Editorial

Hábleme de los nazis, don Jorge

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi

En 1994, el abogado estadounidense Mike Godwin, hoy sesentón, se desempeñaba como asesor jurídico de una fundación dedicada a la defensa de la libertad de expresión en los medios digitales, la Electronic Frontier Foundation, o Fundación Frontera Electrónica. Fue entonces que enunció, en la revista Wired, la ley que lleva su nombre, según la cual cuanto más se prolonga una discusión en línea, la probabilidad de que aparezca una comparación con los nazis o con Hitler tiende a uno1.

Décadas antes, en 1951, el filósofo alemán Leo Strauss, profesor en la Universidad de Chicago, había acuñado, en un artículo publicado en la revista Measure: a critical journal, un latinismo para designar una falacia argumental que llamó reductio ad Hitlerum, es decir “reducción a Hitler”, aunque también se han usado, en el mismo sentido, las expresiones argumentum ad Hitlerum o argumentum ad nazium. La falacia consiste, según Strauss, en declarar refutado un argumento por el mero hecho de que Hitler o los nazis lo hayan compartido2.

El enunciado de Godwin y la reductio ad Hitlerum no son pues la misma cosa, aunque están emparentados y, en cierto modo, son complementarios. El execrable Adolfo y su régimen abyecto sirven igual para un barrido que para un fregado a la hora de jugar sucio en un debate, o cuando por impericia o insuficiencia la pólvora argumental está irremediablemente húmeda.

Originalmente planteada para las discusiones en línea, la fórmula probabilista de Godwin traspasó, hace tiempo ya, las fronteras del mundo digital, y al menos una de sus condiciones ha sido desmentida empíricamente. No siempre hace falta que una discusión se estire para que lleguen los nazis a embarrar la cancha. A veces ocurre muy rápido. El jueves pasado, hacia las diez de la mañana y después de 23 horas de debate, la Cámara de diputados dio media sanción, en Argentina, al proyecto de ley que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo. A las 48 horas, en el Vaticano, el papa Jorge Bergoglio ya estaba desenfundando el Tercer Reich: ¿el aborto? Es lo mismo “que hacían los nazis para cuidar la raza”, pero “con guantes blancos”.

Sutil, el pontífice. Como de costumbre, cabría decir, pero no se quedó en eso. En un discurso supuestamente improvisado ante una asociación llamada Forum Familia, en la sala Clementina del palacio apostólico, el señor Bergoglio abundó en conceptos edificantes. Además de remitir a la “bestia parda”, se perdió en consideraciones sobre los espartanos, que, de acuerdo a lo que sus maestras le enseñaron décadas atrás, según dijo, tiraban desde lo alto de un monte a los niños nacidos con malformaciones. Habrá quizá que incluir a Esparta en la ley de Godwin, o empezar a hablar de una “reductio ad Espartanum”, no menos grosera y falaz que la otra, pero con ese gustito a historia antigua que barniza mejor los dislates.

“Está de moda, es habitual”, habría dicho Bergoglio, ya desbocado por completo: “cuando en el embarazo se ve que quizás el niño no está bien o viene con cualquier cosa, la primera oferta es ¿lo tiramos? El homicidio de los chicos. Para resolver una vida tranquila, se tira un inocente”. Santos improperios pontificales, Batman, como habría exclamado Robin. Señor, señora, usted que se ha preguntado tantas veces por qué ya no se ven enanos por la calle, sepa que Jorge Bergoglio tiene la respuesta: es porque “el protocolo de los médicos dice: va a nacer con una anomalía, lo tiramos”. Tomá para vos, enano, y andá llevando, que si estás vivo es porque a los médicos se les escapó.

Quienes hayan seguido el debate en la Cámara de diputados argentina, habrán podido apreciar algunas perlas del intelecto, como la comparación ensayada por una legisladora entre las mujeres y las perritas que tienen cría, solo superada en la materia por los marsupiales que invocó otro legislador, también muy versado en zoología. Pero ni la una ni el otro, ni los muchos que hicieron su coming out católico en el recinto parlamentario, hicieron honor a Godwin y a su ley trayendo a colación a los nazis. Tampoco a los espartanos, aunque no es seguro que los diputados hayan tenido a la misma maestra que el papa. Tal vez a esos diputados les haya parecido demasiado, tal vez no hayan querido tratar implícitamente de nazis a sus contradictores, tal vez simplemente no se les ocurrió. Como sea, ahí estaba de todos modos don Bergoglio para tirar ese cartucho pestilente. Desde Roma, con amor.

1.As an online discussion grows longer, the probability of a comparison involving Nazis or Hitler approaches one” (A medida que una discusión en línea se prolonga, la probabilidad de una comparación entre nazis o Hitler se acerca a uno), en la revista Wired, octubre de 1994

2.A view is not refuted by the fact that it happens to have been shared by Hitler” (Una visión no es refutada por el hecho de Hitler la haya compartido), p. 206

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 18.06.2018

Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.

Comentarios