Editorial

¿Volver a empezar?

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Por Andrea Burstin ///

“Lo peor que puede pasarme es tener que empezar de cero, con una idea nueva, lo que crea que puede funcionar y es lo que haré, una y otra vez”, oí decir hace unos días a un empresario español. Es ese el ADN del espíritu emprendedor. El nuevo escenario presenta oportunidades que algunos ya están explotando, mientras otros lloran velando el valor perdido. Es la vocación de riesgo del emprendedor la que lo impulsa a lanzarse a nuevas aventuras. Huelga decir que quien ha transitado ya algún camino empresarial nunca empieza de cero. Ha recorrido parte de una importante curva de aprendizaje, un valioso activo que no aparece en los estados contables.

La necesaria transformación funcionamiento de gran parte de las actividades que realizamos a diario, las cuales deberán operar en marcos de mayores garantías sanitarias, requieren el desarrollo de un amplio abanico de productos y servicios. Un nuevo boom tecnológico ayudará a minimizar los contactos entre nosotros y con objetos; a regular los flujos de personas; a incorporar más opciones virtuales; a simplificar el comercio electrónico; a mejorar la conectividad de máquinas con los centros de gestión; a crear plataformas simplificadoras para consumidores y empresas. Surgirá, además, un sinfín de novedades para este consumidor que quiere salir menos de casa.

Es imprescindible que estas nuevas oportunidades de generación de valor puedan atraer capital. Hay que evitar que gran parte de los recursos que en otras situaciones irían a apostar por estos proyectos, se vean eclipsados por las altas rentabilidades de la deuda pública que, en definitiva, estará únicamente manteniendo los muy necesarios cuidados intensivos: hacer frente al inesperado gasto sanitario, mantener unos niveles esenciales de consumo y evitar el descalabro en las cadenas de pago. Si los gobiernos entran en una espiral de déficits insostenible, que los obligue a emitir más y más deuda, la inversión productiva brillará por su ausencia. El remedio será peor que la enfermedad.

Evitar este círculo vicioso depende en gran parte de la salud del tándem Estado-Mercado. ¿Cómo puede este dúo ayudarse mutuamente y generar el mejor resultado para la sociedad? La mayor creación de valor y altos niveles de cohesión y protección social se produce en una interacción sana en esta relación. Una herramienta vital la constituye un mercado financiero desarrollado, que facilita que esa colaboración se lleve a cabo de una forma eficiente, ágil y transparente; permitiendo un menor endeudamiento directo por parte del estado.

Las estimaciones sitúan la contracción de la economía global en 2020 en torno al 4 %. Los paquetes fiscales de los distintos gobiernos para el mundo desarrollado van desde medidas que comprenden el 15 % del PIB hasta casos como el de Alemania o Italia, en los que esta cifra puede alcanzar el 30 %. En economías emergentes, salvo alguna excepción, se situará por debajo del 5 %. En la zona euro con plazas financieras sólidas, logro indiscutible de un dúo Estado-Mercado funcional, el 95 % de estas ayudas fiscales se concretarán mediante la generación de nuevas líneas de crédito. Estas permitirán mantener el tejido empresarial, indispensable para salvaguardar el empleo y mantener el motor de la economía encendido. El Estado será la garantía de estos créditos y solo deberá imputar pérdidas en caso de impagos. Corresponde a los empresarios evaluar si vale la pena o no tomar las líneas de crédito que se le están otorgando, reformular su modelo de negocio para adaptarlo al nuevo contexto, bajar la cortina y hacer el duelo lo más rápido posible o lanzarse a una aventura más promisoria.

Esta crisis ha requerido a nivel global de una presencia muy hegemónica del Estado. Un rol en el que no lo veíamos quizás desde épocas de guerra. La gravedad de la situación ha implicado su presencia de coordinador allí donde las fuerzas de mercado no llegaban y en ocasiones también el uso de su poder coercitivo. Casi todas las sociedades han entrado en cuidados intensivos. Ya sea por la dureza con la que ha golpeado en términos sanitarios o por el consiguiente parón económico, la mayoría de ellas está necesitando del uso de respiradores. ¿Cuándo podremos dar a este paciente el alta hospitalaria?

Es imprescindible volver al círculo virtuoso: de generación de nuevo valor allí donde estén las oportunidades, de empleo más sostenible y en definitiva de más recursos para el Estado. Un escenario de frenazo brusco a la inversión productiva canibalizada por la deuda pública mantendrá a la economía más tiempo en cuidados hospitalarios. Más peligroso aún: puede provocar su reingreso a cuidados intensivos.

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Foto: Pxfuel.com

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