Editorial

De banderas y víctimas

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Por Rafael Porzecanski ///

Podrán discutirse muchas cosas sobre el reciente atentado en París excepto su gigantesca repercusión. Entre estas repercusiones, es interesante detenerse en las diferentes reacciones que se observaron en los días siguientes en las redes sociales.

La reacción más inmediata de hombres y mujeres de diversos puntos del planeta fue de espanto y rechazo. La conmoción llegó a tal punto que una gran cantidad de usuarios de Facebook y Twitter, por ejemplo, decidió en las horas siguientes al atentado cambiar su foto de perfil por alguna imagen que representara la solidaridad y el dolor por la tragedia. Así, se hicieron virales diferentes versiones de la bandera francesa, un original símbolo de la paz con la Torre Eiffel o cintas negras en señal de duelo.

Un poco después, un segundo gran grupo de usuarios desarrolló una actitud crítica con esas señas de solidaridad, aunque sin dejar de lamentar los tristes episodios. Por un lado, muchos defensores del Estado de Israel se manifestaron reclamando la misma actitud y dolor con las víctimas del terrorismo palestino. “Je suis Israel”, por ejemplo, fue una de las frases más frecuentes que este perfil de usuarios decidió colgar en sus páginas personales.

De forma similar, muchos exigieron igual atención y cobertura mediática a las víctimas del terrorismo en varios países del mundo islámico así como a las víctimas del llamado terrorismo de Estado. “Yo no cambio mi perfil porque no tendría espacio suficiente para poner todas las banderas de los asesinados en Palestina, Ucrania, Líbano, Siria, Irak, etc.” fue una de las portadas que más comúnmente compartieron y acuñaron quienes se escandalizaron por una supuesta doble vara a la hora de lamentar las muertes por obra del terrorismo.

Ciertamente, coincido con este segundo grupo de cibernautas en que no todas las víctimas del terrorismo se lloran igual. También es cierto que diferentes atentados reciben distintas coberturas mediáticas por razones que muy bien sintetizó Darío Klein en una columna publicada en la página web de En Perspectiva. Reconociendo estos aspectos, estoy convencido que para entender la identificación tan extendida, entrañable e inmediata con las víctimas parisinas, hay que apelar a cuestiones propiamente semióticas.

Así como el ataque de Al Qaeda del 11 de setiembre de 2001 tuvo el evidente propósito de golpear al corazón del “capitalismo financiero”, Francia sigue representando en un extendido imaginario la cuna de la democracia política, de la ilustración y de una sociedad laica e individualista donde el disfrute y el goce de los sentidos constituye un pilar central de la vida. Naturalmente, no todo lo que brilla es oro pues junto a los ideales de la Revolución Francesa y al incomparable encanto parisino, convive una historia de política exterior repleta de invasiones injustificadas, crímenes de lesa humanidad y apropiaciones indebidas. Ya lo resumió hace tiempo el gran Walter Benjamin: no hay documento de la civilización que no sea a su vez un archivo de la barbarie.

Más allá de este necesaria aclaración, y volviendo a la semiótica, si el ataque a las torres gemelas desafió a un modo de producción y acumulación de riqueza, el atentado en París representó un ataque directo a un modo de vivir que muy diversas sociedades han adoptado como propio. Así, esos muertos y heridos en los cafés y lugares de esparcimiento parisinos no sólo duelen por su completa inocencia sino también por representar a muchos de los que en algún punto (y hasta sin saberlo) nos sentimos hijos de la cultura francesa.

Personalmente, me resulta indisociable este reciente atentado con las imágenes de aquel lejano 1940 mostrando al ejército nazi adueñándose de París como más le gustaba hacerlo: a la fuerza y por las malas. Setenta y cinco años después, el enemigo ha cambiado de religión, de ideología y de metodología en el ejercicio del terror. La amenaza, sin embargo, sigue siendo la misma. Por eso, aunque los muertos y heridos de París valgan lo mismo que el resto de las víctimas del terrorismo, mi foto de Facebook tiene desde hace varios días una Torre Eiffel transformada en símbolo de paz.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, viernes 20.11.2015, hora 08.05

Sobre el autor
Rafael Porzecanski es sociólogo, magíster por la Universidad de California, Los Angeles, consultor independiente en investigación social y de mercado, jugador profesional de póker y colaborador de EnPerspectiva.net.

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