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Por Romina Andrioli ///

¿Soy yo, o esta etapa de la pandemia, la más dura que nos ha tocado vivir, nos agarra desenfocados?

Es cierto que estamos todos cansados, que esa sensación de agobio nos hace sentir abatidos, a pesar de que sepamos que las vacunas están, que son una realidad.

Lo más preocupante es que esta etapa de la pandemia, con cifras que rondan los 2.000 contagios diarios y una casi veintena de muertes que se cuentan cada noche, nos encuentra – en términos futbolísticos – con la defensa distraída, y ya lejos quedó ese empate en La Paz al que aludió Radi. Más bien, nos están apedreando el rancho.

Muchos afirman por estos días tener la sensación de vivir un loop, un déjà vu de marzo de 2020. Dejando de lado que hoy sabemos bastante más del virus, no comparto esa afirmación.

Por aquellos días de marzo de 2020 afloró lo mejor de cada uno de nosotros. Muestras de solidaridad por todos lados, empatía en lo que estaba viviendo el que -por sus distintas razones- estaba más complicado que nosotros. Fue así que nos pusimos en el lugar de médicos y enfermeros (los aplaudimos aunque en aquel momento las cifras fueran absurdas). Fue así como ayudamos al que se quedaba sin trabajo o compramos en emprendimientos ingeniosos que se la rebuscaron para salir adelante. Fue así como el empresario entendió que su empleado estaba agotado y se daba maña como podía para cumplir con su tarea mientras tenía a los niños las 24 hs en su casa y haciendo clases a distancia. Fue así como también el trabajador entendió que, de la noche a la mañana, al empresario se le cayó el negocio y en muchos casos no le quedó otra que mandarlo al seguro de paro. Fue así como surgieron innumerables muestras de solidaridad para ocuparse del que estaba peor (las ollas populares, cocinarle al personal de la salud, hacerles tapabocas o armar conciertos en los balcones para animar al vecino). Fue así como los padres valoramos la dedicación y el rol de los docentes y los docentes entendieron que tienen que tener una familia aliada e involucrada. Fue así como el sistema político evitó los enfrentamientos y demostró por qué nos dejan bien parados los distintos índices de democracia mundial.

Desde aquellos momentos idílicos hemos vivido repetidas e innumerables discusiones que se reeditan con más o menos casos: que si se debe poner más plata, o si la situación que ya se heredaba previo a la pandemia era complicada como para seguir haciendo un esfuerzo que nos comprometa a futuro; que si tal brote se dio por el 8M o la manifestación sindical o el problema es la expo Prado, la cosecha de arroz o que los shoppings sigan abiertos. Que si la policía en el intento de disolver una aglomeración cometió o no excesos y si a la cuerda de tambores se la estigmatiza o son una fuente de contagios con muestra de nula solidaridad. Que si las medidas del gobierno fueron adecuadas o si se quedaron cortas. Que si la libertad responsable nos salvó o hay un Estado absolutamente ausente y omiso.

Con 50, con 100, con 500 o con 2000 casos diarios de enfermos de covid discutimos una y otra vez sobre lo mismo. Tan aburrido y reiterado como un cassette, o como el mensaje de una operadora cuando uno llama por estos días a su prestador de salud. Un debate, además, donde pocos se desmarcan y en general todos saben antes de que se reedite dónde va a estar cada uno. Un debate donde si bien se podría decir que hace a la esencia de la democracia, termina empobreciéndonos como sociedad. Un debate donde, a mi entender, falta – justamente- un poco de empatía.

Por eso vuelvo al principio: ¿No estamos desenfocados? ¿No nos agarra esta etapa tan complicada con el foco en otras cosas mientras enterramos en solitario a nuestros familiares, mientras miles de familias caen en la pobreza o no tienen directamente qué comer?

Por eso sí es que añoro aquel marzo de 2020, mucho más ignorante y signado por el miedo y sin una salida, pero con la mejor cara de nosotros mismo.

Aún estamos a tiempo de concentrarnos para el final del partido. Nuestro faro está ahí. Quedan 154 días para que Uruguay alcance la famosa inmunidad de rebaño, según un web internacional que se ha popularizado por estos días en las redes sociales. Mientras, elijamos en qué gastar ese resto que nos queda. Enfoquémosnos en dar nuestra mejor versión y en recuperar esa empatía que nos llevaba a concentrarnos en lo verdaderamente esencial y mirar al que la está pasando peor.   

 

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