Editorial

La estética detrás de un TLC con China

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Por Emiliano Cotelo ///

Este martes organizamos En Perspectiva una edición especial de La Mesa dedicada a analizar el Premio Nobel de literatura concedido este año a Bob Dylan. Casi al comienzo, uno de los tertulianos, Eduardo Alvariza, comentó, risueño:

"Lo primero que quiero anotar es que esta debe haber sido una de las poquísimas semanas en las que entablé conversaciones sobre estética con la gente que me rodeaba…(y no voy a decir que me rodeaban palurdos, porque estoy en redacciones de diarios o en radios)…Pero con enorme placer me vi envuelto, en vez de en discusiones políticas, históricas o económicas, etc., en una discusión sobre un premio literario, sobre estética, sobre si una letra (de canción) es narrativa, si una letra es poética o si un premio está bien dado o no…"

Esta semana yo sentí algo parecido a lo que celebraba Alvariza, pero con otro asunto que se instaló como dominante en la agenda de nuestro país. Me refiero a la noticia de que Uruguay y China iniciarán a la brevedad las negociaciones en busca de un Tratado de Libre Comercio (TLC), que se conoció el martes en Beijing, casi al final de la visita oficial encabezada por el presidente Tabaré Vázquez y su comitiva.

Seguramente se preguntarán por qué hago el paralelismo. ¿Dónde está el encanto de este eventual TLC, cuya redacción, si se concreta, seguramente será mucho menos amable o bella que las letras de Blowin’ in the wind o Like a Rolling Stone?

Estamos hablando de nuestro principal socio comercial, que al mismo tiempo es la segunda economía del mundo y está ubicada en nuestras antípodas. Entonces, lo que me seduce de este proceso que ahora se dispara es que, al igual que ocurre con el reconocimiento a Dylan, nos empuja a los uruguayos a romper moldes, levantar la mira y derribar prejuicios. Y ello ocurrirá aunque finalmente no lleguemos al extremo del TLC.

Del mismo modo que un Premio Nobel a un escritor de canciones nos conmina explícitamente a buscar literatura en formatos menos obvios (como guiones de cine o cómic, redacciones publicitarias o tweets), la posibilidad de profundizar las relaciones comerciales y de inversiones con China nos hace correr a un lado los debates pueblerinos, sacar la cabeza del tupper y pararnos con mayor proactividad en un mundo que –aunque suene obvio- es cada vez más dinámico. Un mundo que, además, va mucho más allá del Mercosur, EEUU y algunos países de Europa, que son los lugares a los que algo de atención prestamos.

Al fin vamos a trabajar sobre la idea de la apertura comercial, algo vital para Uruguay y que tantas veces se ha trancado porque estaban de por medio EEUU o algunos de sus fantasmas; con China, por lo visto, aquellas anteojeras caen. Pero además el hecho de que el socio sea China nos obliga a ocuparnos con respeto de una parte importante del planeta a la que le hemos dado la espalda.

En Asia hay procesos históricos, políticos, económicos y culturales de inmensa riqueza de los que sabemos realmente muy poco y con los cuales, a partir de ahora, tendremos que ir familiarizándonos. Como muestra de lo que puede implicar este acercamiento está el anuncio hecho por Vázquez de que podrá emplearse la plataforma de videoconferencias del Plan Ceibal para enseñar chino-mandarín, con profesores remotos, a aquellos uruguayos, menores o adultos, que quieran aprender ese idioma, uno de los más poderosos de esta época.

Claro, en primer plano está lo comercial. Y ahí también se abren oportunidades y riesgos apasionantes.

De eso hablamos antes de la gira con el presidente de la Cámara de Comercio Uruguay-China, Gabriel Rozman, quien avisaba que si se encara la profundización de la relación bilateral tendrá que cambiar la mentalidad de los empresarios que quieran exportar hacia allá porque deberán cumplir con algunos requisitos básicos -por ejemplo, el cumplimiento estricto de los plazos- pero sobre todo se verán obligados a “pensar en grande”.

Y si vamos al otro lado de la balanza, las importaciones, saltan muchos signos de interrogación. En La Mesa de este miércoles el historiador Gerardo Caetano planteó varias de estas advertencias. La primera, lo que los especialistas llaman el dumping social. China viene muy atrás de Uruguay en materia de legislación laboral y eso, además de vulnerar los derechos de los trabajadores, abarata lo que fabrica y favorece una clara competencia desleal para la industria local. Pero por supuesto que hay otros puntos sensibles. Si los planes de Beijing son utilizar al Uruguay como una puerta de entrada de sus productos a la región, ¿qué actitud tendrán nuestros vecinos, Brasil y Argentina, cuyos modelos industriales podrían ser golpeados? ¿Permitirán que nuestro país encare esta negociación con China de manera bilateral o, como se ha insinuado en estos días, reclamarán que sea el bloque quien lo intente primero? Y en esta última hipótesis, ¿qué se entendería por “bloque” cuando Paraguay no tiene relaciones diplomáticas con China?

En fin, creo que con estas pocas pinceladas queda claro que tenemos por delante una discusión riquísima y enormemente compleja. Tanto que algunos califican esta jugada de Vázquez como desconcertante y otros la ven como una maniobra de distracción para sacar el foco de problemas que tienen jaqueado a su gobierno, como la seguridad pública o la educación. Puede ser. Yo prefiero ver el vaso medio lleno.

Esto no implica, bajo ninguna circunstancia, una mirada simplista o acrítica.

Habrá que avanzar metro a metro.

Se tendrá que ser lo más transparente posible con todos los actores involucrados.

"Un viaje de diez mil kilómetros empieza por un solo paso." "No temas de ser lento, teme solo a detenerte." "Apúrate lentamente." Son expresiones perfectamente aplicables a este camino largo y sinuoso que empieza a recorrer Uruguay y que bien podrían pertenecer a canciones de Bob Dylan… pero no: son proverbios chinos, porque los tiempos están cambiando*.

* For the times they are a-changing, Bob Dylan

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 21.10.2016, hora 08.05

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