Editorial

Un clima delicado

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Por Jana Rodriguez Hertz ///

El 15 de marzo, al menos 49 personas fueron asesinadas y otras tantas fueron heridas en un ataque terrorista sin precedentes en Nueva Zelanda. Habría mucho para decir de este episodio que muestra el mal manejo de la convivencia que tiene el mundo de los adultos de hoy.

Pero, con un poco de suerte, no será eso por lo que el 15 de marzo de 2019 pase a la historia. Ese mismo día, en más de 2000 ciudades de 125 países de todos los continentes, alrededor de 1.400.000 liceales fueron a la huelga estudiantil y marcharon pidiendo por una mayor toma de conciencia sobre el cambio climático.

Este movimiento, que recién comienza, se llama Viernes para el Futuro, #FridaysforFuture, y ha cobrado impulso gracias a Greta Thunberg, de 16 años, activista por el clima con Asperger, como ella misma se describe en su bio de Twitter.

Los estudiantes exigen la reducción de emisión de carbono y el cese de utilización de energía de origen fósil. Dicen que el tiempo se les acaba y que debe tratarse la crisis climática como lo que es: una crisis. Alrededor de 23.000 científicos alemanes han respaldado su petición, y han fundado a su vez el grupo Científicos para el Futuro, Scientists for Future, sosteniendo la validez científica de sus reclamos.

En medio del nihilismo que a veces impera en nuestras sociedades, este movimiento de jóvenes de entre 15 y 17 años, pidiendo nada menos que por su derecho al futuro, es una bocanada de aire fresco.

Este reclamo, más allá de su incipiente potencia, nos interpela de una manera, yo diría, angustiante, en el siguiente sentido: ¿es posible, más allá de la razón que tengan, acceder a su demanda? ¿Es posible en el corto plazo la ecología sustentable?

El movimiento de los chalecos amarillos en Francia entre otros países muestra que no es suficiente con buenas intenciones, ni con aumentar impuestos a las emisiones de carbono, es un tema de una complejidad mayor.

¿Puede el mundo prescindir del combustible fósil hoy en día? Así como están las cosas, yo diría que no. No hay infraestructura suficiente aún. No está disponible la tecnología. Pero no sólo se trata de eso, y aquí agradezco a mi hijo Andrés por esclarecerme con discusiones. No todos los países tienen el mismo desarrollo. La reducción de la emisión de carbono tal vez sea una posibilidad para países posindustriales, como los europeos, y tal vez EEUU, aunque este último no esté muy claro. Pero no lo es para países que están cursando aún su era industrial, o incluso que aún están por industrializarse. Y la industrialización requiere en gran parte de combustibles fósiles, nos guste o no.

¿Debemos decirles que no a los estudiantes que reclaman por un mundo más ambientalmente sostenible? De ningún modo, al contrario. Creo que, más que nunca, debemos profundizar las investigaciones sobre medio ambiente y creación de fuentes de energía renovables. Debemos, también, aprender a cambiar de hábitos masivamente. Todos hemos escuchado quejas en Uruguay por el nuevo cobro de bolsitas de plástico. Tal vez esa medida es insuficiente, tal vez deberían directamente prohibirse. Nuestros océanos están llenos de plástico producto de nuestro consumo indiscriminado, cuando pocas décadas atrás teníamos nuestras propias bolsas para hacer las compras y ni se nos ocurría que el negocio nos diera una. Es un cambio cultural mínimo.

Más allá de lo que podamos contribuir con nuestro pequeño accionar diario, debemos ser conscientes de que la sostenibilidad ambiental es un tema tan urgente como difícil. No hay fórmulas mágicas. Pero nuestros jóvenes huelguistas preguntan: ¿por qué dedicar un montón de esfuerzo a educarse, cuando nuestros gobiernos no escuchan a los educados? Ha llegado la hora de escucharlos.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 20.03.2019

Sobre la autora
Jana Rodríguez Hertz es una matemática uruguayoargentina radicada en Shenzhen, China. Profesora en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, SUSTech. Vicepresidenta por América Latina y el Caribe de la Organización de Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD por sus siglas en inglés), dependiente de Unesco.

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