Editorial

La maté porque era mía

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Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi

Hay frases que tienen éxito, aunque no siempre está claro por qué, y se convierten en citas, que cada tanto alguien desenvaina para ilustrar o resumir un argumento. Algunas de esas citas resisten el desgaste, vuelven una y otra vez, sin que termine de humedecérseles la pólvora a pesar de la reincidencia. Con todo y su erosión a cuestas, suelen aparecer, contumaces, en la esquina de una conversación o de un texto, a veces precedidas de un “como dijo Fulano”, aunque Fulano jamás haya dicho tal cosa. Pero la repetición borra las ganas de verificar si efectivamente Fulano es el autor de la frase que se le atribuye, y, más aún, las de comprobar si la frase de marras tiene autor.

Así, el rey Luis XIV de Francia nunca dijo “el Estado soy yo”, ni Voltaire escribió nunca aquello que tanto se invoca, palabras más, palabras menos, como muestra de adhesión extrema a la libertad de expresión: “no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero estaría dispuesto a dar mi vida por defender su derecho a decirlo”. Si bien las dos citas son apócrifas, hay una diferencia entre ambas: bajo ciertas condiciones, la primera es verosímil; la segunda, en cambio, supone que Voltaire habría estado dispuesto a dar la vida por algo, lo cual es más que dudoso.

En el repertorio de frases reiteradas, hay una que emerge regularmente cuando de violencia de género se trata, y que sistemáticamente remite al tango: “la maté porque era mía”. “Como dice el tango”, se señala, dando por bueno que el tango en cuestión existe, y sin especificar cuál es. A menos, claro está, que se sobreentienda que “La maté porque era mía” es el título de la pieza a la que se alude.

No conozco todos y cada uno de los versos de las miles o decenas de miles de letras de tango que han sido escritas y cantadas a lo largo de más de un siglo, y no puedo asegurar categóricamente, por lo tanto, que esa frase esté totalmente ausente. Creo poder decir, sin embargo, que conozco una cantidad significativa de tangos, y ninguno de ellos se llama así ni contiene un verso semejante. Hubo sí un cuarteto instrumental, de corta existencia entre 2002 y 2006, que se llamó “La maté porque era mía”, y ese fue también el nombre de su único disco, en 2004. La flautista Andrea Escobar, la contrabajista María Inés Rojas, la clarinetista Celeste Wiede y el pianista Aldo Saralegui grabaron once temas. De haber existido “La maté porque era mía”, la ocasión era propicia para incluirlo. Pero no.

En 1993, se estrenó una película francesa, dirigida por Patrice Leconte, cuyo título original era Tango, pero que se transformó, en su traducción al español, en La maté porque era mía, aunque tampoco en este caso haya rastro alguno de la frase, ni siquiera en el olvidable Traición, un tango que los autores de la banda sonora, Angélique y Jean-Claude Nachon, cometieron para la ocasión y confiaron al cantor argentino Reynaldo Anselmi.

Pero quien busca encuentra, y ocurre que sí hay un tema llamado La maté porque era mía. Solo que no es un tango. Data de 1991, y figura en Voy a acabar borracho, el primer álbum de la banda de rock española Platero y tú, disuelta en 2002. También es un verso de A sangre fría, un tema de la banda uruguaya Buitres, contenido en el álbum Buena suerte… hasta siempre, de 2001.

Si la conclusión, hasta que se demuestre lo contrario, es que la dichosa frase tiene una presencia demasiado reducida como para transformarse en cita y que, en todo caso, no pertenece al tango, la pregunta que sigue es por qué esa pertenencia está instalada en la convicción de tantas personas que recurren a ella en todo tipo de intervenciones públicas, en redes sociales o blogs, a la hora de titular notas periodísticas e incluso libros, que en ocasiones, por lo demás, nada tienen que ver con violencia de género.

La respuesta quizá sea la misma que cabe dar para la supuesta frase de Luis XIV, “el Estado soy yo”: es verosímil, y sabido es que en el tejido social de voces y percepciones que llamamos cultura, lo verosímil importa tanto o más que lo verdadero. El paso siguiente sería desmontar esa verosimilitud, que reduce el inmenso y variado mundo del tango a una pobre viñeta, la de la maldita venganza de los cornudos. El problema, mucho me temo, es que probablemente esa batalla, en caso de darla, ya no se pueda ganar.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 09.04.2018

Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.

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