Editorial

Educación: Empecemos por conocer lo nuestro

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Por Rosanna Dellazoppa ///

Hace algunos días, en oportunidad de apoyar a un grupo de trabajo de mi hija para la clase de Geografía de segundo de liceo, tuve la chance de acercarme más a los materiales de estudio con que cuentan hoy los adolescentes.

El tema me llevó ineludiblemente a pensar en el camino que transitamos en la radio, buscando acercar las actividades del campo a la ciudad, y quisiera aprovechar esta oportunidad para dirigirme a quienes hoy tienen en sus manos la revisión de los planes de estudio.

Los textos para alumnos de 13 y 14 años hablan, entre otras cosas, de actividades económicas en América. Utilizan vocablos vinculados al comercio como "subsidios", "aranceles", "cuotas"; otros vinculados a la producción agropecuaria como "estabulado", "concentrados", "sojizacíón" o "engorde a corral".

En general, los alumnos no tienen la más mínima idea de qué son estas cosas cuando en realidad son términos íntimamente vinculados a nuestra matriz productiva y podrían ejemplificarse con casos prácticos muy cercanos, que les permitirían aprender sobre los temas de una manera más amigable.

Luego de unos cuantos años de recorrer el país puedo aseverar que no solo en Montevideo sino también en el interior son escasos los chicos que visitaron alguna vez un tambo o un establecimiento ganadero, agrícola o forestal. Todas estas actividades, cuyos productos están en los primeros lugares de las exportaciones de nuestro país y, más aún en el caso del interior, constituyen las actividades principales que dinamizan la localidad en cuestión. O sea, no es un tema solo de Montevideo como se podría pensar a priori.

El año pasado compartí una experiencia con el Colegio Santa Rita en oportunidad del Año Internacional de la Agricultura Familiar. Alumnos de tercer año y sus docentes trabajaron un proyecto que los llevaron a salir de Montevideo para tomar contacto de primera mano con productores de San José y Soriano. Visitaron tamberos, agricultores y una industria panadera.

Para casi todos ellos y para sus docentes fue el primer acercamiento real a estas actividades. Creo que las ventajas que trae este acercamiento a la naturaleza (sus ciclos, las infinitas variables que condicionan el éxito de estos emprendimientos y los factores humanos que inciden) son indiscutibles.

Volviendo a la experiencia del grupo de mi hija, mientras les explicaba los términos vinculados al comercio y a la producción lechera y sojera, recordé con nostalgia el entusiasmo de aquellos chicos del Santa Rita. La motivación que significó recibir la información de mano de los protagonistas, la convicción con la cual presentaron sus informes finales basados en datos que provenían de las fuentes primarias: los propios productores. Productores que, haciendo gala de una didáctica envidiable, habían compartido tiempo, experiencias y emociones, y les habían hablado de su trabajo como habla un productor: con amor por la tarea, con resignación por el sacrificio, con generosidad con el saber.

Sin tener que abrir un libro, les enseñaron cómo funciona una máquina de ordeñe, como nace un ternerito, cómo y por qué se hace un fardo, qué es un concentrado, una chacra, un cultivo, una máquina, un pan, un bizcocho Una forma de vida diferente que difícilmente se puede trasmitir en un libro. Mirando a los educadores de hoy, no quería dejar de transmitir esta inquietud, y reforzarla con un conocido proverbio chino que dice:

Lo que oyes lo olvidas,
lo que ves lo recuerdas,
lo que haces… lo aprendes.

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Sobre la autora
Rosanna Dellazoppa es ingeniera agrónoma por la Universidad de la República, con cursos de posgrado en comunicación organizacional en CLAEH y Liderazgo en AACREA. Trabajó en FUCREA, MGAP, IICA y es coordinadora de La Mesa Agropecuaria y responsable de la sección Agro En Perspectiva.

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