Editorial

El bolsillo de Juan

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Juan vive en Uruguay. Tiene dos hijos. Cada día viaja en ómnibus muy temprano a su trabajo matinal. Almuerza lo que se lleva de casa de camino a su segundo empleo. Algunos fines de semana, Juan hace suplencias en una empresa. Juan duerme poco. No quiere atrasarse en las cuentas, y tampoco que a su familia le falte lo básico: salud y buena educación. Por eso Juan paga un colegio privado y un servicio de emergencia médica. Él y su esposa redondean un ingreso por encima del promedio, a costa de un gran sacrificio.

A Juan le gusta pasar los domingos que tiene libres con su familia. También le gusta el fútbol, y el carnaval. Y sueña con ver a Uruguay en el Mundial.

Este año, las cosas se complicaron para Juan. Enfrenta un problema sin solución: se le acabaron las horas del día. Sí, se le acabaron y ya no puede asumir otro trabajo. Y ese es un problema muy serio, porque gracias al ajuste fiscal Juan gana menos. Además, a Juan y a su esposa les cuesta mucho más caro mantener su casa: subieron el alquiler y todas las cuentas. Paga más por la electricidad, el agua y el teléfono. Y por si fuera poco, hoy le suben el boleto.

Juan no entiende mucho de economía, pero sabe que los precios de algunas cosas, como el colegio de sus hijos, suben por encima de la inflación que da la tele.

También sabe, porque anda en la calle, que es difícil conseguir trabajos mejor remunerados. Muchas empresas no están reponiendo personal. Y las que contratan, pagan menos.

A Juan no le gusta evadir impuestos. Y aunque quisiera, no podría. Es un trabajador asalariado y está en regla porque no acepta trabajos en negro. Así que Juan, que tiene un ingreso rígido, sabe que su situación económica en 2017 será peor que la de 2016. Él y su esposa siempre se cuidaron con los gastos porque tienen responsabilidades y cuentas que pagar. Pero este año deberán lisa y llanamente recortar. Un celular pasará a tarjetero. El cable con el fútbol del domingo se termina. En la mesa habrá productos más baratos. ¿Qué más queda? ¿Mudarse a una casa más chica, más lejos? ¿Enviar a los niños a la escuela pública después de años de pagar y no pedirle un peso al Estado para la enseñanza de sus hijos?

A pesar de los sucesivos ajustes y tarifazos, llamados eufemísticamente “correcciones” o “consolidaciones” por las autoridades, la situación de las finanzas públicas parece no levantar cabeza. En 2015 Uruguay tenía un déficit fiscal equivalente a 3,6 % del PIB y el año pasado llegó a 4 %. Es el peor resultado en casi 30 años, con el agravante de que se produce después de más de una década de crecimiento económico, que fue un factor fundamental para que muchos uruguayos renovaran la confianza en el Frente Amplio.

Y aunque durante la campaña electoral se comprometió a no subir impuestos, el presidente Tabaré Vázquez avaló la decisión de su equipo económico y en exactos dos años Juan, que trabaja todo el día, vio cómo su situación económica no solo desmejoró, sino que pinta cada vez más complicada.

No fue feliz la promesa de Vázquez, al decir de una legisladora oficialista. Y no. La verdad que no fue feliz la promesa. Ni el ajuste. Y Juan tampoco está feliz. Pero no quedaba otra, dicen los que saben, porque el Estado uruguayo –tal parece– es incapaz de bajar el gasto. Y no existe creatividad para buscar otra solución que no sea estrujar hasta el límite el bolsillo de quienes todos los días van –o fueron– a trabajar y no tienen cómo variar sus ingresos. Cómo será de grave la cosa que otra vez apareció la idea de no devolver los excedentes aportados al Fonasa.

Uruguay tiene una presión fiscal similar a la de los países de la OCDE, a los que tanto queremos parecernos. Claro, muchos de esos países ofrecen servicios públicos que hacen que merezca la pena pagar impuestos. Esto Juan no lo sabe. Y a Juan, poco le importa. Tiene cuestiones más urgentes que atender a partir de hoy. Por cierto, olvidé presentarlo: el apellido de Juan es Pueblo.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 01.03.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

Comentarios