Editorial

La derrota de Obama

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Hace algunos días, una imagen se apoderó por algunas horas de twitter. En ella podían verse las portadas de la prestigiosa revista The New Yorker luego de la victoria de Barack Obama en 2008 y la que siguió a la de Donald Trump la semana pasada.

En la primera aparece el Lincoln Memorial iluminado en Washington. En la segunda, el nombre de la revista se reconoce detrás de un muro de ladrillos rojos. Sin más.

Con la primera tapa,  el diseñador Bob Staake, que compartió la composición por la red del pajarito azul, decía sentirse “optimista”. Con la segunda, se declara “atemorizado”. La imagen de estas tapas quedará a disposición de ustedes en el sitio web de En Perspectiva. Son bastante impresionantes por lo que transmiten cada una, pero sobre todo, por el contraste.

Yo estaba en Washington como corresponsal latinoamericano en 2008 cuando Barack Obama hizo su campaña electoral tras derrotar en la interna a Hillary Clinton, y se llevó la elección con un mensaje esperanzador resumido en una sola frase, el famoso “Sí, se puede”. Muchas ideas en una. La principal, la más importante y pilar de la campaña que llevó al primer hombre negro a la Presidencia de Estados Unidos, era la de sacudir el establishment político de Washington. Cambiar el statu quo. Hacer política de otra manera.

A mí me parecía una frase puramente demagógica. Una forma de hacerle el juego a los norteamericanos descontentos después de 8 años de George W. Bush al frente del país. Al mismo tiempo, pensaba, alguna cosa va a poder cambiar Obama si logra una victoria contundente. Al fin y al cabo, el mensaje de las urnas cuenta y debería estar en condiciones de hacer algunas reformas.

La realidad pudo más que el mensaje, y Washington, y la política claro, continuaron igual. Y Obama se adaptó. Aunque logró transmitir una imagen bastante más amigable al mundo de lo que su predecesor y su sucesor naturalmente comunican. Al menos, Obama apareció como un hombre de buenas intenciones. Logró una reforma del sistema de salud, que con seguridad será desmontada por Trump. Logró sacar a Estados Unidos del empantanamiento en el que se había sumido en Irak, con todos los abusos cometidos por sus tropas que escandalizaron al mundo. También logró conducir a Estados Unidos a una salida de la peor crisis financiera desde los años 30. No es poca cosa.

Claro, no pudo cerrar Guantánamo, una cárcel que es una vergüenza para la humanidad, como él mismo llegó a calificarla. También fracasó en lograr una reforma migratoria a la que Trump ni siquiera puso en discusión pues para él solo se trata de liberar a Estados Unidos de ese “problema”. Los republicanos del Congreso le hicieron la vida lo más imposible que pudieron a Obama. Y se desgastó aunque logró conservar un nivel de popularidad muy bueno.

Aún así, Obama fue derrotado. Él y el mensaje de esperanza que lo llevó a la Casa Blanca recibieron una bofetada de los votantes estadounidenses. Porque a esta altura no cabe duda de que cualquier análisis de la victoria Trump debe hacerse bajo el paraguas de la desconformidad, del fastidio de buena parte de los norteamericanos con sus políticos, y con el hastío por la falta de respuesta a problemas comunes, cotidianos, y a otros asuntos que son percibidos por muchos norteamericanos como la causa de esos problemas. Los inmigrantes, por ejemplo.

Obama perdió. No fue solo Hillary Clinton la derrotada. Es de esperar que guarde una voz crítica sobre el gobierno de Trump. En una muestra de su estatura política, el presidente Obama ha hecho lo mejor por suavizar una transición impensada.

Trump de su lado, aparece incontenible. Ya se habla de deportaciones masivas de inmigrantes sin documentos. Pondrá en la Casa Blanca como uno de sus principales asesores a un hombre apoyado por el Ku Klux Klan, a lo que se conoce como un “supremacista” blanco llamado Stephen Bannon, misógino como él, y además, tal parece según los sitios web que dirige, también antisemita. Completito. Además dijo que pondrá en la Suprema Corte a un juez pro vida y pro armas, es decir anti aborto legal y favorable al porte de armas.

Obama dijo estar preocupado por el rumbo que tomará Estados Unidos ahora. No voy a ser muy original en mi conclusión: no es para menos.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 16.11.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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