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Entrevista central, jueves 18 de mayo: Daniel Radío

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EC —A lo que voy es que no necesariamente se habla de esas carencias tan severas que Venezuela tiene hoy, por ejemplo en los sanatorios, en los hospitales.

DR —Claro, es tremenda la crisis sanitaria.

EC —Por ejemplo, usted mencionaba, a partir del testimonio de su amigo, “no hay broncodilatadores o similares”.

DR —Claro, está relacionado con esta cosa que está pasando, que es que gasean todas las movilizaciones. Yo en el año 88 fui a Chile y recuerdo que gasearon una movilización contra Pinochet a la que fui –no era muy respetuoso de la autodeterminación de los pueblos, iba también a movilizarme en contra de Pinochet a Chile–, me acuerdo de los gases, y no me acuerdo tanto de los gases en Uruguay en la dictadura, no tengo mucha idea. Me acuerdo de algunas movilizaciones que reprimieron, me acuerdo de agosto del año 83, creo que fue, que nos reprimieron en 18 de Julio, que fue una movilización muy grande. Pero no recuerdo haber sido gaseado en Uruguay, sin embargo en Chile me acuerdo. En Venezuela es una cosa habitual, y lo relacioné inmediatamente con lo de los broncodilatadores, porque es una cuestión muy importante para los asmáticos. Y como Pablo me contó esas cosas…

EC —Lo que su amigo le cuenta son las recomendaciones que los médicos y los enfermeros le dan a la gente, por ejemplo a quienes tienen algún problema respiratorio: que no vayan a una manifestación.

DR —El cuento que me hizo –no sé en qué radio era– el médico se puso a llorar mientras lo contaba. Era una doctora, mientras lo contaba se puso a llorar, decía “lo único que les puedo recetar es oración, porque no tengo broncodilatadores”. Es una cosa tremenda.

EC —Y por otro lado la recomendación con respecto a ir o no a una manifestación. Si en la manifestación va a haber gases lacrimógenos y la persona tiene sensibilidad desde el punto de vista respiratorio, va a estar en un problema serio. Su amigo habla de “armas químicas”, “los gases lacrimógenos terminan como armas químicas en esas condiciones”.

DR —Sí, lo dice en esos términos.

EC —Ahora, ¿no cree que se lo puede acusar de estar planteando una visión distorsionada de la realidad? Porque, en definitiva, acentúa en lo que pasa a través de un relato de una persona que tiene una opinión formada sobre lo que ocurre en Venezuela. Otros –quizás con amigos chavistas– podrían aportar otros puntos de vista sobre esa realidad.

DR —Asumo ese riesgo, me parece que es así, otra gente puede tener otra mirada. Yo tengo posición, no soy neutral en esto, tengo una posición contraria al gobierno de Venezuela, no soy neutral, no me es indiferente. Y me parece que la repercusión que tuvo el video en parte me da la razón, no creo que esos 220.000 tipos o los miles de tipos que me escribieron –no sé si miles, pero cientos, seguro– sean parte de la oligarquía y del imperialismo y agentes de la cia. Creo que hay mucha gente que ve estas cosas así. Y mi compañero no es un militante contra el chavismo, es un trabajador de allá que ve las cosas con relativa distancia, porque ni siquiera es venezolano. Pero yo asumo que puedo estar equivocándome, puede ser. Creo que a esta altura los datos de que no me estoy equivocando en esto son bastante evidentes.

EC —Para agregar algo más en busca de las causas de la repercusión que tuvo su planteo en las redes, una pregunta sobre la forma: el discurso estaba escrito, ¿no?

DR —La mayor parte, sí.

EC —Quien observa el video ve cómo todo el tiempo usted va bajando la vista para mirar el texto que había redactado previamente.

DR —Hay cosas que escribí un poco antes de decirlas también, porque fui corrigiendo, conversé con mi compañero, Iván Posada, hice correcciones. Conversamos antes sobre quién intervenía, estaba la duda de si intervenía primero él o yo. Me dijo “hablá tú primero, que preparaste algo”, entonces ahí empezamos a conversar sobre cómo podríamos modificar algunas cosas.

EC —Había un texto. Sin embargo, el tono y los énfasis que va poniendo a cada momento dan cuenta de que había preparado también cómo leerlo. Vamos a escuchar otro ejemplo.

(Audio Daniel Radío)

¿Cómo se puede ser tan insensible para intentar disimular la barbarie de un dictador acorralado? ¿Cuáles son los intereses que nos impiden llamar a las cosas por su nombre? ¿Son solamente intereses políticos? Y si es así, ¿por qué? Esta pregunta seguramente no va a llegar a todos con la misma intensidad. Pero yo quisiera que llegara, por lo menos, a aquellos que intuyo que están pensando cosas parecidas, pero que no se expresan. Yo me hago cargo de que en el año 1999 yo integraba una colectividad política y le pedía el voto a la gente con una publicidad con la carita de Hugo Chávez y reclamábamos “decile chau”. ¿Qué es lo que pasó en el medio para que cambiáramos de parecer?

(Fin audio)

EC —¿Había “ensayado” cómo pronunciar este discurso?

DR —No, tanto así no. Yo habitualmente, cuando voy a hacer presentaciones, trabajo un poco. Pienso la noche anterior, escribo, pero también lo modifico en función de cómo viene el debate, no soy impermeable a lo que se diga en la Cámara.

EC —Pero hay otros legisladores que optan por la improvisación, sí, quizás a partir de apuntes, pero la improvisación.

DR —A veces hago eso también.

EC —Esto estaba muy cuidado, me dio la impresión de que estaba muy cuidado.

DR —Qué suerte que te dio esa impresión, porque yo cuidé bastante.

EC —¿Y qué quiso decir con eso de que usted se hace cargo de la campaña electoral de 1999?

DR —Es un mensaje dirigido a mis excompañeros del Nuevo Espacio (NE).

EC —Es lo que me suponía, un tiro por elevación al senador Rafael Michelini.

DR —No solo, a todos mis compañeros del Nuevo Espacio. Por ejemplo, el coordinador de bancada hoy del Frente Amplio (FA) en la Cámara es Jorge Pozzi, que también es un compañero del NE. Un compañero dignísimo y buenísimo compañero, con el que tengo mucha afinidad en muchas cosas, pero en este tema hubo notoriamente una evolución de ellos en el sentido de que en la década del 90 decíamos estas cosas, con la cara de Hugo Chávez decíamos “decile chau”, hicimos campaña publicitaria con la cara de Hugo Chávez diciendo “decile chau”, y hoy no dicen “decile chau”.

EC —En la campaña de 1999 usted integraba el NE, junto con Michelini, con Jorge Pozzi, fuera del FA.

DR —Sí, yo fui frenteamplista antes, en la Democracia Cristiana.

EC —Lo que usted recuerda es que en aquella campaña ustedes utilizaban como uno de sus ejes de posicionamiento el rechazo al gobierno de Hugo Chávez.

DR —Sí, claro.

EC —Pongo el acento allí porque hay quienes sostienen que una cosa fue el gobierno de Hugo Chávez y que otra cosa mucho peor es esta de Nicolás Maduro hoy.

DR —Yo creo eso también.

EC —Pero ya en el 99 ustedes no querían saber nada con la revolución bolivariana.

DR —Me parece que era claro el mensaje. Creo que esa publicidad todavía se puede ver en YouTube.

EC —¿Qué veían ustedes en aquel momento en Chávez y el gobierno de Venezuela?

DR —Hay que recordar que Líber Seregni no quiso recibir a Chávez acá en Uruguay porque era un militar golpista. Ya comimos de la mano con los comunicados 4 y 7, el discurso de Chávez cuando quiso dar un golpe de Estado era de sensibilidad social también, en el fondo era el mismo discurso de los comunicados 4 y 7. En mi familia eran todos frentistas, papá era comunista –nunca me votó, por cierto, falleció en el año 2009–. Y en plena dictadura recuerdo estar conversando con un familiar mío muy cercano, comunista, que me hablaba de la presunta interna de los militares en Uruguay, y me hablaba de que había una interna porque había unos militares progresistas, y entre los nombres progresistas me nombró a un tal Goyo Álvarez… Yo no creo más en eso, no creí nunca, pero menos ahora. Y no creo en Uruguay y no creo en Venezuela, y en Chávez no creí nunca, y cuando quiso dar un golpe de Estado…

Porque la democracia vale cuando gano, pero también cuando pierdo. Yo como perdí siempre no tengo problema, en todas las elecciones voté mal, la única vez que gané fue en el plebiscito del 80, entonces estoy acostumbrado a perder y respeto. Y cuando el Uruguay estaba gobernado por los partidos tradicionales en la década del 60 y a principios de los 70, no eran los partidos que a mí me gustaban, pero era lo que la gente quería. Siempre digo que Uruguay puede estar orgulloso de aquellos dirigentes políticos de izquierda serios de este país que trabajaban para construir una herramienta, como fue el FA, seria, que enfrentara la oposición, que enfrentara la polarización, pero dentro de las reglas de juego, porque yo creo en la democracia. Y no como más con lo de la democracia formal y burguesa, ni loco.

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