Editorial

Reconstruir la confianza

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

La semana pasada el Banco Mundial organizó en Uruguay un seminario sobre gobernabilidad en las Américas. La oportunidad es más que propicia, a la luz de las crisis políticas que surcan el continente. La elección de Uruguay no fue casual: según un estudio presentado por el Banco Mundial, nuestro país es aquel en el que el apoyo al sistema democrático es más alto y estable, entre los 28 considerados por ese trabajo.

De las discusiones surgió de forma clara una conclusión preocupante: los ciudadanos están cada día menos conformes con el funcionamiento de las instituciones de gobierno. Dicho de otro modo, la insatisfacción gana terreno entre quienes creen en la democracia. El dato es muy relevante pues en nuestro continente solo la mitad de la población está conforme con el funcionamiento de los gobiernos democráticos.

De forma concisa, el ministro de Economía, Danilo Astori, explicó esta situación: “Hay heridas de confianza entre las sociedades y los políticos”, dijo. Y tiene razón. Para espejo, basta mirarnos a nosotros mismos.

Desde que asumió el poder, el presidente Tabaré Vázquez ha insistido –secundado por el Ministerio de Economía– en reducir gastos innecesarios en el Estado. El presidente limitó las misiones al exterior de sus subalternos, y las suyas propias. Viajó con comitivas acotadas. Llegó a viajar solo con el canciller y unos pocos asistentes. Fue una decisión que muchos vimos como atinada en un contexto de clara retracción económica.

Sin embargo, un par de hechos en los últimos días muestran el profundo corte que existe entre algunos políticos y la realidad de la gente común, esa que todos los días va a trabajar y debe cumplir un horario y que no tiene, en la mayoría de los casos, el beneficio de no ser fiscalizado cotidianamente en el cumplimiento de sus funciones, como ocurre con los legisladores por ejemplo.

El pedido de informes del diputado Fernando Amado y la información aportada por el semanario Búsqueda sobre el costo de un viaje realizado por una delegación uruguaya a un encuentro parlamentario en Zambia, provocó una ola de indignación. El enojo no tuvo que ver con que el vicepresidente Sendic o el presidente de la Cámara de Diputados, el nacionalista Gerardo Amarilla, estuvieran en esa nutrida delegación que gastó unos US$ 120.000 en visitar el exótico y exuberante país africano para departir con otros legisladores sobre “cómo dar la palabra a los jóvenes” en política. No. El fastidio se explica por la contradicción de escuchar un día sí y otro también al presidente Vázquez y al ministro Astori diciendo que hay que jugar al achique porque la plata no alcanza, y enterarse después, de que 13 personas viajaron financiadas por nuestros impuestos a un encuentro cuya importancia aún no se ha podido explicar.

Los viajes de los jerarcas públicos son, en algunos casos necesarios. La promoción del comercio, por lo tanto de nuestras empresas y de nuestros trabajadores, depende en buena medida de este tipo de inversiones. Pero no es tarea de los parlamentarios, sino de la cancillería y sus equipos técnicos.

Pocos días después, nos enterábamos de que algunos funcionarios de la Administración Central recibirían un estímulo de casi US$ 7 millones por presentismo. En realidad, según explicaron dirigentes del sindicato, se trata de dinero negociado en el Presupuesto para mejorar salarios por encima de la inflación. Lo curioso del asunto es que no es necesario cumplir con ninguna tasa de presencias específica para recibir ese dinero. Tanto es así que el propio José Lorenzo López, de COFE, declaró a El País que en 2016 sí “se va a medir la asiduidad”. Es una tranquilidad saber que el dinero que se gastará por este concepto el próximo año estará sujeto a una contrapartida de los beneficiarios. Algo es algo, podríamos decir.

¿Es esto coherente en un país en el que el déficit fiscal se profundiza? Más aún: ¿Son estos gastos justificables cuando sabemos que hay empresas enviando trabajadores al seguro de paro; cuando en el agro se vive una situación de profunda merma de ingresos; cuando necesitamos dinero para reconstruir parte del país; cuando las familias hacen grandes esfuerzos para enfrentar sus gastos y cumplir con el pago de impuestos?

Sería deseable que desde los estamentos más altos del Estado se diera un ejemplo de austeridad, pero de verdadera austeridad, para reconstruir una confianza que tiene cada vez más fisuras.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 04.05.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

Enlace externo
Cuentas claras: Gobernabilidad para el crecimiento con equidad en América Latina y el Caribe, sitio web del Banco Mundial

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