Editorial

El talento de los uruguayos

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

La primera Constitución es un hito en la historia de cualquier país. Un punto de partida que sienta bases fundacionales, de convivencia, que establece rasgos de identidad duraderos. Pensando en eso ayer 18 de julio, se me ocurrió reflexionar acerca de cuánto importa tener claros los principios fundacionales para saber de dónde venimos. Da certezas, y da confianza sobre un camino andado en conjunto.

Y hoy les propongo precisamente hablar de la confianza. La confianza que los uruguayos tenemos, o no, en las posibilidades de nuestro país. En las posibilidades de desarrollo colectivo y personal, de personas y empresas, incluso del propio Estado al que suelo criticar por su exagerado tamaño en relación al total de nuestra población.

¿Cuánto talento tenemos en realidad los uruguayos?

En los últimos tiempos han ocurrido algunos acontecimientos notorios que vistos por separado podrían considerarse, tal vez, excepciones. Pero mirados en conjunto muestran que la respuesta a la pregunta anterior es más bien optimista.

En lo que va de este año tuvimos dos, entre comillas “Oscars” para uruguayos. La primera bailarina del Sodre María Noel Riccetto recibió el premio más importante que se concede en el mundo a un artista en su ramo de actividad, el Benois de la Danse. Si los conocedores sabían de su talento, el premio viene a coronar una carrera marcada por el esfuerzo personal y el sacrificio, y últimamente por el impresionante desarrollo y proyección que de la mano de Julio Bocca ha logrado el Ballet Nacional del Sodre.

Más recientemente, la soprano María José Siri, también uruguaya, se hacía acreedora a un premio Stella, uno de los más importantes de la lírica en el mundo también catalogado como un “Oscar”.
Para salir del mundo del arte donde no puedo dejar de mencionar al oscarizado Jorge Drexler, me voy al mundo de la tecnología, donde hace algunas semanas se produjo el ingreso a bolsa de la compañía madre de PedidosYa, una plataforma tecnológica uruguaya extremadamente exitosa en la región.

Elijo apenas algunos ejemplos recientes. No se trata aquí de hacer un listado exhaustivo para ver cuán capaces somos. Sí en cambio, creo en estos casos como muestras de cuánto podemos lograr.
Claro, en un país altamente politizado como el nuestro, en el que además el Estado está permanentemente en el centro de la discusión, de los pedidos de ayuda y de la búsqueda de responsabilidades –debido, otra vez, a su gran tamaño y a la vocación regulacionista reinante-, se hace difícil a veces generar ese sentido colectivo de autoconfianza, necesario para sostener una prosperidad compartida.

Si a esto se le suma una sensación térmica bastante negativa en el sector empresarial, con muchos creadores de empleo en un compás de espera antes de tomar la decisión de expandir sus actividades y otros sectores lisa y llanamente luchando por sobrevivir, es bastante evidente que apuntalar la idea de que podemos ir a más, a mucho más, es un desafío mayor. Supone una toma de conciencia colectiva sobre nuestras posibilidades, desafía a los dirigentes políticos, a los líderes sindicales, a los directivos sectoriales, a motivar.

Si individualmente muchos uruguayos logran ser los mejores en sus ramas de actividad, es porque aquí hay talento de sobra.

Como reportero me ha tocado visitar algunas regiones del mundo altamente convulsionadas. Lugares en donde se vive en la desgracia, sitios en donde se puede convivir con lo peor y lo mejor que tiene el ser humano. Como cualquier país, el nuestro tiene de lo peor y de lo mejor.

Tenemos un problema de inseguridad importante; tenemos un gigantesco problema de hacinamiento carcelario que deriva en informes periódicos sobre el deplorable estado de algunas cárceles y la situación de tortura sistémica en la que viven algunos presos; tenemos una enseñanza pública que desmejora sin señales de cambio. Y somos el mismo país que tiene bailarines y cantantes premiados en el mundo, empresarios reconocidos en una de las bolsas de valores más grandes del planeta, cárceles modelo como la de Punta de Rieles o programas de reinserción social a través del Rugby como ocurre en el Comcar, y el Plan Ceibal.

Todo a la vez. Lo mejor y lo peor. Lo peor y lo mejor. Un 18 de Julio de 1830 se sentaron las bases de un país que aspiraba a lo mejor. Tenemos con qué. Vale la pena asumirlo.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 19.07.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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