Editorial

Gaokao

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Por Jana Rodriguez Hertz ///

Para la mayoría de los chinos, el fin de semana largo que comenzó el viernes 7 de junio fue una fecha de celebración. Es el Festival del Barco del Dragón, un tradicional feriado chino, donde se bebe licor de arroz y se come zongzi, un delicioso bocadito de arroz glutinoso con forma de pirámide, envuelto en hojas de bambú. 

Sin embargo, para algo más de 10 millones de jóvenes, esos días formaron parte del momento más dramático de sus vidas. Es nada más ni nada menos que el Examen Nacional de Ingreso Universitario, conocido en China como gaokao, algo así como el examen superior, o, textualmente, examen alto. Este examen decide literalmente el destino de la vida de un joven, y para las familias pobres es tal vez la única posibilidad en sus vidas de cambiar de clase social. 

La instancia dura 9 horas, repartidas en dos o tres días, dependiendo de la provincia. Todos los tests incluyen idioma chino y matemática. Además, pueden elegir dar una materia en un idioma extranjero, a elegir entre 6 posibilidades, siendo inglés la más popular. Finalmente, deben optar por el rubro ciencias sociales, donde serán evaluados en historia, política y geografía, o por el rubro ciencias naturales, donde serán evaluados en física, química y biología. 

Un gran porcentaje de los estudiantes aprueba, un 80%. Sin embargo, es en el puntaje obtenido donde se juega el destino de cada uno. Sólo unos 200.000 podrán optar a las universidades más prestigiosas del país, que son las que realmente cambiarían sus vidas. Las más buscadas son la Universidad de Pekin y Tsinghua, donde vengo de dar una charla, ambas en la capital del país, Beijing. Y es aquí donde el sistema, considerado el más transparente e igualitario por el gobierno, muestra algunas de sus costados criticables. 

Las universidades reservan un cupo mayor para jóvenes de las provincias, o ciudades de estatus provincial, donde éstas están establecidas. De este modo, los jóvenes de Beijing y Shanghai, las ciudades más ricas, que a su vez alojan las universidades mejor rankeadas, tienen muchas más oportunidades que los jóvenes que provienen de provincias pobres como Hunan. Sin embargo, para las personas de las áreas rurales, el gaokao, aún con sus matices, representa su única esperanza. 

Es muy difícil transmitir en palabras el nivel de importancia que tiene este examen y su impacto en la sociedad, pero intento darles algunas pinceladas. En 2016, hacer trampa en el gaokao ingresó en el Código Penal, y está penalizado hasta con 7 años de prisión. Los vehículos tienen prohibido tocar bocina en esas fechas, para no distraer a los estudiantes. Los padres se movilizan para acompañar a los hijos y se visten con prendas especiales, que creen que les traerá buena suerte. Hacen guardia en la puerta de los liceos durante toda la instancia evaluativa. Es una especie de ritual. Los jóvenes llegan a estudiar entre 10 y 12 horas diarias durante un año para estar suficientemente preparados. Hay protocolos anti-suicidios, por la alta tasa de jóvenes que intenta quitarse la vida por cuestiones relacionadas con el estudio y con el gaokao en particular. Algunos liceos les dan píldoras anticonceptivas a las chicas para que se les retrase el período hasta después del examen, en la creencia de que les podría afectar. 

El primer examen estandarizado en China fue en 1952, sin embargo, fue parado 14 años después por Mao, y sólo reinstaurado en su versión actual en 1977. Hasta 2001, sólo podían tomarlo los menores de 25 años que fueran solteros. Desde esa fecha hasta hoy, no hay límites de edad ni de estado civil para realizarlo. El examen se puede tomar más de una vez. De hecho, es sensación en las redes sociales chinas Yao Keliang, el abuelo gaokao, de 84 años, que estaba intentando por cuarta vez aprobar su gaokao, aunque advirtió que de no tener éxito esta vez, lo abandonaría. 

Entre las muchas críticas que se le hacen al sistema, aparte de las mencionadas, está una que a mí me parece fundamental del sistema educativo chino: este examen tiene tanto peso que toda la educación básica gira en torno a él. De este modo, los docentes enseñan a aprobar la prueba y no a entender o a aprender conceptualmente. Los mismos estudiantes se quejan de que se sienten máquinas de realizar tests. Esto marca a los estudiantes y a los docentes incluso en su futuro universitario. Cuando llegan a ese nivel, los estudiantes están excelentemente preparados para resolver muchísimos ejercicios de considerable dificultad técnica en poco tiempo, si han realizado ejercicios similares anteriormente, pero tienen graves inconvenientes para pensar problemas que requieran mayor improvisación o comprensión conceptual. 

Todo un desafío para la nueva China, que ahora pelea por la punta.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 26.06.2019

Sobre la autora
Jana Rodríguez Hertz es una matemática uruguayoargentina radicada en Shenzhen, China. Profesora en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, SUSTech. Vicepresidenta por América Latina y el Caribe de la Organización de Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD por sus siglas en inglés), dependiente de Unesco.

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