Editorial

Madre

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Por Rosana Malaneschii ///

Madre es una palabra importante. Una persona importante también, sin dudas. Hay un cambio de estado en toda mujer, cuando tiene hijos y encarna ese símbolo. En ese nuevo estado, es invulnerable porque los hijos así lo creen.

La madre alivia el dolor. Siempre. Cuando Floyd moría asesinado, siendo mayor y huérfano, clamó por la suya. Y, según Al Sharpton, oficiante en sus exequias, ella acudió al llamado y lo consoló diciéndole tu muerte te llevará a un mundo mejor. La madre como ser mágico.

Versos anónimos de la tradición popular americana del sur del siglo XVIII dicen: “murió mi madre, yo estaba ausente, yo ausente estaba, yo no la vi, pero dijo mi padre que en agonía de muerte alzó su mano y me bendijo a mí”, la muestran como un ser magnánimo. Capaz de levantar su mano viendo al hijo ausente en el momento final. La madre llenando vacíos. La madre todo perdona. Así la muestra, también, el tango. Queriendo y perdonando. Tal vez, ni siquiera acusa.

Hay la madre biológica, también. Nutre, protege y enseña, todo ese primer año de vida, cognitivamente, de umbral. Será de ahí el “¡Ay, mamita!” como exclamación en el dolor o la angustia. Una cercanía eterna, grabada a fuego y más allá del recuerdo, se ha de sellar en algún lugar de los cuerpos. Y cuando ese ser, la madre, en la mayor de las traiciones, es quien daña sistemáticamente, también esa memoria se acuña para siempre en el lugar, sea cual sea, de la no memoria y de lo cierto. Llamémoslo cuerpo.

Actualmente, como todo, la madre está en observación. Pues madre es mujer en relación a sus hijos y, en el presente, existen personas de otros géneros cuyo deseo es maternar. Verbo no acuñado por la Academia, pero existente: maternar es dar cuidados de madre. Sigue, como símbolo, en el origen. Se verá cómo lo cambian tiempo, usos y costumbres.

Hoy o en el ayer cercano, en muchas casas está esa madre, la primera, invulnerable, mágica, nutriente, curadora. Y en otras están, también madres, las abuelas, viviendo, como todos, la globalización pandémica. El tiempo cuarentena abrió mamushkas, las acristaló en videoconferencias. El de volverse a encontrar, si no fue, está cerca.

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Rosana Malaneschii para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva

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Foto
: pxhere.com/

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