conversación requiere y las bondades que surgen de ese ejercicio. Esa costumbre que, como la de opinar, no debe perderse.

El profesor Vidart se prodigaba en conversaciones, en charlas con amigos, conocidos, eventuales contradictores, alumnos y colegas; se escribía con gente de todo el mundo; departía con casi todos sobre casi todo, porque se involucraba… y se hacía tiempo para todo. Es impresionante la acumulación de testimonios sobre esas conversaciones y es conmovedor comprobar cuántas personas encontraron placer y crecimiento charlando con Vidart.

Esa dimensión en la que se discurre sobre un asunto u otro, ese tiempo dedicado a matar el tiempo mientras transcurre, no es ocioso, no es pérdida y puede ser ganancia vital.

Ese deporte nacional que era la conversación era una de las expresiones culturales de un país más educado, menos ríspido y más inteligente, aunque tal vez demasiado centrado en lo político.

En otras ocasiones he comentado hasta qué punto resulta dañino e irritante para el Uruguay perderse en el espiral de los antagonismos.

Pero hoy quiero destacar la importancia de la discusión fructífera, que se construye en los encuentros y desencuentros entre personas que resuelven no insultarse y resuelven, aunque parezca ingenuo, ser respetuosas incluso disintiendo profundamente.

El Uruguay tuvo tertulias, peñas, charlas de café, debates parlamentarios cargados de sapiencia y humor, sentencias bien escritas; en esos ambientes las controversias se desenvolvían con argumentos fundados, un español de estilo preciso y a veces precioso, y todo sin dejar la contundencia.

Lo dije en pasado: “el Uruguay tuvo”; “las controversias se desenvolvían”. No sé si puedo cambiar la conjugación de los verbos y ponerla en presente.

Pero, bueno, capaz que exagero con ese escepticismo.

Quizás apenas es mi arrebato de nostalgia ante la responsabilidad que nos impone seguir la huella de veteranos gigantes como Daniel Vidart, sabios de acá nomás.

(Audio Vidart)

“La sabiduría se aprende en el camino y no en la biblioteca. La sabiduría es la gota de miel en el higo maduro, no otra cosa, no es saber mucho. El saber es la arqueología del espíritu y la sabiduría es algo que tiene que ver con lo moral, con la dimensión metafísica y con la dimensión humana y humanista del hombre. La sabiduría es tomarle el sabor a las cosas.”

(Fin audio)

***

Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 17.05.2019

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