Días de coronavirus

El silencio

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Por Rosana Malaneschii ///

El silencio es alguien caminando descalzo por la madrugada. No suena. Donde vivo hay una ráfaga creciente de motores. Continua. En la noche tardía, un camión descarga los contenedores de la basura. Y limpia. Casi nunca hay puntal, entonces, apoyo, para sentirlo. A veces, alguien cuando habla debe callar, porque no se lo oye. El barullo permea las paredes.

Por eso son detestables los semáforos, porque los motores se prenden juntos y el estruendo anula toda otra realidad. Por eso, el volumen de los aparatos es alto de día, porque en la noche el fragor baja. Por eso, cada tanto, uno queda sin escuchar la nada. La propia voz. El murmullo del agua en la caldera.

Todo eso, según creo, se llamaría contaminación acústica. Es uno de las reivindicaciones históricas, por crónicas, de los vecinos de Montevideo. De algunos, al menos. La alegría va por municipios. En el año 2018, la Defensoría de Vecinos y Vecinas de Montevideo atendió 1.053 casos, el 16, 2% estuvieron vinculados a ese tema. Se lo asocia al ámbito laboral y a la vida nocturna. La experiencia señala otras aristas del mismo tema.

Aun así, es posible el hábito y, sin saber cómo, uno se aleja de ruidos invasivos. Queda medio para adentro y no los percibe. Pero, de pronto, súbitamente, estallan un poco más atronadores y lo eliminan a uno de dónde estuviera: libro, pantalla, la propia mente, la ventana. Es complicado estar con uno mismo.

Pero, en estos tiempos hubo silencio. A falta de gente, a falta de autos, a falta de ómnibus. De alguna manera, configura un mundo en otra dimensión. Ayer, por primera vez estando cuarentenada, me despertaron gritos. Solos, en la madrugada. Vecinos. Cantando. Festejaban, seguramente, la venia para vivir la nueva normalidad. Como vemos, no tendría nada de nueva.

El silencio es un estado del mundo. Un momento posible. Un recuerdo. Un pequeño dios griego. Los tiempos pandemia y cuarentena devolvieron, por un minuto, la posibilidad de escucharlo. Es sólido. Denso, a contramano de la velocidad actual. No fluye. Envolvente, se instala y nos habilita un lugar. Un lugar propio. Nos devuelve algo que creíamos perdido: el sabor de la lejanía. Cuando el estruendo lo evapora, también nos elimina. Podría decirse, usando una metáfora de lo digital, que el estruendo da enter y nosotros nos volvemos un Error 404, página no encontrada.


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Para el espacio
Voces en la cuarentena de En Perspectiva

Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS

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