Editorial

Acoso laboral en la academia

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Por Jana Rodriguez Hertz ///

La semana pasada relaté en Twitter un caso de acoso laboral que sufrimos mi marido, mi hermano y yo, y que se prolongó durante 15 años en la Universidad de la República. No voy a repetir el relato, a quien le interese lo puede ver en mi cuenta. Lo que conté fue solo la punta del iceberg, hubo mucho -muchísimo- más. Fuimos marginados social y académicamente de la comunidad de sistemas dinámicos, nuestra área de investigación. Se les indicaba a los estudiantes que no fueran a nuestros cursos ni estudiaran con nosotros, no se nos invitaba -ni se nos invita- a los congresos realizados en nuestro país. En fin, no vale la pena abundar más, la situación era muy conocida (y naturalizada) tanto en el Instituto de Matemática de la Facultad de Ingeniería como en el Centro de Matemática de Ciencias.

Hubo muchísima gente que luego de lo que conté se comunicó conmigo, algunos pidiendo disculpas, otros solidarizándose, pero una mayoría importante, hombres y mujeres, aunque principalmente mujeres, contando que les había pasado lo mismo, y que temen hablar. Temen hablar porque quienes están del otro lado tienen el poder de hacerte perder un curso. Tienen el poder de hacer que no obtengas tu título. Tienen el poder de influir en los llamados en los que te presentás. Tienen el poder de que no te publiquen artículos en revistas científicas. Tienen conexiones internacionales. Tienen el poder de que no subas de nivel en el Sistema Nacional de Investigadores. Tienen el poder de hacerse otorgar distinciones que los afirmen aún más en su poder. Tienen el poder de destruir tu vida académica. Tienen el poder de hacer que quiten de los medios una nota que los incrimina. Porque -se sabe- el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente.

Recibí ofertas de medios que respeto muchísimo para profundizar en el tema, pero mi familia considera que ya hemos tenido suficiente. Necesitamos ahora un tiempo para esperar y procesar. De todos modos, lo que nos pasó es una práctica lamentablemente extendida en toda la academia, tanto pública como privada. Hay material de sobra en prácticamente todas las facultades. Mi intención no es punitiva. No creo en el castigo como método de resolver las cosas. Si conté lo que conté fue porque a veces nombrar libera. Y porque espero que ayude a quienes hayan pasado o estén pasando lo mismo a que se sientan menos solos. A que pensemos soluciones. A que busquemos mecanismos para que este infierno no lo tenga que pasar nadie nunca más. Soy optimista. Los tiempos están cambiando y los que no cambien con ellos empezarán a quedar lenta pero inexorablemente del lado equivocado de la historia.

Mi interés ahora es en los jóvenes, ellos fueron capaces de darse cuenta de que esa situación no era normal. Fueron capaces de pedir disculpas, hace falta ser muy valiente para hacerlo. Y, a pesar de que ellos no fueron los iniciadores de esto, se los agradezco profundamente. Cuando uno es abusado durante mucho tiempo, sin quererlo entra en la lógica del abusador, empieza a creer que es el responsable, que se lo merece. Escuchar por primera vez simplemente que se reconozca que el abuso existió, es sanador. Cura el alma. Confío enormemente en las nuevas generaciones. En que sean capaces de generar un ambiente donde todos tengamos lugar, donde nadie sea maltratado, por el motivo que sea. Donde nadie sea discriminado. Donde las estudiantes y docentes jóvenes no sean las presas de los investigadores establecidos. Un lugar en el que haya un mínimo de decencia, respeto y profesionalismo.

Sé que es mucho pedir, que suena utópico y que tal vez no llegue a verlo en esta vida. Pero si mi relato sirvió para avanzar aunque sea un paso en esa dirección, todos estos años de angustia habrán valido la pena.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 08.05.2019

Sobre la autora
Jana Rodríguez Hertz es una matemática uruguayoargentina radicada en Shenzhen, China. Profesora en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, SUSTech. Vicepresidenta por América Latina y el Caribe de la Organización de Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD por sus siglas en inglés), dependiente de Unesco.

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