Editorial

Richard, la niña y habilidades tecnológicas

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Por Ricardo Pascale ///

Richard tiene 40 años y en su vida intentó más de un camino. Tiene espíritu curioso, innovador y de servicio. Su vocación era, y es, la mecánica y la electrónica. Enterado de que una niña de diez años tenía problemas en una mano, traba contacto con su familia y decide ayudarla creando una mano ortopédica para ella. Compra una impresora 3D en estado regular, la arregla y aprende a manejarla. Desarrolla la mano y la perfecciona hasta que sirva los propósitos. La niña recibe así una alegría enorme, que contribuirá decisivamente en su futuro desarrollo.

Escuchando esta historia, cargada de tecnología, muchos tenderán a pensar que sucedió en algún país de alto desarrollo. Sin embargo, es uruguaya y está también cargada de pasión y solidaridad. Richard es de Río Branco y estudia ahora de ingeniero en Mecatrónica en la Universidad Tecnológica, UTEC, en su sede de Fray Bentos. Se trata de una carrera de cinco años que combina aspectos de mecánica, electrónica e informática aplicados a procesos de automatización.

Las nuevas tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la robótica, la genómica avanzada, la impresión 3D, big data y la analítica, entre otras, están transformando no solo las economías sino la vida misma de las personas. El caso de Richard es un elocuente ejemplo.

El capital humano poseedor de conocimiento pasa a ser el elemento clave en una sociedad para desarrollarse, y las destrezas de la fuerza de trabajo van sufriendo cambios significativos.

Este tan acelerado avance tecnológico como no teníamos antecedentes -conforme hallazgos de los estudios- confirma la previsión de amplios cambios en la naturaleza de los trabajos y las habilidades que serán más o menos demandadas. Y aquí hay un abanico de habilidades y su previsible futuro de demanda.

Las habilidades tecnológicas tendrán más demanda: desde las habilidades digitales medias hasta las habilidades tecnológicas avanzadas como la programación.

También crecerá la demanda para habilidades sociales, tales como el liderazgo y alta tecnología de administración.

En el caso de las habilidades cognitivas superiores, estas crecerán moderadamente, con excepción de la creatividad cuya demanda crecerá velozmente.

En cuanto a las habilidades cognitivas básicas, como la introducción de datos y su procesamiento, se espera que la demanda decline con el advenimiento de las nuevas tecnologías.

Por último, la demanda para habilidades manuales o físicas también se espera que vaya decreciendo.

Estos cambios en la demanda de habilidades del capital humano no son uniformes entre los distintos sectores. En el sector de la salud la demanda por habilidades físicas y manuales crecerá mientras que en la industria manufacturera decrecerá.

En medio de este panorama de creciente demanda de habilidades tecnológicas, es importante recordar que Uruguay cuenta con una universidad especializada a estos efectos, que es pública, que articula con el sector productivo y con otros centros de enseñanza y desarrolla su actividad en el interior del país, con técnicas contemporáneas de enseñanza-aprendizaje. Opera teniendo tres centros: los Institutos Tecnológicos Regionales, ubicados en Fray Bentos, Durazno y Rivera. Desde allí expande a otros centros ubicados en otros de departamentos como por ejemplo, Colonia.

Su oferta educativa es dinámica y se amplía año a año: cuenta hoy con 16 carreras, entre ellas Ingeniería de Riego, Drenaje y Manejo de Efluentes, en Logística, en Agroambiental, en Energías Renovables, en Mecatrónica y licenciaturas y varios títulos de tecnólogos.

En tiempos en que las tecnologías están marcando, según su aplicación, buena parte del grado de desarrollo de los países, es estimulante que exista una Universidad Tecnológica destinada a cubrir esa creciente demanda de habilidades tecnológicas, con una matrícula que va en aumento desde su creación en 2012, llegando hoy a 2.500 estudiantes.

Esta es una política pública ejemplar para reducir la brecha tecnológica.

Es siempre imperioso aportar otras políticas para que esa brecha no se amplíe en la población y provoque frustraciones. Esto es parte de las políticas públicas, sin duda. Pero también es un compromiso de los ciudadanos y de las empresas reducir la brecha tecnológica, al fijar sus políticas privadas, teniendo en cuenta la realidad en que vivimos y la que vamos a vivir.

Es seguro que el caso de Richard y la niña a quien ayudó nos inspire a aplicar las tecnologías disruptivas en beneficio de los semejantes, al tiempo que nos haga comprender mejor su importancia y realidad. Y que se expandan los casos también a otras actividades que, con productividad y ética, incrementen el bienestar de los uruguayos.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 8.7.2019

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