Editorial

Educación: el tiempo perdido

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Sería una encuesta difícil de hacer, pero interesante sin duda. Si tomáramos a un grupo de uruguayos y le preguntáramos cuál es la frase que más recuerdan del gobierno de José Mujica, aquella que pronunció al inicio de su mandato comprometiéndose con “Educación, educación, educación y más educación”, con seguridad estaría en la lista.

Si le preguntáramos al mismo ciudadano, qué frase le viene a la cabeza cuando piensa en el segundo gobierno de Tabaré Vázquez es probable que recuerde aquella famosa promesa de cambiar el “ADN de la educación”.

Ha pasado casi un año y medio de este mandato y en materia educativa hemos visto muy poco. Asistimos a acusaciones cruzadas, renuncias, e incluso vimos a maestros pidiendo la salida de la ministra de Educación.

En su programa de gobierno 2015-2020, el Frente Amplio reconoció la “dificultad” que tiene como partido “para construir una agenda compartida de discusiones, temas y acciones en educación”. Al mismo tiempo se proponía “recuperar la valoración social de la educación pública”.

A juzgar por lo que va del gobierno Vázquez, las dificultades persisten, y parece poco probable que se pueda “recuperar la valoración” de la sociedad hacia la educación pública a corto plazo si la tónica es la que María Julia Muñoz le ha impregnado a sus expresiones hacia los maestros por las que, justo es decirlo, se ha disculpado.

Repasando declaraciones desde marzo de 2015 a la fecha, es interesante sin embargo, remarcar algunas coincidencias.

Hace algunos días, la ministra Muñoz aludió a las limitaciones del Ministerio que dirige a la hora de resolver en temas educativos. Es decir, el Ministerio de Educación en Uruguay tiene problemas para ocuparse de forma directa de la educación, porque hay órganos cuya autonomía les da más peso en las decisiones que a las máximas autoridades del ramo. Lo mismo dijo poco después de renunciar a su cargo el ex subsecretario de esa cartera, Fernando Filgueira: “La autonomía implica que el rol que pueden jugar los ministerios en empujar es muy limitado”, expresó.

Jerarca y ex jerarca apuntaron a un problema estructural del sistema que impide que la definición de políticas venga desde arriba, como ocurre en la mayoría de los sectores que son competencia del Estado.

La pregunta, en este punto, es si existe una definición clara de hacia dónde se quiere llevar el sistema educativo. Se habla con frecuencia de la repetición y su impacto en los niños; de los resultados del programa de escuelas de tiempo completo; de la necesidad o no de escuelas rurales; incluso del curioso sistema de elección de horas docentes en secundaria.

Pero poco escuchamos de modernización de programas y métodos de enseñanza. ¿O vamos a creer que los graves niveles de deserción escolar que se registran en Uruguay se deben solamente a factores exógenos al sistema educativo? Basta preguntar a un adolescente promedio si el liceo le entusiasma o no para obtener una respuesta.

Lo cierto es que las generaciones siguen pasando y los resultados empeorando. El nuevo marco curricular del que habló Filgueira al dejar su cargo y hace pocos días Santiago Cardozo, autor del último estudio académico sobre las pruebas Pisa, sigue sin aparecer y los alumnos siguen cursando materias que parecen tan desconectadas entre sí como la escuela y el liceo.

El desfasaje entre lo que se aprende en educación primaria y secundaria en relación a lo que se espera en la universidad es evidente. De paso, asistimos al mayor proceso privatizador de nuestra historia, nada menos que en el terreno educativo.

¿Por qué si Uruguay fue capaz de encontrar el consenso para mantener el Plan Ceibal, si hay maestros rurales que trabajan con una vocación incansable, si hay profesores que viajan horas para dar clase en un liceo de contexto crítico, en definitiva, si el recurso humano y la capacidad existen, por qué el sistema político y los organismos educativos no logran responder a la demanda de mejorar la educación?

Una respuesta, corta y trágica, podría ser que todavía no saben lo que quieren. O elaborando un poco más: no hay una voluntad manifiesta de encontrar mecanismos de diálogo que permitan llegar a acuerdos mínimos sobre el modelo educativo que se quiere para nuestros jóvenes. Así, somos testigos de un inmovilismo imperdonable, cuyas consecuencias más profundas vendrán inevitablemente en el futuro.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 27.07.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

Comentarios