Entrevistas

Teresa Herrera: En la Policía “hay una actitud de desprecio y de descalificación de la denuncia de las mujeres”

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En entrevista con En Perspectiva, la socióloga Teresa Herrera, vocera de la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual, advirtió que “para los juzgados penales los casos de violencia doméstica son problemas menores” y que “la burocracia, la fragmentación de políticas y la falta de coordinación entre los organismos del Estado, den como resultado que las mujeres se mueran” en casos de violencia doméstica.

EN PERSPECTIVA
Miércoles 3 de junio, hora 8.13

(Audio Hoenir Sarthou)

“Sobre esto se sigue una orientación equivocada con respecto al tratamiento de la violencia doméstica y por cuestiones de género. Se la orienta sistemáticamente a reprimir al presunto agresor y no a proteger a la víctima. Hay consignas contraproducentes. ‘Nos tocan a unas nos tocan a todas’ parece una consigna de barra brava… no hay un bando…”

(Fin audio)

EMILIANO COTELO: Así se refería el abogado Hoenir Sarthou, integrante de nuestra Mesa de los martes, al eslogan que utilizan varias asociaciones feministas dedicadas a la lucha contra la violencia doméstica. La discusión se dio a propósito de lo ocurrido el viernes en Fray Marcos, Florida, en la puerta de una escuela, cuando una mujer de 19 años fue asesinada por su expareja, un policía que le disparó varias veces con su arma de reglamento y más tarde se suicidó.

Con este caso, en lo que va del año ya son 20 las mujeres muertas por violencia doméstica o de género, cuatro de ellas a manos de policías.

A raíz de estos hechos, varias organizaciones feministas están convocando a concentrarse hoy en distintas ciudades del país. En Montevideo, a las 18 horas en la plaza Independencia para marchar rumbo a la plaza Cagancha.

¿Qué efectividad están teniendo las políticas para atacar la violencia de género? ¿Es correcta la mirada que impulsan las organizaciones feministas en este tema?

Les proponemos conversarlo con la socióloga Teresa Herrera, vocera de la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual.

Este año la cantidad de muertes por violencia doméstica muestra un crecimiento importante…

TERESA HERRERA: Sí, y ya no veníamos nada bien.

EC – El año pasado hubo 13. Sin embargo este año, en sólo cinco meses, van 20, según las estadísticas.

TH – La histórica nuestra es alrededor de 26. El año pasado fue un buen año, hubo menos, pero históricamente venimos manteniendo más o menos esas cifras. Y en esas cifras estamos en 10 veces más casos que Argentina, donde van a tener su marcha hoy también, y en 30 veces más que España. España tiene en este momento unas 40, 45 mujeres por año, pero tiene 50 millones de habitantes, nosotros tenemos 3.

EC – ¿Cómo interpretan esta evolución de los números?

TH – Ante todo, estos números se vienen midiendo desde hace poco. Una primera cosa que tenemos que tener clara es que la violencia doméstica –que es una de las formas de la violencia de género, tal vez la más terrible porque ocurre entre gente que tiene relaciones afectivas– ocurre desde que el mundo es mundo. Sucede que ha pasado de ser un problema privado a ser un problema público, gracias a la lucha de las tan denostadas organizaciones feministas.

EC – ¿Tan denostadas…? Criticadas, motivo de polémica.

TH – Porque existen feministas en el mundo las mujeres votamos, manejamos nuestro dinero, podemos salir a trabajar… y podría seguir con toda la lista de actividades que las mujeres y los movimientos feministas han logrado a lo largo de la historia para que nosotras dejáramos de ser ciudadanas de segunda categoría. Que todavía seguimos siendo… Es más, la lucha que han dado mis antecesoras para que las mujeres fuéramos ciudadanas, empecemos por ahí.

EC – Volviendo a la pregunta, ¿por qué Uruguay tiene estos números tan inquietantes?

TH – Puede haber muchas respuestas. La que yo me atrevo a dar la doy a partir de investigar estos temas; tengo un doctorado en Violencia Doméstica sacado en la Universidad de Buenos Aires, referido al Uruguay, estudiando el fenómeno en Uruguay. A partir de ahí es que estoy hablado y hablamos muchas de nosotras, no desde el “me parece”. Porque uno de los grandes problemas que tienen las ciencias sociales, y en particular en este tipo de temas, es que hay un conjunto de opinólogos y opinólogas, algunos a veces tomando decisiones de gobierno, que no conocen el tema, ni saben cuáles son las causas ni están preparados.

Siempre decimos que todos nos horrorizamos con las muertes y somos muy solidarios con las muertes, pero no nos horrorizamos con las vivas. En este momento, mientras tú y yo estamos hablando, hay 170.000 mujeres en Uruguay que están sufriendo violencia doméstica. Que probablemente no lo han denunciado, que la están padeciendo pensando y sintiendo que es algo que les tocó en la vida. Este dato no es de las organizaciones feministas, sino del Instituto Nacional de Estadística, que el año pasado hizo la primera Encuesta de Prevalencia de Violencia Doméstica.

Entonces, ¿por qué hay tanta violencia en Uruguay? Porque en Uruguay hay un doble discurso sobre este tema. Hay un discurso políticamente correcto, un discurso del horror, de qué feo que pase esto, pero eso no se traduce en políticas públicas eficaces y efectivas, no hay presupuesto, no se pone dinero –no existe política sin presupuesto, se pone un dinero muy escaso, la mayoría de las veces aportado por organismos de cooperación internacional–, no se atiende a las organizaciones que tenemos la tradición, la trayectoria y la experticia en este tema.

EC – Sarthou decía que él entiende que las políticas que se llevan a la práctica están demasiado influidas por estas organizaciones…

TH – ¡Ojalá!

EC – Sigamos viendo las causas. Está claro que del lado de ustedes hay insatisfacción con la forma como el gobierno, los gobiernos han encarado este asunto, pese a que hay una ley.

TH – La ley está. Ya van dos acordadas de la Suprema Corte de Justicia, resultado del ejercicio de una petición constitucional presentada por nuestras organizaciones, en las que se les recuerda a los señores y las señoras jueces y juezas que tienen que aplicar la ley como corresponde. Lamentablemente la ideología le gana a la ley.

EC – ¿Qué quiere decir que no se aplica?

TH – Por ejemplo, la ley dice que no puede haber confrontaciones entre la víctima y su agresor, y tranquilamente las hay.

EC – ¿Confrontación? ¿De qué se habla en ese sentido?

TH – Tú y yo en este momento estamos sentados en el mismo lugar, tenemos un mismo nivel. Entre una víctima y su agresor no hay el mismo nivel. Entonces tú no podés hacer un careo. La ley es muy clara al respecto, y está bueno que lo diga, porque las mujeres en ese momento no están en condiciones de enfrentarse. Al contrario, si se vuelven a enfrentar lo único que logran es más susto, más miedo. Sin embargo, muchos jueces y juezas hacen esto.

La ley dice que las medidas cautelares tienen que ser controladas; no se controlan. La ley dice que hay que aplicar rápidamente las medidas cautelares; a veces pueden pasar días y días desde la denuncia hasta que finalmente se produce la audiencia. La ley dice que el juez o la jueza pueden prever la pensión alimenticia en ese mismo momento; no se hace, se deriva. La ley dice que cuando el juez o la jueza de Violencia Doméstica perciben que hay un delito tienen que trasmitirlo inmediatamente al Juzgado Penal; lo hacen la mayoría de las veces, el único detalle es que para los juzgados penales estos son problemas menores, a pesar de ser la principal causa de muerte violenta de las mujeres en Uruguay. Las mujeres en Uruguay se mueren de violencia doméstica. No se mueren de accidentes de tránsito, no se mueren en rapiñas: se mueren matadas por agresores que tenían algún tipo de vínculo con ellas.

EC – Vayamos al caso del viernes, que conmovió tanto. Escenario: un pueblo del interior, Fray Marcos, en Florida. Víctima: una mujer de 18 años que había denunciado a su expareja por amenazas. El hombre, un policía, la ubica en la puerta de una escuela cuando ella está llevando a clase a su hermano. Allí le dispara con su arma de reglamento delante de niños y docentes, y cuando la chica cae al piso vuelve a balearla, la remata. El homicida escapa, aparentemente en busca de otro hombre, que sería la actual pareja de la mujer; como la policía lo persigue, decide suicidarse con el mismo revólver que había usado unos minutos antes.

¿Qué se sabe? ¿Qué había dispuesto la justicia luego de la denuncia de la mujer?

TH – Había dispuesto medidas cautelares.

EC – El hombre no podía acercarse.

TH – El señor no se podía acercar. Pero como es policía… La policía tiene aprobado un protocolo por el cual ante la denuncia –ni siquiera ante las medidas cautelares– el arma de reglamento debe ser quitada.

EC – ¿Qué pudo comprobarse con respecto al cumplimiento o no de ese protocolo? El Ministerio del Interior emitió un comunicado el viernes en el que informaba que iba a investigar.

TH – Hasta ahora lo que sabemos, por nuestras compañeras de Florida, es que el señor andaba con su revólver. Porque por supuesto era un compañero, y además por supuesto era muy buena gente. Ese es el otro tema, tú hablás después con quienes conocen a estos señores que andan por ahí matando mujeres y te dicen “es muy buena gente, es maravilloso”. Eso refuerza nuestro argumento –muy demostrado y muy estudiado– de que esto es la exacerbación de un machismo, la concepción es “la maté porque era mía”, como en el tango. La mujer es propiedad del hombre, y si osa dejarlo en muchos casos se firma la sentencia de muerte al lado de ese hombre. Que no es un enfermo, porque cuando uno es enfermo, es enfermo en todos los lugares y en todas las situaciones.

EC – Estás adelantándote a la discusión que se dio en la Mesa del lunes.

TH – Exacto. Es muy frecuente que se diga “es un enfermo”. Claro, un enfermo mental no es imputable. Pero ese señor que se enfermó, ¿es enfermo solo dentro de su casa?, ¿es enfermo solo en las relaciones de pareja? Si tú estás con gripe, estás con gripe en todos lados, no estás con gripe solo en un momento de tu vida. O si tenés cualquier otro tipo de enfermedad, es continuo. Por tanto no es un tema de enfermedad, es un tema de un machismo exacerbado. Es la máxima expresión de una cultura machista que tiene que ver con que tengamos tan poca representación política las mujeres, con que ganemos 25% menos de salario por el mismo trabajo. Tiene que ver con una serie de cosas que hacen que en este país, donde se supone que somos tan modernos, tan perfectitos, tan Suiza de América, en realidad hay un doble discurso. Hay un discurso políticamente correcto, pero por debajo hay una realidad que la gente vive en su vida cotidiana que es bien diferente de ese discurso.

EC – Pero a propósito de las fallas que por lo visto hubo en el caso del viernes, tanto en cuanto a lo que había resuelto la justicia ante la denuncia de amenazas como en cuanto lo que hizo o no el Ministerio del Interior con el policía implicado, ¿no podemos estar ante diferencias entre el interior y la capital? ¿No hay procedimientos que en la capital se cumplen y en lugares del interior no?

TH – No necesariamente.

EC – Pienso por ejemplo en la tobillera con GPS, que permite controlar la orden de distancia. Se la está aplicando solo en Montevideo, Canelones y Ciudad del Plata en San José. En Fray Marcos no iba a aplicarse.

TH – No, nunca se iría a aplicar. Y proporcionalmente son más las muertes en el interior que en Montevideo, con relación a la población. También tenemos menos discurso políticamente correcto en el interior. Nuestras investigaciones de opinión pública muestran que una importante proporción de gente del interior sigue pensando que “algo habrá hecho”.

EC – Pero en cuanto al cumplimiento de las normas y de los procedimientos que hasta ahora existen, ¿efectivamente estamos ante diferencias interior-Montevideo?

TH – Sí, dentro del mismo Montevideo podemos tener diferencias.

EC – Lo pregunto pensando en las unidades especializadas de la policía, por ejemplo.

TH – Las unidades especializadas de la policía han sido una gran creación, pero dentro del servicio policial no es prestigioso estar en una Unidad Especializada en Violencia Doméstica.

EC – ¿Cómo es esto?

TH – Claro, lo prestigioso es estar en Investigaciones, en Delitos Complejos. Cuando están en Violencia Doméstica tratan de irse lo más rápido que pueden. Por lo tanto los que están capacitados rotan, cambian permanentemente de lugar, entonces muchas veces no existe sistematicidad. Es una lotería, según quién te toque del otro lado del mostrador, te puede ir bien como te puede ir muy mal. Muy mal hasta el punto de maltrato, muy mal hasta el punto de esa cosa –que muchas veces pensamos que es vieja y tradicional– de que te digan “váyase a su casa”, “cálmelo”. Hasta eso te puede llegar a pasar. Pasa menos, pero te puede llegar a pasar. Porque no hay una política sistemática, mucho menos hay una coordinación sistemática. Una de las reivindicaciones que estamos llevando adelante ahora para este nuevo presupuesto es que haya una especie de ventanilla virtual única para los temas de violencia doméstica.

EC – ¿Qué quiere decir “ventanilla virtual única” en este caso?

TH – Quiere decir que el juez de Familia especializado, que es el que atiende violencia doméstica, pueda ver si el señor tiene historia previa; que sepamos si esa mujer consultó a un servicio de salud por esta causa. Que haya una especie de expediente único.

EC – Un banco de datos actualizado y online, disponible en cualquier lugar del país.

TH – Y con niveles de acceso diferentes. El juez puede saber todo, el policía no tiene por qué saber todo. Ya hay un sistema así, no estamos inventando nada nuevo. Hay en otros países, pero además acá en Uruguay existe el SIPI (Sistema de Información para la Infancia), que tiene que ver con el tema de infancia, niños, niñas, adolescentes y menores, que funciona así: en cualquier lugar del país, cualquier actor, funcionario que esté involucrado en esa situación puede ver la parte de la historia de esa criatura que le corresponde.

Hay que unificar las políticas. ¿A la mujer que denuncia en Montevideo le va bien? A fines de julio va a salir mi libro sobre este tema, tomé dos pedacitos de una tesis de grado de dos alumnas de ORT que cuentan claramente una cosa que pasó hace muy poco: una señora va a la Comisaría de la Mujer y la Familia, la que está ahí en la calle San José, entra y dice: “Vengo a hacer la denuncia…”; “Bien, ¿domicilio?”; “Pando”; “Ah, no, tiene que ir a Pando, señora”; “Pero si yo voy a Pando, si me bajo del ómnibus en Pando, me va a estar esperando y me va a matar”; “Pero como usted vive en Pando, tiene que hacer la denuncia en Pando”. Eso no puede ser más. No puede ser que la burocracia, la fragmentación de política, la falta de coordinación entre los organismos del Estado den como resultado que las mujeres se mueran de esta forma.

EC – En cuanto a la policía en particular, la policía como cuerpo y el problema que tiene adentro, porque, como estamos viendo, hay muchos casos de violencia doméstica y de género protagonizados por policías, ¿qué es lo que está fallando allí?, ¿qué se puede hacer mejor?

TH – Ese es uno de los principales ejemplos de lo que pasa a nivel ideológico. El trabajo que hizo Marisa Lindner fue excelente.

EC – Marisa Lindner encabezaba la Unidad Especializada en Violencia Doméstica del Ministerio del Interior; ahora está en el INAU.

TH – No tengo ninguna duda de que su trabajo fue excelente. No tengo ninguna duda de la voluntad del ministro Bonomi; puedo tenerla de otros jerarcas, pero no de Bonomi. Pero es tan fuerte la actitud corporativa y la ideología que el trabajo tiene que ser mucho más profundo. Lo que necesitamos –y no solo los policías, todos nosotros– es un gran cambio cultural. Vivimos como naturales situaciones que no son naturales. No es natural que un hombre piense que una mujer es su propiedad.

En la policía se dan, por la personalidad del policía, por una serie de características, determinadas circunstancias que hacen que los compañeros tengan una actitud corporativa, cierren filas alrededor del acusado, piensen “mirá esta loca lo que le está haciendo”. Hay una actitud de desprecio, de descalificación de las denuncias de las mujeres. Y así terminan las historias.

EC – Por otro lado, en cuanto al seguimiento desde el punto de vista psicológico del policía, ¿hay algo especial que haya que hacer?

TH – Hay solo en Montevideo, en el Hospital Policial. Desconozco si hay en el interior.

EC – Pero ¿hay o tiene que haber un seguimiento sistemático?

TH – Por supuesto.

EC – ¿De todo el plantel?

TH – Sin duda. Porque no está solo este tema, son personas que están día a día prácticamente enfrentándose a la muerte.

EC – ¿Esto puede detectarse a tiempo?

TH – Por supuesto. Hay que tener personal especializado.

***

EC – El lunes, en la Mesa de En Perspectiva, Hoenir Sarthou sostenía que el problema de la violencia doméstica y de género está siendo erróneamente encarado desde una perspectiva feminista que encuentra la explicación al fenómeno en la existencia de un supuesto “género malo”, es decir, los hombres. “Las feministas –decía Sarthou– creen que hay dos bandos enfrentados como barras bravas. Esa concepción se nota en el eslogan que están manejando: ‘Tocan a una, tocan a todas’”.

Cuando se produjo este debate en la Mesa, Teresa Herrera llamó a la radio. Como teníamos hablar con ella de todos modos, dejamos la conversación para hoy. ¿Por qué fue la llamada? ¿Qué fue lo que te chocó de ese comentario?

TH – Ante todo, el machismo es una ideología de enfrentamiento. Es una cosa violenta, es pensar que el hombre, el varón, está por encima de la mujer, y la mujer es una cosa que debe estar al servicio del varón. De Aristóteles en adelante, que decía que nosotras ni alma teníamos, que éramos un mero receptáculo del espíritu del hombre.

EC – ¡Eran otros tiempos!

TH – Eran otros tiempos. Pero hay cosas que todavía permean en el inconsciente colectivo, dirían algunos teóricos. De todos modos, el discurso machista es el discurso hegemónico; el discurso de las feministas está muy lejos de ser el discurso hegemónico.

La teoría feminista es una teoría de equidad, no es una teoría de enfrentamiento. Lo que las feministas queremos es equidad de género, queremos desnaturalizar esa relación y ese orden de género que dicen que los hombres están por encima de las mujeres, que los hombres tienen que ocupar los puestos de poder, que las mujeres tenemos que ser buenas madres y sumisas… Eso es la teoría feminista, no está en contra de los varones, está a favor de los derechos humanos de las mujeres y de los varones.

EC – ¿No tiende a caer a veces en la simplificación de igualar todo el género masculino en esa posición violenta, dominante?

TH – No, creo que no. Estoy hablando de los feminismos serios. La teoría feminista en general no dice “todos los hombres son…”. Un famoso escritor sobre esto –ni siquiera fue una mujer quien escribió La dominación masculina–, Pierre Bourdieu, lo dice muy claramente. La trayectoria y la historia del mundo han sido que las mujeres no somos dueñas de nuestro cuerpo ni de nuestra vida. Entonces, claro que a veces hay enfrentamientos, por supuesto. ¿Te parece lo que ha pasado con la ley de cuotas, que realmente ha sido una trampa tremenda? Lo que ocurre es que muchas veces en ese devenir se producen enfrentamientos, pero eso no quiere decir que las feministas pensemos que todos los hombres son malos.

Es más, este orden de género hasta les hace mal a ustedes. Ustedes se mueren antes que nosotras no por razones biológicas, se mueren antes porque o se matan con el auto, con la moto, o entre ustedes cuando son jóvenes, o directamente después no consultan al médico y cuando consultan ya es tarde. Hicimos un estudio para el Ministerio de Salud Pública, no me lo contaron.

EC – ¿Eso es una comprobación, no una suposición?

TH – Es una comprobación, no una suposición. Todo lo que te voy a decir hoy acá está comprobado. Cada una de las cosas que te estoy diciendo tiene bibliotecas atrás de sustento, y práctica y experiencia atrás de sustento. Las organizaciones feministas son las que han tenido más práctica sobre esto.

Y sobre si “nos tocan a una, tocan a todas”, y sí, es cierto. Pero no es un grito barrabrava, es un grito de solidaridad. Es como aquello de Bertolt Brecht de “se llevaron a mi vecino no me importó… cuando me llevaron a mí ya era tarde”.

EC – ¿Cuál es el significado de “tocan a una, tocan a todas”?

TH – Significa que lo que le pasa a una mujer les pasa a todas las mujeres. Porque esto no es un problema privado, es un problema público. No es algo que pasa dentro del sacrosanto ambiente del hogar, es algo que le pasa a la sociedad toda, a varones y a mujeres. Estamos todos y todas involucrados en este tema. Entonces cuando se dice “si tocan a una, tocan a todas”, o “si no ves las marcas que deja la violencia terminarás viendo feminicidios”, es porque, realmente, si no asumimos que esto es un problema de todos, que empieza desde que nos educan cuando somos chiquititos, que nos tienen que enseñar el respeto de unos a otros, si no entendemos que esto es un problema de derechos humanos, que tenemos que cambiar las leyes, que tenemos que cambiar la justicia, que tenemos que cambiar la forma como vemos las relaciones entre varones y mujeres, se van a seguir muriendo mujeres. ¿Por qué ponemos énfasis en esto? Porque, por ahora, las que nos morimos somos nosotras.

EC – Ahí aparece otra de las discusiones el lunes. Sarthou decía que el problema de la violencia doméstica afecta a hombres y a mujeres, y señalaba que en el 70% de los casos muere la mujer y muere también el hombre, el hombre después de agredir, después de atacar, se suicida. ¿Los números son así, en el 70% de los casos el hombre se suicida?

TH – No es así, se suicida en aproximadamente la mitad de los casos. Pero además tampoco es que mueren “a causa de” –también está estudiado–, estos señores quieren tener la última palabra. Por eso se suicidan, porque dicen “no le voy a dar el gusto de que me metan preso porque maté a esta mujer”, “yo soy quien decide, decidí sobre el cuerpo de ella y decido sobre mi cuerpo también”. Entonces no es una víctima. No es lo mismo el suicido de alguien que está en una depresión que el suicidio de alguien que mató a quien había sido o era su pareja. Es bien diferente.

EC – Decía Sarthou que como consecuencia de ese discurso feminista que él criticaba, como consecuencia de la lógica de los dos bandos, las políticas “se orientan más a reprimir al agresor hombre que a proteger a la víctima”.

TH – Ojalá. El sistema de protección tiene grandísimas fallas, tiene agujeros negros, tiene cosas superpuestas, falta coordinación, todo lo que decíamos recién. Por eso pedimos esta ventanilla única virtual. Te podría hacer largos cuentos acerca de la necesidad de que haya una ley integral de prevención, de represión. Porque no la hay, la 17514 es una ley imperfecta. Estamos hablando de las mujeres, ni hablar de lo que pasa con los niños, con los abusos sexuales.

EC – El término “violencia doméstica” no abarca solo la violencia contra la mujer.

TH – No. Las principales víctimas de la violencia doméstica son las mujeres, las niñas, los niños, los adolescentes, en ese orden.

EC – Y también está la violencia contra los adultos mayores, contra los viejos.

TH – También; dije las principales, no las únicas. Quedan muchísimas cosas por hacer. Entonces cuando alguien dice “está dirigido a sancionar a los hombres y no a proteger a las mujeres”, por supuesto, faltan muchas medidas de protección, faltan refugios, etcétera. Pero ¿qué pasa con esos señores que matan mujeres, o que agreden, no las llegan a matar? (Porque estamos hablando de las muertas, no hemos hablado de los intentos de homicidio; hay una mujer parapléjica en este momento a causa de eso, madre de cuatro hijos.) Es muy interesante hacer el seguimiento de esos señores. Al año o a los dos años te los puedes encontrar vendiendo los frutos del cultivo de la chacra donde están internados o cosas por el estilo. Las penas no son tremendas, ¡al contrario!

EC – ¿Qué penas tendría que haber? ¿Cómo se trata un caso como ese?

TH – Tendría que haber penas mucho más fuertes. También estamos reclamando eso. En España las penas por violencia doméstica son terribles.

EC – ¿De qué orden?

TH – Llegan a la prisión perpetua en muchos casos. Porque el feminicidio, que es un tipo de homicidio, es de los crímenes más terribles que se pueden cometer.

EC – Ustedes reclaman que se cree ese delito, el feminicidio.

TH – Sí,

EC – ¿De qué se trata?

TH – Mis compañeras abogadas podrían explicarlo mucho mejor. Yo no soy abogada, por eso no me pongo a hablar de derecho laboral alegremente, como habla el señor Sarthou alegremente de los problemas de violencia doméstica. El feminicidio se configura cuado la mujer muere por el hecho de ser mujer. Cuando un hombre mata a una mujer porque lo abadonó, porque terminó su relación personal amorosa, lo hace porque cree que él tiene el derecho, la propiedad sobre el cuerpo de esa mujer. Cuando una mujer es violada en una guerra o es violada en la calle y muere, eso es feminicidio. Dicho muy simplemente, es morirte por el género que tenés.

EC – Eso implica una pena más seria, más grave que la de otros homicidios.

TH – Sí, y sobre todo en los casos de violencia doméstica. Cuando alguien mata a su esposa o mata a su compañera de vida o a su exesposa la pena tendría que ser aún más grave, porque a esa persona se supone que le debe respeto, protección, cariño y cuidado, y la termina matando.

EC – La pregunta es de qué sirve un delito así, qué efecto disuasivo tiene. Si la persona ya está decidida a matar a su pareja y después suicidarse, como ha ocurrido en tantos de estos casos, ¿va a dejar de hacerlo porque sepa que hay un delito que le implica una pena grave? ¡Si se va a suicidar!

TH – No todos se suicidan, no es tan así. Además, ni siquiera las penas que están establecidas ahora se cumplen. Porque salen más rápido, porque tienen buena conducta. Porque hay una ideología que hace que este sea un delito “comprensible”. ¡Hay gente que sigue pensando que existe el crimen pasional!

EC – Sarthou hablaba de crimen pasional, no para licuarlo, no para tratarlo de manera benevolente; decía que efectivamente están de por medio las pasiones, y acá con forma patológica.

TH – No es así. Los casos de violencia doméstica son todos igualitos. Empiezan con el ninguneo, en los dos extremos de mujeres que tienen mayor probabilidad de ser víctimas de violencia, que son las muy pobres, muy poco cultas, con muy pocos recursos, y las muy cultas. Las estadísticas son muy claras, esos dos grupos de mujeres son los más expuestos a sufrir violencia doméstica. Las primeras porque al ser tan pobrecitas son más vulnerables. Y las otras porque cuestionan el rol del macho proveedor. […] En cualquiera de los dos casos, […] la pobrecita […]. A la […] no le pueden decir eso porque es obvio que no lo es, “sos una mala madre, no cuidás tu casa, a tu familia, trabajás todo el día, no cuidás a tus hijos, no atendés la casa, no hacés la comida”. […] Normalmente lo que hacen es aislarlas. Las mujeres no pueden tener vínculo con su familia, con sus amigos. Es un proceso, el balazo, la trompada son el fin de un proceso.

EC – La respuesta venía a cuento del crimen pasional.

TH – No existe el crimen pasional. El hombre que pega el balazo ya hizo todo eso, ya la aisló, la separó de la familia, le dijo que no servía para nada, le bajó la autoestima, le hizo todo ese proceso. Y si la mujer todavía, después de todo eso, tiene el coraje de separarse, ahí viene el balazo. Hoy en día la mayoría de las muertes no son a manos de las parejas actuales, sino de las exparejas. Eso también tendría que explicarnos algo.

***

EC – ¿Qué se busca específicamente con la manifestación de hoy en Montevideo y en distintas ciudades del interior?

TH – Compromiso. Contrariamente a lo que suponen, ojalá marchen muchos hombres junto con nosotras, muchos varones. Compromiso. Que todos y todas entendamos que esto es un problema de todos y de todas. Que, por favor, haya una atención en serio de las autoridades a estos temas. Que se analicen seriamente las causas. Que se haga una adecuada política de prevención. Que haya campañas. Que haya lugares donde atiendan correctamente. Pero sobre todo, compromiso con las vivas y con las muertas.

***

Transcripción: María Lila Ltaif

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