Editorial

Ghiggia: Usted es eterno como el gol

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Por Daniel Supervielle ///

Imposible no retener en la retina esa corrida de galgo hambriento por la punta derecha de la cancha de Maracaná y el disparo certero, preciso, con dirección junto al palo del portero Barbosa. ¿Cómo no recordarlo llorando, cargado en los hombros de Obdulio Varela en el centro del juego, entre los brasileros que deambulaban buscando consuelo en el cielo o vaya uno a saber adónde, para redimir la peor humillación deportiva de la historia? Murió el último héroe. Murió Ghiggia.

Llora el mundo del fútbol heroico y Uruguay ahora sí podrá saldar para siempre las paces con la gloriosa gesta del Maracaná. Pobre pueblo de gente gris el que durante años se llenó la boca hablando de la maldición del Maracaná, de lo prisioneras que quedaban las nuevas generaciones de aquella tarde enorme en que nos coronamos campeones mundiales. ¡Ciegos estaban entonces!

El 16 de julio de 1950 es para el Uruguay moderno tan importante como el 19 de abril de 1825 o el 18 de julio de 1830. Nunca entendí a los que cuestionaban el legado de Maracaná. Esos jugadores –como los del 24, los del 28 y los del 30– nos enseñaron en plena consolidación de nuestra nacionalidad que los uruguayos pueden llegar al lugar que quieran en el mundo si se lo proponen. Y eran todos tipos simples, del barrio, como vos y como cualquier uruguayo. Esa fue su grandeza superlativa.

El Alcides Edgardo Ghiggia de los últimos años era un hombre al que llevaban y traían como a una estatua: era un mito viviente. Lo hacían acompañar a la selección, le hacían notas, le daban premios y medallas pero nunca quiso ser lo que no estaba llamado a ser. Siempre fue un hombre común que ostentaba la gloriosa honra de haber convertido el gol más importante del fútbol, y punto.

No aparentaba querer ser recordado por otra cosa que por eso. Por haber sido el hombre que protagonizó esa carrera inmortal como galgo hambriento por la punta derecha de la cancha de Maracaná, disparando certeramente, precisamente, contra el palo del portero para meterle un gol a la eternidad a la que su espíritu gigante se une para siempre, precisamente, otro 16 de julio, pero de 2015.

¡Que en paz descanse Ghiggia, usted es eterno como el gol!

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